Es lo que tiene esto de la infancia y la juventud: que llegaban las vacaciones y te preparabas para jugar en la calle, mientras preguntabas de cuando en cuando por la hora para no llegar tarde a casa, disfrutar sesteando, bañarte en la playa… y entonces te caía lo de los “deberes”, el libro-que-pregunta-de-todo, heredero muy directo de aquellos con los que estudiaron tus padres, del tipo ‘Grado medio’. Tocaba consultar la enciclopedia.
¿El inventor? No es que lo inventara, pero sí lo enriqueció y potenció. Aunque el eclesiástico valenciano Vicente Tomás Tosca Mascó (1651-1723) tenía de dónde estriar, estantes mentales llenos de sabiduría acumulada, digerida y razonada: arquitecto, cartógrafo, filósofo, físico, gramático, matemático, teólogo. De casta le venía. Por ejemplo su progenitor, Calixto Tosca de los Ares (sabemos hoy que falleció al primer año de vida del futuro “padre Tosca”).
De tales padres
Calixto Tosca fue eminente doctor en medicina, además de catedrático en teórica (presumiblemente, física teórica) en el Estudi General (la Universidad de València, fundada en 1499). Quizá dejó la casa, en la calle Serranos (en el 29, hay una placa al lado de la puerta), llena de apuntes, libros y puede que un espíritu que la madre de Vicente Tomás Tosca, Francisca Mascó, también de biografía disuelta, interiorizó.
Con tales mimbres, se hizo cargo de la educación de su hijo hasta que en 1678 este ingresa en la Congregación de San Felipe Neri, institución de religiosos y seglares (laicos) fundada por el santo florentino (1515-1595) en 1575, y que, extendida por Europa mediterránea e Hispanoamérica, se establecía en València en 1645 (se mantendrá aquí activa hasta 1837). La hilazón entre religioso y comunidad resultó tal que ejerció para esta incluso como arquitecto.
Fue arquitecto de la iglesia de Santo Tomás y San Felipe Neri
Haciendo líneas
Al pensador y científico valenciano le debemos, ya al frente de la congregación, el diseño y construcción de un monumento barroco de la categoría de la iglesia de Santo Tomás y San Felipe Neri (erigida entre 1727 y 1736, con el padre Tosca ya fallecido), en la plaza de San Vicente Ferrer, a un cuarto de hora o veinte minutos andando desde la casa natal.
Bueno, esto lo debía saber muy bien Vicente Tomás Tosca, porque llegó a conocerse la ciudad mejor que la palma de su mano. Para los anales valencianos queda que aquel sacerdote que iba de un sitio a otro “fent ratlletes”, haciendo rayitas, dibujando líneas, consiguió con estos apuntes el mejor, más completo y perfeccionado mapa que llegó a existir sobre el ‘cap i casal’.
Confeccionó en 1704 el más completo mapa de València ciudad
Pluridisciplinar
Fechado en 1704, solo tenía un precedente de excepción, el confeccionado en 1608 por el cartógrafo, comerciante y pintor italiano, afincado en Madrid, Antonio Mancelli (de quien solo sabemos que falleció en 1645). Ahora bien, ¿tanto saber? En estos tiempos en que la especialización, ser el mejor en algo en concreto, se ha impuesto a la idea renacentista (siglos XV al XVI) de la persona que es capaz de dominar varias materias, resultará absurdo.
Quienes destacaron por entonces lo tendrían hoy crudo, por “dispersos”, ante un “reclutador” de personal. Pero en aquel momento el dominio de varios saberes prestigiaba. Buen caldo de cultivo para preparar a las personas que iban a gestar lo que se denominó el Siglo de las Luces, el XVII, el de la revolución científica, la cuantificación y teorización rigurosa a partir de lo medible y medido.
El ‘Compendio mathematico’ comprende nueve tomos en la edición definitiva
De origen religioso
En España, como en la mayoría de Europa, iban a ser los centros religiosos, monasterios, congregaciones, necesitados de la tecnología (ciencia aplicada) para regir su ‘ora et labora’, para comprender los fenómenos de la naturaleza, antes o después divinizados ante la feligresía, los emplazamientos donde se traducían los clásicos, se mejoraban, se investigaba. Pese a la idea general, fue desde allí donde se recuperó la ciencia.
No habrá de extrañar que religiosos, con mayor o menor encuentro o desencuentro con la Iglesia como institución, fueran en su mayoría quienes crearan iniciativas como los Novatores, que, desde València, Sevilla y Zaragoza, se adelantaron por un siglo a la Ilustración francesa, del XVIII, y el derivado enciclopedismo, la idea de la divulgación. Y entre los fundadores del movimiento, ¿cómo no?, el siempre muy activo Vicente Tomás Tosca.
Los compendios
¿Y lo de los libros? Ese afán divulgativo llevó al religioso a embarcarse en una obra magna, ecléctica hasta lo indecible en su afán de abarcarlo todo, pero siempre basándose en la experimentación, en el método científico rigurosamente aplicado. Nacía así el ‘Compendio Mathematico, en que se contienen todas las materias más principales de las ciencias, que tratan de la cantidad’ (1707-1715).
Nada menos que cinco tomos en su primera edición, nueve en la definitiva, abarcando desde los estudios más antiguos al mecanicismo de Isaac Newton (1643-1727). Para que todo estuviera completo. Y para que no hubiese descontento, los seis libros del ‘Compendium philosophicum’ (1754), donde incluyó materias como la cosmología, la lógica o la metafísica. ¿Quién lo iba a decir del ‘capellà de les ratlletes’?