Rubén Jordán Flores / Compositor y maestro de Capilla
Ilusionado director de la banda municipal de Urda (Toledo), maestro de capilla de la Basílica del Santísimo Cristo de la Veracruz, en la misma localidad; tutor de composición musical en la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores, Rubén Jordán (Alicante, 13-febrero-1987) vive intensamente la música. También como premiado compositor, cuya discografía arranca en 2015 con ‘Miró mi corazón’, con recitados de su admirado Antonio Gala (1930-2023).
«No hacemos más que ponernos límites personales: no puedo con esto»
Decía Bruce Lee: “Si te acostumbras a poner límites a lo que haces, físicamente o a cualquier otro nivel, se proyectará al resto de tu vida”.
Me gusta mucho esta cita, creo que es fiel reflejo de los tiempos que vivimos. Nos venden en todos los lados que tienes que creer en tus sueños, que todo es posible si te lo propones -dentro del sistema, claro-. Pero no hacemos más que ponernos límites personales: no puedo con esto, con lo otro, qué duro es trabajar, esto no es para mí…
Pasa mucho en la música, al menos en el mundo musical que me rodea… No puedo tan rápido, o tan piano, no puedo, no puedo, no puedo… Échale narices al asunto y camina de frente. Por lo menos vamos a intentarlo…
Llega el comienzo de siglo y la Fundación Antonio Gala.
La Fundación ha sido la experiencia de mi vida como músico y creador. Además, enlaza muy bien con la pregunta anterior. Mira, fui a la convocatoria sin ninguna expectativa, porque presenté un proyecto donde proponía poner música a poemas de Antonio Gala, algo que ha hecho mucha gente, y ya me daba por descartado.
Pero me llamaron para la entrevista: era finalista, sin saberlo, en una criba de más de ochocientas personas. Y… todos conocemos el carácter y la sorna de Antonio Gala. Cuando estaba entrando al salón donde se celebraba la entrevista, acompañado de José María Gala, actual director de la Fundación, escuché decir a Antonio: “¿quién es este gilipollas que me traéis ahora?”.
Vaya entrada…
Claro, alguien que le conocía por sus apariciones televisivas y por haber leído algunos de sus libros, no esperaba que le llamaran gilipollas antes de ser entrevistado. Entré como si no hubiese oído nada y me limité a responder a todas las preguntas lógicas de los miembros del patronato, y también a las menos lógicas (al menos así me lo parecían entonces) de Antonio Gala.
Tenía tan pocas expectativas en ser seleccionado… Aunque estaba realmente contento de haberle conocido, así que pedí hacerme una foto con él (por si no volvía), lo que, según supe después, nadie había osado hacer. Y un mes después de la entrevista, me vi como el único músico seleccionado para formar parte de la duodécima promoción.
«Se tiene que avanzar, porque siempre habrá alguien que intente chafarte»
¿Cómo fue estar allí?
Pasé un año viviendo en el Convento del Corpus Christi de Córdoba, pleno casco histórico, conviviendo con poetas y artistas plásticos. Ahí desarrollé un proyecto musical materializado en el CD ‘Miró a mi corazón…’, en el que Antonio Gala recita sus poemas acompañados de mi música, su última colaboración musical antes de retirarse.
Aquello me ayudó a creer en mi trabajo, me posibilitó descubrir si realmente quería dedicar mi vida a la creación y a la música, trajo a mi vida a gente maravillosa y fui realmente consciente de que hay que luchar y pelearlo todo siempre. A veces se gana, otras se pierde, pero hay que avanzar sin autolimitarse, porque siempre habrá en tu entorno alguien que intente chafarte.
Siempre citas a tus maestros. Tú ahora también lo eres. ¿Preparado para ser referencia de futuros músicos y compositores?
Creo fielmente en el significado de la palabra ‘maestro’, no sólo como persona que enseña un arte teniendo un título para hacerlo (que lo tengo), sino también como compositor. Más todavía por el simbolismo que lleva consigo de transmisión de conocimiento, de una manera de entender la música y la vida, a veces dos entes indisolubles.
Esto es lo que muchas veces no se entiende, quizá, de mi forma apasionada de trabajar, y es que cuando hago música, componiendo, como docente, dando una charla o dirigiendo, no sólo pongo sobre la mesa lo poco o mucho que pueda saber, pongo mi vida en ese momento al servicio de la causa. Así que, claro, tengo absolutamente presente a mis maestros.
¿Y son…?
Antonio Gala, Marco Antonio Coronel, Joan Enric Canet, Ricardo Llorca o Antón García Abril. Desde la dirección musical, Francisco Amaya, Pascual Osa, Rafael Albiñana, Roberto Montenegro, Borja Quintas, Alejandro Muñoz, Miguel Ángel Cañamero… En otros ámbitos de la música, Orlando Regidor, Luis Seguí, Joan Iborra…
Todos ellos han sido mis maestros en el más amplio sentido de la palabra, porque en su momento, en su lugar y en mayor o menor medida, me dieron un impulso para seguir. Así que, por supuesto, me gusta que me llamen ‘maestro’, porque creo en su significado, y en la trascendencia del oficio, por eso me gustaría ser referencia para otros.
