Entrevista> Joan Borja / Editor de ‘Contes a la fosca’ en Aila Edicions
Primero fue la palabra y luego, milenios después, los sumerios pusieron las bases para desarrollar la escritura tal y como ha llegado a nuestros días. En todo este tiempo, empero, la tradición oral nunca ha dejado, a través de los cuentos, de tener una importancia capital en la construcción de las sociedades.
Historia intangible que, gracias a proyectos como ‘Contes a la fosca’, queda impresa para las generaciones posteriores y para que la voz de un pueblo, que decía Estellés, no se vea callada nunca.
‘Contes a la fosca’ es un compendio de veinticinco cuentos narrados tradicionalmente por vecinos ya no de Altea, sino del barrio de l’Horta. ¿Por qué algo tan pequeñito y tan local?
Soy de la opinión de Macondo, de que es la ciudad literaria de ‘Cien años de soledad’ no puede ser una referencia más local. El mundo siempre está hecho de espacios locales. Una cosa es lo local y otra muy distinta es cómo tejemos, a partir de referencias locales, ideas universales. Siempre he pensado que desde una voz propia y desacomplejada es desde donde podemos construir la sinfonía de la universalidad.
El barrio de l’Horta es muy local, pero no por ello debe renunciar al arte de las palabras, que es la literatura.
«Desde una voz propia y desacomplejada es desde donde podemos construir la sinfonía de la universalidad»
Se lo voy a decir muy claro: me parece una iniciativa tan loca como genial. Habrá quien diga que la locura y la genialidad van de la mano.
(Ríe) Coincido contigo. Lo digo sin ningún tipo de vergüenza, porque no es una idea mía. Yo, como responsable literario de Aila Edicions, sólo soy el responsable de la edición. Todo nace a partir de la experiencia del cuentacuentos de Altea, que ya tiene veinticinco años. Es ahí donde nace la idea de hacer un libre a partir de las historias que los vecinos se explican entre ellos en las noches de verano.
Todo en esta aventura, desde la imagen de un pueblo contándose historias en una noche de verano, al uso de la propia palabra como instrumento, tiene un enorme halo de romanticismo.
Se trata de seducir a los niños y a los mayores con la palabra desnuda. Para ello, hemos contado con la complicidad de un ayuntamiento receptivo como es el de Altea.
«‘Pretty Woman’ no es una historia para niños, pero ¿qué es ‘Pretty Woman’ si no es la adaptación de Hollywood de ‘La Cenicienta’?»
La palabra cuento nos lleva a la niñez, pero sería un error considerar que todos son literatura infantil. A los adultos, insisto, nos lleva a un lugar que para la mayoría de nosotros fue feliz. ¿Eso es algo que se tiene en cuenta cuando se apuesta por editar un libro así?
Claro que sí. Siempre que editamos un libro lo hacemos para los niños… los niños que los adultos conservamos dentro de nosotros mismos. Los cuentos, a priori, podrían parecer que son para los más pequeños, pero eso no es verdad. Si te paras a pensar, una historia como la de ‘Pretty Woman’ no es una historia para niños, pero ¿qué es ‘Pretty Woman’ si no la adaptación de Hollywood de ‘La Cenicienta’?
Al final, un cuento no es más que la expresión mínima de la fantasía, de la narratividad. Eso es algo que seduce a los niños y, para siempre, al niño que llevamos dentro los adultos.
O sea, ‘Contes a la fosca’ no es un libro para niños.
No es un libro para niños… es un libro que también es para niños. Es una obra coral y sus veinticinco autores tienen desde más de ochenta años a otros que no llegan a tener diez años. Ellos son autores, público, protagonistas y lectores de este libro.
«Estoy seguro de que dentro de sesenta años, los autores más jóvenes de esta aventura seguirán jugando al juego de la fantasía»
Los cuentos, desde los de los hermanos Grimm a los más sesudos Cortázar, Kafka o Poe, están repletos de las leyendas, las fábulas o las fantasías de los lugares de donde son sus autores. ¿Las temáticas de los cuentos de Altea qué tienen en común?
Lo que has dicho es verdad sólo a medias. Los especialistas en endopoética explican muy bien que los cuentos son, a la vez, populares y universales; son como las personas. Si quieres saber de qué está hecho un pueblo, examina cómo es su imaginario, y lo primero que podrás deducir es que no hay ninguno que no esté en contacto con el resto de pueblos.
Pese a las singularidades, las historias son universales. En ‘Contes a la fosca’, por ejemplo, hay una versión del mito del caballero Roldán, que en Benidorm es muy local por la historia del Puig Campana y la isla. Pues ese personaje nos remite a uno de los doce pares de Carlo Magno y que, a su vez, es el motivo nuclear de la ‘Chanson du Roland’, un poema francés del siglo XI.
¿Cree que si se escribiera otro ‘Contes a la fosca’ cuando el autor más joven de esta edición tenga la misma edad del más mayor, las temáticas habrán cambiado mucho?
Serán las mismas y cambiarán. Sucederán las dos cosas a la vez porque el mundo se reinventa cada cierto tiempo, pero lo hace sobre la base de una tradición. Estoy seguro que dentro de sesenta años los autores más jóvenes de esta aventura seguirán jugando al juego de la fantasía.
Respiramos como en el Paleolítico y nos enamoramos de forma muy similar a como lo hacía Ausiàs March o el Tirant Lo Blanc. Hay cosas de la condición humana que no cambiarán nunca.