“De todo, como en botica”, se decía. No hubo una hasta 1221, gracias a los frailes del convento florentino de la actual basílica de Santa María Novella, la de la fachada con figuras geométricas en mármol blanco y verde. Poseen una importancia fundamental como semilla de las actuales farmacias. Pero por entonces no existían las compañías farmacéuticas: había que prepararlo todo artesanalmente, en la misma botica.
Las recetas magistrales resultaban fundamentales para el personal boticario. El chamán se tornaba científico, profesional. Y una serie de expertos, médicos, les iban a proporcionar fórmulas. Para muchos, el más importante en Occidente, cuanto menos de los más, fue el valenciano Arnau de Vilanova (1238-1311), médico y teólogo que dejaba profunda huella en su profesión, aún presente en la farmacopea actual.
Dudas sobre su figura
¿Valenciano? ¿Pero Arnau de Vilanova no era catalán, y en tal lengua nos ha legado sus escritos? ¿O en realidad no era zaragozano, o francés, de Montpellier? ¿No se llamaba, aseguran, Arnaldo de Vilanova o de Villanueva, Arnaldus de Villa Nova o Villanovanus, o Arnaud de Villeneuve? Vayamos por partes. En 1316, la censura eclesial de la época, representada en la junta de teólogos de Tarragona, ordena la destrucción de buena parte de su obra.
Ocurre que, como teólogo, Vilanova, aunque no cayó nunca en la herejía, resultó un pensador poco ortodoxo, un punto idealista, fantástico. En aquel auto de fe contra escritos cayeron también muchos de sus trabajos médicos, con lo que después se generó una buena cantidad de bibliografía apócrifa: escribías algo del tema, se lo firmabas al autor valenciano y arreando. O recuperabas restos transcribiéndolos a tu propio interés.
La censura eclesial en 1316 destruyó muchos escritos suyos
Junto a Jaume I
Los hoy contrastados datos dejan bien claro que nació (quizá en el barrio del Grao), se crió y vivió muchos de los momentos importantes de su vida en el ‘cap i casal’, bien es cierto que también vivió en la francesa Montpellier y que por su profesión galena, y el prestigio adquirido en ella, fallecía en Italia (en realidad, en la República de Génova, ya que la nación no terminó de unificarse hasta 1871).
¿Y lo de zaragozano? Del apellido, que era también el paterno. Su homónimo padre aparece citado en ‘Llibre del Repartiment de València’, donde en plena reconquista a cargo del montpellerino occitano, Jaume I (1208-1276), se registraban traspasos de casas y heredades muslimes a colonos cristianos. Quedaba así anotado: “María de Montpellier + b Arnau de Vilanova: Casas de Mahomat Adehen”.
Sus padres aparecen reflejados en el ‘Llibre del repartiment de València’
Los registros históricos
El padre procedía (carentes de más datos, ignoramos si también había nacido allí) de la zaragozana, aragonesa, Villanueva de Jiloca, un pequeño pueblo (68 habitantes censados en 2022) con iglesia mudéjar a San Gil con policromo acceso e impresionante campanario. Se encuentra a medio paso del río Jiloca, relativamente cercana a la monumental Daroca, y reconoce orgullosamente al galeno como hijo de la villa.
La historia es fácil seguirla: o el padre y su esposa, la francesa María, entraron precisamente en 1238 en València acompañando al monarca coterráneo de María de Montpellier, o vinieron después (pero el asiento referido en el ‘Llibre’ es de 1239). La procedencia materna explicaría por qué el futuro galeno acaba por estudiar en la hoy urbe occitana, con 288.600 habitantes en 2022.
El campus de medicina y un hospital montpellerinos llevan su nombre
Reconocimientos tras la frontera
La Facultad de Medicina de Montpellier, absorbida desde 1969 por la universidad motpellerina, que tuvo a Arnau de Vilanova de alumno y luego de profesor, llegó a ser la institución de tal tipo más importante en el ámbito occidental. Fundada en el siglo XII, tardaba casi un siglo, hasta 1220, en conseguir marco institucional. Por allí estudiaron galenos famosos (por su profesión u otros méritos) como Nostradamus (1503-1566) o Rabelais (1483 o 1494-1553).
Siguen en pie los edificios, junto al jardín botánico, en la Rue de l’École de Médecine, aunque hay que pegarse un buen paseo hasta la Facultad de Medicina actual, donde la Rute de Ganges nos llevará, primero, a un hospital y, después, al campus de medicina, llamados ambos Arnaud de Villeneuve. ¿Tan importante fue? De las pocas obras autentificadas como suyas que nos han quedado, ojeemos dos: ‘Tratado de los medicamentos simples’ y ‘Aforismos de los grados’.
Dos tratados
La primera es en realidad una traducción de un texto del enciclopedista dianense Abu l-Salt (1067-1134), quien elaboró su opúsculo a partir de los trabajos farmacéuticos del cirujano, filósofo y médico griego Galeno (129-201). La segunda enseña cómo calcular matemáticamente las dosificaciones de los medicamentos. Sentaba aquí, como ya se señalaba antes, los pedestales de la farmacopea actual.
La medicina moderna, basada en la ciencia, que usa aquí ingredientes activos para eliminar síntomas y atacar o suprimir las enfermedades, fundamentó mucho en este texto, salvo quizá en la negra época de la Guerra de los Cien Años (que enfrentó a Francia e Inglaterra entre 1337 y 1453, seguida de pestíferas pandemias), un bache para la facultad montpellerina. Pero el ‘Tratado’ vivió un buen puñado de versiones posteriores, quizá su mejor homenaje.