Hay lugares impregnados de historia, otros son ellos mismos pura Historia, con mayúsculas. El Puig de Santa Maria, en l’Horta Nord, plena área metropolitana de València ciudad, no solo vio pasar a personajes como Rodrigo Díaz de Vivar (El Cid Campeador, 1048-1099) o Jaume I (1208-1276), sino que incluso fue escenario de aconteceres varios para los respectivos cachos de Historia a ellos asociados.
Estos hechos de los que lustran e ilustran enciclopedias generaron también monumentos. Como el monasterio de Santa María del Puig o el Real Monasterio de los Padres Mercedarios del Puig de Santa Maria, levantado frente al ánima de la fortaleza, que también sirvió de teatro de operaciones para otra batalla con el mismo planteamiento de antesala a la conquista de Balansiya (València).
Flujos y reflujos
Añadamos antes de qué va esto de Conquista, Reconquista y tal. Una especie de vodevil si no fuera porque en este caso no hubo risas, sino gritos, mandobles y tentetiesos por doquier. Si vamos a la concepción clásica, la Reconquista arrancaría, allá por la asturiana Cangas de Onís, con la batalla de Covadonga (el 718 o el 722, según crónica), muy poco después de que comenzase, en el 711, la invasión islámica de la península.
El finiquito de la España muslime gozaría de fecha más clara: el 2 de enero de 1492, al tomar Granada. Verdaderamente, todos esos ciclos conformaron una especie de flujo y reflujo, olas de mar que traían sucesivamente conquista, pérdida, reconquista. El Cid y Jaume I suponen, en esta película histórica, dos de los actores principales, al margen de la campaña final de los Reyes Católicos.
Rodrigo Díaz de Vivar fue realmente un soldado de fortuna
Relatos heroicos
Comencemos con Rodrigo Díaz. El cantar de gesta (narración épica de gran extensión, generalmente en verso), ‘El Cantar del Mío Cid’, contribuyó a su mitificación. De autor desconocido, aunque se hayan sugerido varios nombres: el responsable de la copia conservada, de 1207, Per Abbat (Pedro Abad, de biografía ignota), o un jurista árabe llamado Abū ‘l Qāsim, o, lo más probable, algún juglar a sueldo para crear un relato heroico.
Había que dar fe del poderío cristiano, y qué mejor que esta bien hilada narración edificante (y a ratos tremendista): calidad y heroicidades. La jugada, a propósito de esta figura histórica, se repetirá en pleno franquismo al apoyar la superproducción hollywoodense de Samuel Bronston (1908 -1994) ‘El Cid’ (1961), dirigida por Anthony Mann (1906-1967, a la sazón casado con Sara Montiel, 1928-2013), reivindicada hoy por su calidad cinematográfica.
Construyó la villa amurallada, origen de la población actual
Soldado de fortuna
Pero es que Rodrigo Díaz fue realmente un soldado de fortuna, con su propio ejército, eso sí. Mercenario al servicio indistinto de señores cristianos y musulmanes, para cuando toca batalla en El Puig de Santa Maria, prácticamente guerrea por su cuenta. En la península ibérica, el caudillaje muslime se encuentra dividido, tras la caída del califato de Córdoba (929-1036), en diversas taifas (‘bandos’ o ‘facciones’), en ocasiones peleadas entre sí.
La ejecución por otra facción sarracena de Al-Cádir, el 28 de octubre de 1092, rey de Balansiya desde 1085 y amigo o protegido de El Cid, cabrea a este. Lo que sigue a continuación es una feroz batalla en el castillo de Enesa, también conocido como de la Patá o de Cebolla (las ruinas pueden visitarse en una de las colinas de la población, con el monasterio bien visible allá abajo a mano derecha desde las escaleras).
La Virgen del Puig fue nombrada patrona capitalina en 1667
La villa amurallada
Rodrigo Díaz lo tomó, reconstruyéndolo y creando la villa amurallada, que generó la población de 8.792 habitantes censados en 2022, y desde allí preparó el asalto del futuro ‘cap i casal’, en 1094. Pero València, en este oleaje histórico, volverá a manos musulmanas, dos años después de morir El Cid. Sucedieron más reflujos, pero el de 1238 se considera fundacional, con la entrada triunfal de Jaume I.
Hubo batalla previa… en el Puig de Santa Maria. Esta vez la parte principal de la contienda se desarrolló sobre todo en una pequeña colina, más bien suave elevación, justo donde desde 1240 se erigiría el imponente monasterio, por orden del propio monarca (la visitable, menos los lunes, obra actual se fecha en los siglos XIV, XVI y XVII). El choque de ejércitos acontecía en 1237.
Cabecera de puente
En el fondo, lo que patentiza esta obra que combina neoclasicismo, gótico, renacimiento o románico, es cómo ambos guerreros acabaron por utilizar la población como cabecera de puente para la toma de la capitalina València. Pero en medio fueron trufando el lugar de obra arquitectónica con solera. Este complejo, por ejemplo, regido por la orden de los Padres Mercedarios, de 1218, fue declarado Monumento Histórico-Artístico Nacional en 1969.
Desde el monasterio, la devoción a la Virgen del Puig (monte o colina, precisamente), propiciada por el creyente Jaume I, se iba a propagar por la hoy Comunitat Valenciana, cobrando especial importancia en el ‘cap i casal’ al ser nombrada patrona de la ciudad en 1667, aunque el 21 de abril de 1885 recogió tal honor la Mare de Déu dels Desemparats. Cosas de la Historia.