Citar a alguien a veces no es solo hacerlo con él, sino que has de ampliar el campo humano: recordar al universal cartelista, diseñador, pintor y teórico del arte valenciano Josep Renau (1907-1982) no es solo hablar de sus trabajos artísticos para el bando republicano durante la Guerra Civil, o de sus mundialmente alabados fotomontajes. Invocar aquí su nombre significa también aludir a toda una pléyade de grandes artistas.
Para empezar, la destacada cartelista, editora, escritora, grabadora, pintora y poeta valenciana Manuela Ballester (1908-1994). No solo existió permanente y mutua influencia entre ambos creadores. Es que directamente se casaron en septiembre de 1932. De sus hijos, gozó de reconocimiento público el ingeniero Ruy Renau Ballester (1934-2008), quien comenzó trabajando en el taller de artes gráficas de sus padres.
De casta venían
Cualquiera podría decir que a Josep Renau y a Manuela Ballester el asunto les venía en los genes, Ambos eran hijos de dos destacados nombres del arte valenciano: Josep del profesor y restaurador José Renau Montoro (1875-1941), Manuela del escultor e imaginero Antonio ‘Tonico’ Ballester (1910-2001). Renau hijo estudió entre 1919 y 1925 en la hoy Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, fundada en 1768, de la que su padre fue profesor.
También trabajó, al mismo tiempo, en la mítica imprenta-litografía Ortega, nacida en 1871 en la calle Ruzafa (instalada en 2003 en el parque tecnológico de Paterna, desaparecía en 2008). ¿Una de sus especialidades? La cartelería, donde despuntaría Renau en plena guerra civil (el artista se afiliaba al Partido Comunista en 1931). Nombrado en 1936 director general de Bellas Artes, fue él quien encargó el futuro ‘Guernica’.
Mientras estudiaba, trabajó en la imprenta-litografía Ortega
Nuevas técnicas
Si el Renau cartelista en la contienda española ya ha pasado por sí solo a la historia del arte, y eso solo atendiendo a cuestiones cualitativas, el Renau de los fotomontajes, o el diseñador, que los aúna a todos, incluso al pintor, no tardó en cobrar su propia entidad. El fotomontaje parte de la técnica del collage, es decir, pegar diversos elementos para lograr una obra artística.
Resulta interesante conocer que la invención del collage creativo se le atribuye indistintamente al español Pablo Picasso (1881-1973) o al francés Georges Braque (1882-1963), ambos considerados iniciadores del cubismo pictórico. Es decir, a dos nombres fundamentales en las vanguardias gestadas en suelo galo, y a las que Renau se inscribirá al principio en la distancia. Eso sí, con su peculiar enfoque.
Fue él quien encargó a Picasso el futuro ‘Guernica’
El toque personal
El fotomontaje, cuya invención se atribuye al fotógrafo inglés Henry Peach Robinson (1830-1901), antes pintor academicista, gana una pronta aceptación entre los vanguardistas, en especial en la corriente surrealista, que preconiza el arte por el arte, con los sueños como iluminación. Lo bello “como el encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas sobre una mesa de disección”, según el escritor y poeta francés André Breton (1896-1966), teórico del movimiento.
Pero Josep Renau toma el aliento irónico de los fotomontajes, por ejemplo, de un Max Ernst (1891-1976, alemán afincado en Francia) o Man Ray (1890-1976, estadounidense residente en el país vecino) y le aplica, siempre, un matiz político, que deviene crítica feroz a los vicios occidentales, prefigurando la obra de autores como el británico Richard Hamilton (1922-2011), para muchos el fundador del ‘pop-art’ y autor de críticos collages fotográficos.
En 1931 llegó el triunfo de Renau en Nueva York
En el lugar indicado
Al margen del dolor vital, obvio, a Renau los vaivenes del existir le llevaron casi siempre, en su carrera creativa, al lugar indicado en el momento correcto. La Guerra Civil española (1936-1939) descubrió al gran cartelista Renau, inspiración, al margen de las ideas políticas de la persona ‘inspirada’, de artistas mil. Su exilio le lleva a México, a un paso de Estados Unidos, ambos países compartiendo Norteamérica con Canadá.
Si prácticamente los dos primeros tercios del siglo XX fueron los de la vanguardia artística francesa, con epicentro en París, a partir de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) iba a ser Estados Unidos como nación, y Nueva York como ciudad, donde la delantera creativa aposente sus reales. Para cuando, agostada París por la contienda y la ocupación alemana del país (1940-1944), los nuevos ‘vencedores’ se convirtieron en polo de atracción, Renau ya estaba allí.
Triunfo en Nueva York
El triunfo de Renau en Nueva York llegó pronto. Aún faltaba para que se activara la ‘caza de brujas’ (1950-1956) desatada en el país vecino a México por el senador republicano Joseph McCarthy (1908-1957), para la persecución del comunismo y de “los enemigos de América”. En la Exposición Internacional de Nueva York de 1939, sobre el ‘Mundo del mañana’, Renau, a punto de exilio, presentaba su serie de fotomontajes ‘13 puntos de Negrín’.
El creador plástico valenciano iba a ahondar más en el cartelismo, desde su residencia mexicana, que amplió notablemente al servicio de estrenos y reestrenos cinematográficos, y prosiguió experimentando e innovando desde la pintura y el fotomontaje. Eso sí, en España, hasta el comienzo de la democracia, pese a su fama e importancia internacionales, Renau desapareció hasta de las enciclopedias.