Nos encontramos a las puertas de Orxeta u Orcheta, la localidad de la Marina Baixa o Baja que vamos a pasearnos. Bueno, ahora mayormente en el municipio colindante de Relleu. Pero recorrernos esta atracción turística puede ayudarnos, además de disfrutar del paisaje, a comprender las tierras por las que vamos a discurrir: anclada a la pared rocosa, la colgante ‘pasarela de Relleu’ (dos euros y medio la entrada), bautizada alegremente como el ‘caminito del rey’ alicantino (por semejanza con el transitado sendero malagueño), no reviste dificultad especial, pero su recorrido (unos 200 metros inaugurados a principios de 2022 e integrados en nueve kilómetros de sendero), sobre suelo de tablas de madera transformado en cristal en el mirador final, la convierten en algo espectacular.
Allá abajo, a 40 o 60 metros, discurre el Amadorio, que nació en las cercanías del Port (puerto de montaña) de Tudons, en la sierra Aitana. El cauce, también conocido como ‘río de la Vila’ (desemboca en la Vila Joiosa), discurre aquí por una enroscada garganta labrada pacientemente por el estacional Amadorio y con los vestigios, en el arranque, de lo que fue una presa finalizada posiblemente en 1689 (un panel informa de ello y más) y abandonada tras la construcción en 1957 del pantano que más adelante visitaremos. Bien, el caso es que el principal afluente del Amadorio es el Sella, nacido en la localidad del mismo nombre. Y aquí se nos asoma Orxeta.
Entre orillas
Cercana a la pasarela (linda al oeste con Relleu, al norte con Sella, al este con Finestrat, al sureste con la Vila y al suroeste con El Campello y Busot), a Orxeta (812 residentes oficiales en 2022), en la Marina Baixa o Baja, al sur de las mismísimas estribaciones de la Aitana, nos la vivifica el Sella. La imbricación con estas aguas incluye los restos de un antiguo molino (Molí de Baix, abajo) y de un azud, también un muy visitado sendero-desfiladero compartido con Relleu denominado El Estret (el estrecho). Hay varios caminos que nos llevarán hasta el Sella. En medio, una huerta bien feraz. El “vergel del cítrico”, aseguran, paraíso del limón y la naranja. Sobre todo a la ribera derecha del Sella, donde el limo sembró mayor fertilidad.
También podemos encontrar hortalizas, algo de cereal y, en lo secano, algarrobos, almendros y olivos. La zona, fuera del hálito fluvial, es más bien árida, así que escasean otros tipos de especies arbóreas, salvo pinos, sobre todo carrascos, donde refresca. Al senderear por estas tierras perdiceras, nos saludarán enebros (matorrales que a veces llegan a parecer árboles), jaras o romero. Y esparto o el medicinal lentisco. O adelfas y taray (tamarix).
Calle Mayor
Si, por ejemplo, veníamos de la Vila Joiosa (CV-770 o carretera Villajoyosa-Alcoy; nos cruzaremos antes con la pedanía-urbanización Bella Orcheta, con avenida de Europa y callejero recreado en los países del Viejo Continente), lo suyo es, a mano derecha, virar a la calle Mayor, que arranca como avenida de la Constitución. Nos pasearemos los mismísimos intríngulis veteranos de la localidad, donde las fachadas alternan el blanco con bermellones, cremas, diversas tonalidades de azul (un detalle, el del colorido, compartido por algunas de las nuevas construcciones). A mano izquierda, el cine Ideal, gestado en los sesenta del pasado siglo, finiquitado en los ochenta y hoy escenario esporádico de actividades festeras y culturales.
Seguimos: tras un amplio mirador sobre la huerta orchetana, a mano derecha, el vial nos permite derivarnos a la calle San Nazario. Después lo haremos. Ahora, de nuevo a mano derecha, visitemos el antiguo lavadero público, cuyo techado actual se debe a una rehabilitación de 1999, alimentado por la Font dels Bayents (literalmente, ‘fuente de los pequeños baños’, 1924). La calle Mayor se nos transforma ya en la Barranquet (‘pequeño barranco’) y nos devuelve a la CV-770. Volvamos atrás.
San Nazario nos desemboca en la plaza del doctor Ferrándiz, en cierta manera dos plazas, una peatonal, con casa consistorial y veterano bar, y otra para coches. En la zona motorizada, el ánima de lo que fue palacio del comendador de la Orden de Santiago y la iglesia parroquial a San Jaime (o sea, Santiago, Sanctus Iacobus, Iacobus, Jacobo o Jaime) o Sant Jaume. Construida entre 1759 y 1761, el imponente campanario preside el día a día orchetano u ‘orxetan’, como sus fiestas patronales, a San Nazario y Santo Tomás de Villanueva, a finales de septiembre. En realidad, un restaurado vestigio del templo original, quemado en la Guerra Civil. Así, en 1940 se sustituyeron las ajadas campanas (San Jaime, San Tomás y San Nazario).
Lo de San Jaime viene porque Orxeta fue administrada por la Orden de Santiago, instituida entre 1158 y 1170. Le hará un buen regalo uno de sus miembros, Gerómino Ferrer, comendador por dicha orden de la encomienda de Orcheta y cuya memoria biográfica quedó en el olvido, a pesar del buen puñado de referencias en legajos y lápidas por toda la Comunitat Valenciana y hasta Murcia. En concreto, la carta puebla digamos que definitiva, en 1613.
Buen lugar la plaza, donde en diciembre hay feria gastronómica y desde donde quizá te recomienden que visites las ruinas de la pequeña fortaleza muslime (el Castellet), para disfrutar del buen comer orchetano u orxetan, de salazones, cocas y ‘coquetes’, de notable carne a la brasa pero también creaciones veganas. De la cocina casera a la internacional, lo suyo es darle al cuerpo una alegría energética, que aún nos queda una visita. Recojamos velas y volvamos de camino a la Vila.
El embalse intermitente
La progresiva colmatación del pantano de Relleu llevó a la construcción de una nueva presa, el embalse del río Amadorio o, más popularmente, “pantano de Amadorio”. Compartido, en cuestión de lindes municipales, por la Vila, aunque sacia sobre todo a esta y a Benidorm, sus 318 metros de coronación (la parte superior de la presa, de gravedad y 63 metros de altura, donde se encuentran las maquinarias y demás ferralla), sus 103 hectáreas (1,03 km2) de superficie y su capacidad máxima de 15,8 hectómetros cúbicos, hablan de un proyecto bien ambicioso. Así como las huellas de la obra necesaria (canteras, depósitos de áridos, silos de cemento).
Pero el Amadorio, como buen río mediterráneo estacional, lo mismo ofrece una imagen de pantano paseable a pie enjuto (algo no muy recomendable por posibles pozas o charcas fangosas escondidas) o lleno a rebosar, carpas incluidas. El paisaje resultante siempre es disfrutable, tal vez desde las áreas recreativas. El agua es lo que tiene, que crea mundo.