Los ríos unen o separan, entrelazan o avecinan. De una orilla a otra, saludos en la distancia, hasta que algún puente permita estrechar manos. El Segura como frontera natural entre Orihuela (además al oeste y al sur) y Jacarilla, al norte de este municipio, también lindante con Benejúzar y la misma Orihuela al este. Varios puentes suman engarces entre Jacarilla y aledaños, alguno de ellos bien singular. Así, el de madera de 33 metros, de curva cercha (simplificando mucho: armazón), construido sobre el “meandro de Jacarilla” e inaugurado el 21 de julio de 2008.
También ha llegado a convertirse en tramo de la Carrera Popular (en realidad dos, de cinco y diez kilómetros), con séptima edición en 2023 y que además cuenta con otro importante monumento jacarillense: los jardines y palacio del Marqués de Fontalba. Ya los pasearemos. Ahora, en aquellos, toca bocadillos, cerveza y paella gigante mientras el podio de las pruebas va acogiendo a los ganadores.
El fértil limo
Huerta y turismo. Aledaña al oriolano embalse de la Pedrera, compañera del Segura, relativamente cercana de Torrevieja y la conurbada Orihuela Costa, Jacarilla es puro limo fluvial en una zona que hace miles de años orilló el Sinus Ilicitanus o Golfo de Elche (surgió entre el entre el 4000 y el 3000 a.C.).
Sus 12,2 km² (1.220 hectáreas) devienen fundamentalmente agrícolas, dedicados al regadío (cítricos, hortalizas) o el cultivo secano (algarrobos, almendros, cereales, olivos, vides). Y hay pinos. También palmeras: en el llamado ‘jardín de la Vega’, no nos olvidemos de ese vial de casi un kilómetro bautizado como Vereda de las Palmeras: además se la incluyó en la Carrera Popular, y es ruta senderista.
Parte desde la propia urbe y ya solo posee a ratos ese aspecto más salvaje de las ilustraciones del siglo pasado, pero pese a la solana tiene apuntes refrescantes, acompañada por acequias, bancales, cañaverales, chalés. Y que nos lleva, por cierto, hasta el mismísimo meandro y su puente de madera.
Historias e Historia
El municipio es prácticamente llano, unos 20 metros sobre el nivel del mar. Aunque las breves colinas cretácicas al este y al sur alcancen los 200. Por allí, por donde el barranco Largo o el benejucense cabezo de Sombrero, en ruta senderista entre arbustos y jóvenes pinos, vemos a Jacarilla inserta en una depresión (con la barrera bética al fondo oeste) inmersa en las sequedades del deshumedecido viento Föhn o Foehn, el producido siempre, en cualquier sitio, por circunstancias parecidas.
Eso sí, dada la ausencia por ahora de restos, no parece que viviera pasado portuario en el Sinus ni con íberos ni con romanos, aunque algunas fuentes hablen de peregrinos pe-cristianos de Sakariskera (“el lugar donde se detiene el río de arena”, quizá después Xacariella o Hacarilla). Muy posiblemente sí árabes, en formato alquería o semejante. Bueno, hay Historia y larga, pero podemos resumirla bastante.
Jacarilla germina en 1572 como mayorazgo (propiedad mantenida en el seno de una familia, aunque el señorío ya estaba en manos de los Ibáñez de Riudoms). Las familias subsiguientes serán los Togores y la castellano-manchega Sandoval, desde 1811. La primera finca de recreo fue idea de Francisco de Paula Sandoval Melgarejo, de biografía hoy brumosa, salvo su nacimiento en Cuenca en 1788. Así, quedaba construida la Casa Grande, raíz de la futura Casa Grande del Marqués de Fontalba.
El emprendedor Alfonso Sandoval Bassecourt (1862-1915), de cuna murciana, se implica tanto con el municipio como para crear, casi tan pronto llega, la Caja de Ahorros, Préstamos y Socorros de Jacarilla. Por desgracia, tanta actividad (también fue alcalde de Alicante entre 1899 y 1901, desde 1903 diputado a Cortes y a partir de 1914 senador por nuestra provincia) generó grandes deudas. El madrileño Francisco de Cubas y Erice (1862-1937), marqués de Fontalba, diputado y Grande de España, compraba las tierras (Sandoval falleció unos dos días después de esto) y construía, entre 1916 y 1922, el complejo actual.
El palacio seminal
Los Fontalba impulsaron la vida de la población, que creció alrededor de palacio y jardines. En 1947, además, parcelaban terrenos para venderlos a aparceros y arrendatarios. De esta manera, florecía una población que anotó 631 habitantes en 1900, 1.096 en 1950, 1.556 en el 2000, y 2.039 en el censo de 2022. Una breve ciudad a tiralíneas de plantas bajas y viviendas de unas dos o tres alturas máximo, más pareados y chalés, incluso en el vial de aliento más urbanita, la carretera CV-920, transformada aquí en avenida de la Paz y saludada por un cacho de los nobles jardines. Es que acá todo lo ladrillar casi emana de lo que sembraron los nobles (vendido al municipio en 1981), ínsula urbana en el huertano mar vegabajense.
De ahí su gastronomía de cocido de pavo con pelotas, arroz con conejo y almojábenas, o el murciano caldero del mar Menor, carne a la brasa, embutidos. Y naranjas confitadas, tortas de almendra o pasteles de boniato (batata). A disfrutar todo el año o en fiestas: al final del verano, orbitando el 8 de septiembre, el neoclásico templo a la Virgen de Belén irradia los correspondientes festejos, con bella serenata. El santuario se construyó en los terrenos marquesales (que poseían palco propio). O San Antón, el último domingo de enero, cuando se rifa un cerdo para seguir la leyenda del santo egipcio.
¿Y el palacio y sus jardines? La quizá última gran construcción señorial de la comarca, erigida en homenaje a la Virgen de la Almudena (a la que se le honró con una cueva artificial), muestra sus dos plantas, la primera dedicada a cocina, invitados y servidumbre, más la segunda, las dependencias de los Fontalba. Y resguardando ambas fachadas, un pulmón vegetal de 20.000 m²: el bosque de Palacio, hacia la avenida de la Paz, y los jardines del Marqués, hacia la de Juan Carlos I. Viales y espacios rodeados de árboles y plantas, más áreas de reposo, esculturas, pérgolas, templetes, el ánima de un zoo… Desde la avenida de Juan Carlos I es posible atisbar tanto la espalda de la gruta como el pabellón al que refresca el estanque. Por estas tierras lo del agua es importante.