«En la docencia deberían estar los mejores para formar futuros mejores»
¿Existe realmente tanta vocación musical como parece? ¿Se fomenta desde las instituciones?
Creo que hay mucha vocación musical, pero hay que saber dónde buscarla. El mundo de la docencia en el campo de la música, por ejemplo, está plagado de vocación, pero el sistema es tan corrosivo que mata la frescura en poco tiempo. Se busca un puesto laboral fijo, como es lógico.
Tenemos un sistema mediante el cual una vez entras, tienes las alas cortadas (hablo lógicamente de todo lo que tiene que ver con funcionariado, personal laboral de instituciones). Solo puedes dedicarte a lo estrictamente relacionado con la plaza que has obtenido. Todo tiene que quedar apartado -salvo que pidas mil compatibilidades y pierdas parte de tu sueldo-, sin poder seguir creando o llevar una vida artística paralela.
Eso es triste.
Porque nos lleva a la paradoja de que muchos docentes no se dedican a lo que enseñan: directores que no dirigen más allá de una asignatura del conservatorio, compositores que no componen, profesores de análisis que no dan conferencias ni publican… Es una pena, porque en la docencia deberían estar los mejores para formar a los futuros mejores, pero se dan este tipo de paradojas.
Todo esto, seguramente, merma la vocación, entramos en procesos de inercias y rutinas que traen comodidad e inmovilismo. También tengo que decirte que no todo es así: muchas veces quienes se dedican a la música, de manera ‘amateur’ o profesional, no son conscientes de su potencial.
¿Por ejemplo?
Mira, llevo cerca de un año siendo director titular y artístico de la Banda Municipal de Urda. Una banda pequeña, fundada en los años 40; de un pueblo pequeño, unos 2.000 habitantes. Pero con gran vocación musical, más de la que podría parecer, aunque no son conscientes de su potencial. Son un diamante en bruto y tienen los mimbres para ser una de las mejores bandas de la provincia de Toledo.
Las inercias y las propias autolimitaciones actúan como bosque frondoso que impide ver que más allá reluce y guía el sol. Afortunadamente son gente maravillosa que comienzan a ser conscientes de lo que pueden ser, y tener delante ese potencial y ser partícipe de ese despertar es verdaderamente bonito, con un pueblo, un público y un ayuntamiento que les apoya. Cuatrocientas personas en el último concierto no está nada mal.
«Entramos en procesos de rutinas que traen comodidad e inmovilismo»
La musicalidad te viene desde lejos: antes como lírica, en el poemario ‘Llévame contigo’.
Aquel libro de poemas, cuyo título surgió de una canción de mi admirado Orlando Levy, fue una liberación personal. Seguramente la calidad literaria, visto con la perspectiva del tiempo, es mediocre, pero entonces acalló muchos demonios. Además, fue una experiencia la presentación en el Hotel Abba de Alicante, gracias a las gestiones de mi querido Luis Amat.
No he dejado de escribir, pero desde el punto de vista musical, he preferido rodearme de verdaderos poetas, como Antonio Gala, Ben Clark o Manuel García. No obstante, escribo mucha música religiosa, como maestro de Capilla de la basílica de Urda, y la gran mayoría de textos -cuando no recurro a las Escrituras- son míos.
Por entonces estabas en la banda alicantina L’Harmonia.
¡Efectivamente! Guardo un bonito recuerdo de aquella etapa. Acabó por una discusión un tanto infantil, vista con perspectiva, pero tengo una estupenda relación en la actualidad con muchos músicos de la banda y con su director, José Tomás Moñinos.
Además, José Tomás y L’Harmonia me dieron la oportunidad de ejercer la docencia por primera vez, siendo muy joven, y de asumir la titularidad en dos ocasiones de la banda joven, además de dirigir a la banda titular en alguna ocasión. Sin esa experiencia no estaría donde estoy y, como le dije a José Tomás en su momento, sería maravilloso volver en algún momento como director invitado.
Tienes un máster de Cinematografía por la Universidad de Córdoba y has orquestado cortos y audiovisuales varios. Y hasta una banda sonora nueva para ‘Las aventuras del príncipe Achmed’ (1926), el largo de animación más antiguo conservado.
Componer para el cine me ha llamado siempre la atención, pero sé que es un mundo muy cerrado, que las oportunidades pueden contarse con los dedos de una mano si no tienes los contactos necesarios. Me he movido mejor con la radio o la publicidad. Uno de los trabajos más satisfactorios en los últimos años ha sido colaborar con Aragón Radio y Nacho Navarro en el programa ‘Abismo’.
¿‘Las aventuras del príncipe Achmed’? Aquello fue un parto duro. Un encargo de ‘Scarpia’, un festival de arte contemporáneo maravilloso que se celebra en El Carpio (Córdoba). Me dieron dos semanas para poner música a las casi dos horas que dura la película, que compuse para cuarteto de cuerda y dirigí en directo, en un auditorio abarrotado de niños y adultos. Fue una experiencia dura, pero me lo pasé tan bien que repetiría.