De pronto, te sientes un ser diminuto en un juego de gigantes. La presa de Benagéber (Los Serranos) alcanza unas cifras mareantes: 1.206 hectáreas (12,06 kilómetros cuadrados), con un volumen total de 230 hectómetros cúbicos (230 mil millones de litros) y 527 metros como máximo nivel del embalse. Pero nada como asomarse sobre su coronación, la parte superior, que puede recorrerse en automóvil, andando o en el medio de transporte del momento.
El agujero de aliviadero resulta sencillamente descomunal. Además, si has venido quizá desde la relativamente cercana Tuéjar, te llena la visión todo lo que hubo que construir retrepando la montaña: depósitos de áridos, silos de cemento, viviendas de los obreros (resultaba más barato armar todo allí). Si lo ve Peter Jackson, rueda otra sobre Tolkien. Pero no fue la única levantada por estos lares en el siglo XX.
Planes hidrológicos
La centuria anterior arrancaba fuerte en cuestión de planes hidrológicos, con uno ya en 1902. El Estado asumió la gestión de aguas en plan duro, fuertemente intervencionista y con la construcción de presas como bandera. Sucedió durante el reinado de Alfonso XIII (1886-1941), oficialmente de 1886 a 1931, aunque no asumió la corona hasta los dieciséis años, precisamente en 1902.
Coincidió con la dictadura de Miguel Primo de Rivera (1870-1930), de 1923 a 1930, notablemente intervencionista y proteccionista. Caracteres que no desaparecieron con la Segunda República (1931-1939, con la guerra civil llenando el panorama vivencial desde 1936), y que se iban a potenciar aún más durante el Régimen del general Francisco Franco (1892-1975).
En los cincuenta se llegaron a inaugurar hasta cuatro por año
El helicóptero estatal
Durante las primeras décadas del franquismo, hasta 1955, llegó a darse un ritmo frenético de inauguración de presas de hasta cuatro por año. En 1950 se contabilizaban ya 270 frente a las sesenta de comienzos de la centuria. La de Benagéber, por ejemplo, recibió el bautismo, popular o inducido, de ‘presa del Generalísimo’, y se inauguraba el 28 de mayo de 1952, aunque las obras, iniciadas en 1933, se prolongaron hasta 1955.
Cabe la anécdota al respecto de que muchas poseen una explanada asfaltada más o menos cercana: era la pista de aterrizaje de helicópteros, lo que de paso cebó más el mito tras el icono recurrente de Franco inaugurando pantanos. Y hubo más construidos en la hoy Comunitat Valenciana durante el pasado siglo. Como, si vamos de norte a sur, la del Regajo o Regall.
Se habilitaba una explanada cercana para aterrizaje de helicópteros
Primera parada
Inaugurada en 1959, con una superficie de 82.000 hectáreas (820 kilómetros cuadrados) y seis hectómetros cúbicos (seis mil millones de litros) de capacidad, posee, como casi todas a estas alturas, sus consiguientes zonas de ocio, con lo que se le suma, a la puramente funcional, la labor turística y recreativa. Ubicada en Xèrica (l’Alt Palància), recoge, entre otras, las aguas del río Palància, nacido en la castellonense sierra del Toro.
Anotémoslo como primera gran parada para este cauce, que comprende un amplio sistema de azudes y embalses como la presa de Algar, en Algar de Palància, en la misma comarca. Con 69 hectáreas (0,69 kilómetros cuadrados) y seis hectómetros cúbicos, se inauguraba el 1 de enero del 2000, por lo que casi se nos escapa. Realmente, por razones quizá metafísicas, no gozó de compuertas hasta 2005.
Las obras de la primera de Tous se interrumpieron en 1964
Una red de caudales
En la provincia de Valencia, irrigada por caudales como los del Cabriel, el Magre, el Serpis, el Túria o el Xùquer, la apuesta sube, aunque en ocasiones tuviese su punto. Tristemente famosa fue la descomposición de una sobrepasada presa de Tous, que se había construido, irónicamente, para prevenir las avenidas del Xùquer. Eso fue la primera, de errática construcción iniciada en 1958, con las obras paralizadas en 1964 para reanudarse en 1974.
El 20 de octubre de 1982 el agua entraba en las viviendas. En Alzira, por ejemplo, se superaban los cuatro metros. Renació en 1996, con 1.536 hectáreas (15,36 Kilómetros cuadrados) y capacidad de 792 hectómetros cúbicos (792 mil millones de litros). Destaquemos también el embalse de Buseo, por Xera (La Serranía), de 58 hectáreas (0,58 kilómetros cuadrados) y 7,5 hectómetros cúbicos (7.500 millones de litros), por primerizo, levantado entre 1903 y 1915.
Por la seca Alicante
Más seca, la provincia alicantina cuenta con muchos embalses y diques, bastantes muy veteranos, pero destaquemos, del siglo XX, el de Beniarrés (el Comtat), de 1958, con 268 hectáreas (2,68 kilómetros cuadrados) y treinta hectómetros cúbicos (treinta mil millones de litros); o el de Guadalest (1966), de 86 hectáreas (0,86 kilómetros cuadrados) y trece hectómetros cúbicos (trece mil millones de litros), que curiosamente nunca gozó de inauguración ‘generalísima’.
También el del Amadorio (1957), entre Orxeta y la Vila Joiosa (Marina Baixa), con 103 hectáreas (1,03 kilómetros cuadrados) de superficie y de 15,8 hectómetros cúbicos (15.800 millones de litros) de capacidad máxima, aunque muchas veces está vacío. O el más reciente de la Pedrera, en Orihuela (Vega Baja), de 1980, 1.272 hectáreas (12,72 kilómetros cuadrados) de superficie y 246 hectómetros cúbicos (246 mil millones de litros). La sed es mucha y toca estrenar pantanos.