El interior de este libro está lleno de vida y de historias desde los años 40. Vivencias que se remontan al pasado de sus protagonistas, alumnas de alfabetización y lectura, que nos recuerdan de qué forma tan distinta se vivía aquí no hace tanto tiempo. Recuerdos de la infancia y juventud de una gente y su modo de vida, y de sus esfuerzos por salir adelante.
Sorprenden con sus relatos y su saber popular, y nos dan la oportunidad de vivir parte de sus historias personales, a veces dramáticas, otras veces divertidas, pero muy necesarias para no olvidar nuestro pasado.
Ejemplos de vida
Ejemplos como el de Leonor García, que nos contaba que estaba interna en una casa donde su alimento en la comida y la cena era siempre patata y cebolla cocida, un mendrugo de pan y una naranja: “Yo envidiaba la comida que le daban a los conejos, a los que no les faltaban verduras ni pan”.
O Rosa Sansano, que recuerda que después de la guerra se empezaban a montar ‘fabriquetas’ de calzado en los porches de las casas de campo. También nos hablaba de otras costumbres de aquella época: “Entonces quien tenía fábrica, con las primeras ganancias se construía el panteón familiar, después se compraba una ‘faeneta’ en el campo, y por último, un apartamento en Santa Pola”.
Esta entrañable vuelta al pasado plasmada en el libro ‘Nuestra historia’ ha sido posible gracias al esfuerzo y la vocación de profesores de este centro, como Consol Conca.
«Es muy gratificante porque tienen un gran interés por aprender»
¿Cómo nació ‘Nuestra memoria’?
Pensamos que no podíamos dejar pasar la oportunidad de recopilar parte de esas historias personales, muy necesarias de conservar y que debían estar escritas para su posterior estudio y conocimiento.
El objetivo principal era recopilar los relatos escritos de los alumnos del centro, pero hay otros objetivos secundarios, no menos importantes, como son: mejorar la expresión oral y escrita, trabajar la memorización, buscar materiales históricos y fotográficos, reforzar sus capacidades sociales mediante el intercambio de ideas y la colaboración para aumentar su autoestima.
¿Nos podrías indicar de qué forma se llevó a cabo la recopilación de esos datos?
Cuando algún alumno comentaba recuerdos, los aprovechaba para que los contara en voz alta y después los dictara a la clase. Yo escribía ese dictado en el ordenador y, cuando se terminaba, se proyectaba en la pizarra, así los alumnos se corregían el texto que habían escrito.
Además, algunos traían a clase textos que habían escrito en su casa. Estos últimos escritos los copiaba sin modificar, y a partir de ahí en las clases ya se pasó a explicar la parte teórica de la gramática y ortografía, pero partiendo de los textos y según las necesidades de corrección. Posteriormente, se les pidió que buscaran fotografías referentes a sus escritos y las trajeran con su nombre, lugar y fecha de la fotografía.
¿Qué conlleva enseñar a personas con una edad avanzada?
Es muy gratificante porque tienen un gran interés, observas la mejoría que realizan y el temario lo tienes que adaptar a sus preferencias y necesidades, ya que tienen que aprender, pero pasándoselo bien.
También se tiene que reforzar mucho su autoestima. La presentación del libro se realizó en el Centro de Congresos, donde los alumnos hicieron una lectura dramatizada de sus textos delante de sus familiares, y este acto les dio mucha satisfacción.
«He aprendido de su tesón, de su motivación y de su fuerza de voluntad»
¿Cuáles son las anécdotas que recuerdas?
Recuerdo esas clases con mucho cariño porque nos lo pasábamos muy bien, nos reíamos cuando hacían demostraciones en clase de cómo se bailaba antes, que están corroboradas en algunas fotografías del libro.
De cómo eran las relaciones de los novios, los sueldos y las horas de trabajo en su infancia, las anécdotas de una chica de servicio, cómo emigraron a nuestra ciudad en busca de nuevas oportunidades laborales.
También la expropiación de los terrenos del aeropuerto, el primer trabajador de allí y cómo se nivelaba manualmente la tierra para realizar las pistas de los aviones, cómo llegó el agua potable a Elche o los cien años de historia del Gran Teatro. Estaban encantados de traer fotos de su vida y manteles bordados de su ajuar.
¿Qué historias te han impactado más?
Hay una alumna que narra cómo su padre le dijo que no podía tener regalo de Reyes, ya que no tenían dinero. Ella se compró un farol de peladillas de lo guardado de todo el año de la cuota semanal. La noche del 5 de enero, su padre le dijo que su hermana tenía un sonajero de regalo, pero ella nada. Le dijo: “Mira, me han traído peladillas” y su padre se puso a llorar de la emoción.
«El lector joven que no vivió esa parte de la historia debería conocerla para comprenderla»
¿Nos podrías decir lo que has aprendido de todas estas mujeres?
Me han enseñado su tesón, motivación y fuerza de voluntad por conseguir aprender. Era emocionante ver sus reflexiones sobre cómo podían mejorar los textos de sus compañeras, verlas corrigiéndose unas a otras.
Yo les decía: “Estoy muy orgullosa de vosotras porque ya no sois alumnas, ya sois maestras”. Son maestras de la vida porque han conseguido llegar hasta aquí criando una familia, trabajando, siendo felices y ahora ya son maestras porque saben escribir textos y corregirlos. He disfrutado mucho con ellas, las he conocido más profundamente y se ha creado un fuerte vínculo sentimental imborrable.
Para aquellos que no han vivido esa parte de nuestra historia reciente, ¿qué aspectos sería importante tener en cuenta?
El lector joven que no vivió esas vivencias debería conocerlas para comprenderlas y así dignificaría el pasado, honraría a sus antepasados, entendería el origen de nuestros hábitos y costumbres de Elche, es decir, nuestras señas de identidad para poder construir un futuro mejor.
El libro se distribuyó a los alumnos del centro, a todas las bibliotecas públicas de Elche, y aún nos quedan algunos ejemplares en el centro para quien quiera adquirirlo.