Las ciudades pueden crecer en torno a una calle, una plaza, un elemento vegetal, como esos árboles que parece que toda su vida estuvieron y estarán ahí. Y por supuesto, pueden hacerlo a partir de una construcción como, por ejemplo, un castillo. Santa Pola, en cierto modo, ha visto cómo su centro, su ‘downtown’, que dirían los angloparlantes, prosperaba en torno a una fortaleza.
Esto no tendría en principio nada de original: la cercana ciudad de Alicantelo hizo alrededor de una ciudadela y un fortín. El matiz es que en este caso la alcazaba no surgió sobre un cantil o cerro, o directamente sobre un pico de águilas, sino que se encuentra a ras del suelo, a nivel de playa, convirtiéndose en ese elemento cotidiano que siempre está ahí acompañándote, a tu mismo lado.
Clases de castillos
Para el investigador francés André Bazzana, hay siete categorías de fortalezas: la ciudadela sobre una población fortificada, el llamado castillo de itinerario (localizado en puntos de paso obligado), el cuartel o fortín de vigilancia, la fortaleza asociada a un hábitat rural permanente, el refugio temporal, una torre de alquería y la torre vigía o atalaya. Es obvio que al de Santa Pola le toca la tercera función, la de cuartel.
Es más, la propia forma no deja de recordar a un acuartelamiento: de planta cuadrada con dos baluartes (reductos fortificado proyectados hacia el exterior del cuerpo principal de una fortaleza, vamos, las dos ‘puntas de flecha’ del castillo), posee un patio central rodeado de murallas, dentro de las cuales se insertan las dependencias administrativas y vivenciales.
Su categoría es la de un cuartel o fortín de vigilancia
Un litoral bien defendido
El enfrentamiento contra los otomanos, primero y por un lado, y las incursiones de los piratas bereberes, por otro, motivaron a Felipe II (1527-1598) a trufar las costas de torres vigía y castillos como el de Santa Pola. Muchos los proyectó el ingeniero militar y arquitecto italiano Giovanni Battista Antonelli (1527-1588), quien se quedó a vivir por estos lares y adoptó el nombre de Juan Bautista Antonelli.
Antonelli remodeló, con tales fines, el castillo de Santa Bárbara (de la primera categoría), pergeñó el pantano de Tibi y diseñó las torres-vigía de la pedanía alicantina y sanjuanera de Santa Faz y las de Santa Pola. También es responsable de un hoy desterronado castillo, del que aún quedan abundantes restos y dependencias, en la sierra de Bernia (entre las Marinas Alta y Baixa), que es un clon del santapolero. Y se encargó de este.
Es un diseño del mismo autor de las torres defensivas
Al abrigo cuartelero
Santa Pola alcanzaba el estatus de villa en 1877. Las construcciones de pescadores, primero provisionales, más tarde de obra, comenzarán a crecer arracimadas en torno a la fortificación acuartelada erigida en 1557. Hasta aquí, si se quiere, todo normal. Las ciudadelas, o sea, las fortificaciones del primer tipo, por ejemplo, acogen a poblaciones a sus faldas que crecen intramuros, hasta que lo hacen tanto que ya se expanden, los arrabales, extramuros.
En el ‘Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar’ (1845-1850) de Pascual Madoz (1806-1870) se señalaba que en 1849 el castillo constaba de “24 pabellones, 2 almacenes, 2 hornos de pan cocer, 1 aljibe en medio de la gran plaza, y 1 iglesia ó ermita dedicada a Ntra. Sra. de Loreto (…) 2 cañones de a 12, y una guarnición fija”.
Llegó a servir incluso como plaza de toros
Múltiples funciones
Resultan interesantes los datos y la fecha porque el 9 de julio de 1859 el ayuntamiento se hacía cargo de la fortaleza. Lo primero que hizo fue intentar quitarle el carácter de acuartelamiento, en unas fechas en las que los peligros del mar al menos se habían minimizado mucho. Tras las obras de reforma, no siempre afortunadas, el pétreo fortín fue ganando una peculiar familiaridad en la población santapolera.
Dejó de ser ese lugar que se visita para convertirse, también, en donde solucionar trámites: fue casa consistorial, cuartel de la guardia civil, juzgado de paz, hospital. Hasta coso taurino. La ciudad fue creciendo, en la práctica, irradiada desde el castillo hacia el sur (la zona turística playera), el oeste (el meollo urbano) y el norte (la zona residencial, tanto la lujosa como la de la clase media).
Pérdida de influencia
Con la constitución, el 24 de agosto de 1984 a las siete y media de la tarde, según las actas de la primera junta general de la entonces urbanización y hoy pedanía de Gran Alacant, se iba a dar el primer crecimiento urbano santapolero no emanado, al menos físicamente, desde el fortín y la contigua plaza de la Glorieta, además del cercano mercado central.
El cuartel finalmente, con sus aparcamientos subterráneos que en algo paliarán un nivel freático (parte superior de un acuífero), en una construcción a nivel del mar, que no es el mejor amigo del mortero utilizado en su obra, ha ganado finalmente, del todo, una función cultural, museística y también abierta al turismo. Aunque puede que, eso sí, al perder ese carácter de familiaridad, también se haya desvanecido la capacidad irradiadora. Pero, bueno, ahí sigue.