Está ahí arriba del pedestal, a caballo, transmutada la carne de ambos, jinete y equino, en puro bronce. En los jardines de El Parterre, de 1850, con el Palacio de Justicia de telón de fondo, Jaume I (1208-1276), serio, más pétreo que metálico, señala algo con su mano izquierda, mientras sujeta las riendas con la derecha. Vale, es 9 de octubre y toca paseo por espacio y tiempo.
¿Por qué el día nueve y no otro? Bueno, tradicionalmente esta es la fecha, pero en el año 1238, cuando el rey Jaume conquista València de manos árabes. Por eso es el día de la Comunitat Valenciana, desde el 15 de septiembre de 1976, aunque al bueno de Don Jaume ya lo festejábamos desde mucho antes.
Felipe V, tras la guerra de sucesión, prohíbe el 9 d’Octubre
Los mitos y la historia
Eso sí, para iniciar el viaje a lo histórico habremos de liberarnos de unas cuantas alforjas: nos pesan un tanto los mitos. El primero, según muchos historiadores, la propia fecha. Bueno, tampoco es un error, error: la liberación, y quizá la famosa y consiguiente entrada triunfal, no fue el nueve, sino un día antes, el ocho. ¿Entonces?
Lo que sí se dio fue la primera misa cristiana. Otra, el 9 de octubre, un siglo después, asentó ya la celebración, salvo algún ‘hueco’, incluso durante el franquismo. El oficio religioso se celebraba coincidiendo con Sant Donís, San Dionisio de París o Saint Denis, de quien no se tiene claro el año de nacimiento, pero sí que murió decapitado en el 250.
Pañuelos dulces
Su conmemoración lo es en el ‘aspa’ del calendario asignada por la Iglesia católica. Aquel 9 de octubre, primer centenario de la conquista de la ciudad por parte de Jaume I, se le pedía al militar santificado que acabaran las malas cosechas. Y allí también se gesta, aunque entonces lo desconociesen, una tradición típica del ‘cap i casal’, la ‘Mocadorà (o Mocaorà) de Sant Donís.
Estamos en la guerra de sucesión (1701-1714) que enfrenta a los reinos de Castilla y de Navarra contra la Corona de Aragón. Gana el candidato borbónico (por el bando) y borbón (por la dinastía), Felipe V (1683-1746), francés, nacido en Versalles, plena Isla de Francia (zona de París). Al subir al trono, finiquita los reinos enemigos y, con los Decretos de Nueva Planta (1707-1716), todo lo relacionado a ellos.
El monarca aragonés procedía en realidad de Montpellier
Origen montpellerino
Se prohibía festejar a Jaume I. La picaresca creaba una manera soterrada de seguir celebrando el 9 d’Octubre, con la actual tradición, posible síntesis de otras anteriores, de que los enamorados regalen a sus amadas un pañuelo (‘mocador’ o ‘mocaor’) con mazapanes reproduciendo productos de la huerta. Y es que Jaume I, tras fallecer en Alzira (Ribera Alta), queda identificado con las vegas autóctonas.
Aunque este no era aragonés, ni catalán, sino también de origen francés, de Montpellier, en Occitania, región que acabó siendo país dentro de países (Francia y España, principalmente). El monarca fue rey de Aragón, Mallorca y València, conde de Barcelona y Urgel, señor de Montpellier y gobernador de un ramillete de feudos occitanos y demás sinecuras.
La estatua
Bien, habrá que moverse. Jaume I continúa allí arriba. Desde que lo erigieron aquí, en 1891, aunque la idea había surgido en 1857, ha sobrevivido a mucho, incluso a la riada del 14 de octubre de 1957, que se llevó, aquí, todo el parque y, en la ciudad, todo lo que pilló. Se habla aún hoy de unos 81 fallecidos, como cifra aproximada.
El desastre de la hoy conocida como Gran Riada de València motivó, eso sí, a que el Plan o Solución Sur del nuevo cauce del Túria se aprobara el 22 de julio de 1958, se comenzara en febrero de 1965 y se ultimara el 22 de diciembre de 1969 de forma oficial, y en 1973 de manera digamos que oficialmente definitiva.
A la escultura en bronce se le incluyeron algunos anacronismos
Anacronismos en bronce
Un último vistazo al buen Don Jaume, representado, afirman los entendidos, con anacronismos, como el portar la cimera del rey de Aragón (la corona con el dragón alado), idea del leridano, o ilerdense, Pedro IV de Aragón, ‘El Ceremonioso’ (1319-1387). ¿Error del escultor? Tal vez ocurrencia de quien encargase el trabajo.
El autor, el barcelonés Agapito Vallmitjana (1833-1905), al igual que su hermano Venancio (1830-1919), con quien solía esculpir conjuntamente (hasta el punto de que hoy sus estatuas se entremezclan en cuanto a autoría), fue importante. Pero si estamos a por el encargo, pues a ello. Lo suyo, para nosotros, ahora, es decidir destino.
Visitando palacios
En 2019, justo un año antes del pandémico confinamiento, la Generalitat decidió abrir ‘9 palaus per al 9 d’Octubre’ (nueve palacios para el 9 de Octubre). Aquel año caía la conmemoración en miércoles, así que la institución autónoma (qué autonómicos son los organismos y cargos que de ella dependen) habilitó para su iniciativa el viernes 4 y el sábado 5.
Quizá sea buena idea visitar al menos un par de palacios, de los más ligados a esta historia, aunque toque simplemente ver la fachada. Los propuestos entonces fueron los de la Generalitat, de l’Almirall d’Aragó, del Temple, del Borja, de la Batlia, del Marqués de la Scala, dels Català de Valeriola, del Marqués de Malferit y d’en Bou. Pues toca mirar el mapa o escuchar la vocecilla esa del GPS.
Al almirante Roger de Lauria se le concedía el Comtat
Almirantes de Aragón
Veamos el que nos pille más cercano, aunque los tenemos prácticamente a todos arracimados por la misma zona, y a poco andando, de diez a veinte minutos, según las ganas de caminar, salvo que se elija el transporte público. Bueno, parece que el del Almirante (Almirall) de Aragón se encuentra unos pasos más cerca, así que encaminémosnos.
Hay que llegar hasta la calle del Palau o Palacio, en la que desemboca la plaza de Nápoles y Sicilia. En el vial, a mano izquierda, nos topamos con la Conselleria de Hacienda. Pasado el susto inicial, recreémonos en las hechuras góticas de un edificio cuyo solar fue cedido por Jaume I a sus almirantes del Reino o Corona de Aragón (de ahí que también se conozca como palacio dels Armiralls o Almirantes).
Los tres condados
Recordemos al respecto que el Reino de Valencia (1238-1707) estaba integrado en la Corona de Aragón, 1164-1707, aunque la historiografía actual lo adelanta a 1035, al unirse los condados de Aragón, Ribagorza y Sobrarbe, de estirpe carolingia o carlovingia (o sea, francos, dinastía de origen germano que también creó otro país dentro de países, aquí sobre todo Bélgica, Francia y Países Bajos). Pero el alcance de los ‘aragoneses’ iba más allá.
De hecho, llegaron a abarcar también los reinos de Cerdeña, Córcega, Mallorca, Nápoles y Sicilia, los ducados de Atenas y Neopatria (la griega Tesalia), y el condado de Barcelona. Entre los ‘almirantes aragoneses’ destacó especialmente el marino italiano Ruggiero di Lauria, más conocido hoy como Roger de Lauria o Loria (1245-1305). Nacido en plena Calabria (hoy la punta del pie de la bota italiana), entonces del Reino de Sicilia (el balón).
El Palau de la Generalitat fue Audiencia después de 1707
Italiano y contestano
Se le concedía a De Lauria, en 1291, el Condado de Cocentaina (el Comtat), donde falleció. Un buen pellizco de historia asociada a un edificio que sufrió en su fachada, en el XVIII, una restauración poco afortunada. Menos mal que aún se conservan los baños de l’Almirall, del XIII. Pero se nos echa el tiempo encima. Hay otro que no podemos perdernos.
Seguimos la calle del Palau, dejamos atrás la Catedral, la Seu, que ya visitamos en otros artículos, y nos plantamos en el de la Generalitat Valenciana, un edificio que combina el gótico valenciano con el renacentismo. Sembrado en el XV (comenzó a construirse en 1421, postrimerías del Medievo); la gran historia, en esta historia de historias, por la que lo visitamos, arranca entonces.
La institución
La Generalitat o Diputació del General surge en 1418, y se mantendrá hasta 1707, con el fin del Reino de València. El palacio fue construido para albergar esta institución regional. Fue luego la Audiencia hasta que la aprobación del Estatuto de Autonomía de la Comunitat Valenciana, en 1982, le devolvía el uso para el que se concibió.
El Plenari de Parlamentaris del País Valencià (desde abril, el Consell), con los 41 diputados y senadores valencianos, alicantinos y castellonenses surgidos en las urnas en las votaciones de 1977, las primeras con diversos partidos políticos desde la última República, fue el responsable. Y puede que Jaume I insuflara algo, aunque sea desde su permanente vigía a caballo desde El Parterre.