El más mediático. Aquel del que se habló y se sigue contando. El 21 de marzo de 1829, a las seis y cuarto de la tarde, en las coordenadas 38° 5′ N 0° 41′ O, o sea, con epicentro en Torrevieja, pero en un área que también comprende otras localidades de la Vega Baja del Segura, como Benejúzar y Rojales, se desató un apocalíptico terremoto de 6,6 grados en la escala sismológica de Richter.
No solo afectó a la comarca; se pudo sentir prácticamente en toda la zona sur de Alicante y provincias limítrofes. Anotadas quedan las cifras: 389 muertos, 377 heridos y 2.965 viviendas completamente desterronadas. Pero lo más importante es que sigue figurando en crónicas y libros de historia como señal de que, por la Comunitat Valenciana, también se mueve la tierra bajo nuestros pies.
Otros fenómenos
El terreno que pisamos, sobre el que vivimos, en el que vamos depositando minuto a minuto nuestros recuerdos, no es tan firme como nos transmite nuestro día a día. Un transcurrir vital que por estos pagos, y por otros muchos, suele trastocarse por otros fenómenos telúricos (pertenecientes o relativos a la tierra o, también, la influencia del suelo de una comarca sobre sus habitantes).
Huracanes, temporales costeros, tornados, algún que otro tsunami, por ahora de poco volumen de agua desplazada (el último devastador registrado en suelo español se originó en las costas gaditanas en 1755). Por cierto, que esto nos abre la caja de Pandora sísmica, porque la mayoría de tsunamis están provocados por terremotos o maremotos, y no son tan raros como creíamos.
389 muertos y 377 heridos causó el terremoto de Torrevieja
Alta actividad sísmica
El caso es que el terremoto que aconteció en Lorca, en la vecina comunidad murciana, el 11 de mayo de 2011, de 5,1 en la escala Richter (de 10: lo máximo que se ha llegado ha sido a 9,6 desde la ciudad chilena de Valdivia, en 1960), se encargó de recordarnos que en parte del levante español nos encontramos también a merced de los movimientos tectónicos, que no es cosa de lugares lejanos, tipo San Francisco.
Que el Mediterráneo sea una zona de alta actividad sísmica resulta bastante lógico si tenemos en cuenta que este mar, de 2.510.000 kilómetros cuadrados de superficie (251.000.000 hectáreas) y 3.735.000 kilómetros cúbicos de volumen, se encuentra en plena confrontación de las placas continentales euroasiática y africana. Antaño fue lago, hasta que, posiblemente por un gran movimiento tectónico, se abrió el estrecho de Gibraltar hace unos 5,33 millones de años.
El Mediterráneo se encuentra en plena confrontación de dos placas continentales
Principales placas
Las placas tectónicas (y esto es una reducción para que resulte más claro) no hacen sino ‘flotar’ sobre el magma interior terrestre, y tropiezan unas con otras. De oeste a este y de norte a sur, las placas pacífica (la Tierra es esférica, al final tenemos otra vez esta), norteamericana, de Nazca, sudamericana, euroasiática, africana, arábiga, iránica, filipina, indoaustraliana… Bajo todas ellas, la placa antártica.
En la Comunitat Valenciana nos interesan especialmente la euroasiática y la africana, que llevan siglos rozándose, pero sin cariño: el fenómeno continuo de subducción, con la litosfera (corteza) africana deslizándose bajo aquella sobre la que vivimos, no deja de provocar tembleques. Se da además la circunstancia, planteada por varios científicos, de que de forma natural podría estar invirtiéndose la subducción.
La tierra sigue temblando aquí, con seísmos en Carcaixent o Ibi
De norte a sur
El mapa de riesgo sísmico en la península ibérica elaborado en 2021 por el Instituto Multidisciplinar para el Estudio del Medio Ramón Margalef (IMEM, creado en 2014) señalaba como la zona más proclive a la comprendida entre buenos cachos de las provincias de Málaga, Granada y Almería, buena parte de Murcia y Alicante, un buen trozo de València y una pizca de Girona.
La tierra sigue temblando en la Comunitat Valenciana: el 19 de agosto de este mismo 2023, por ejemplo, se registraba un seísmo de 1,5 de magnitud en Sueca (Ribera Baixa); un mes antes, el 18, había tocado uno de 2,5 grados en Carcaixent (Ribera Alta). Pero en la Vega Baja se riza, por convulsiones, el rizo, ubicada como está sobre dos fallas (fracturas en la corteza terrestre): la de Benejúzar-Benijófar y la de Guardamar.
Más ejemplos
Pero la interacción entre las microplacas ibérica y de Alborán, con la gran placa africana, provoca tensiones que se ceban, además de en localidades como Granada, Málaga, Murcia o la Vega Baja, en otros puntos de la Comunitat Valenciana. Ya aludíamos a las riberas del Xùquer. Añadamos otros, como el seísmo del pasado 30 de julio, de 3,6, con epicentro en Ibi (Foia de Castalla, subcomarca de l’Alcoià).
Ni se libra el golfo de València, que en la madrugada del 18 de octubre tuvo un maremoto de 2,2 grados. Cada año se anotan en torno a los seis mil terremotos en España, y buena parte los sentimos en la zona sur del país. Quizá no esperemos ese ‘big one’ (el grande), como los californianos, pero Torrevieja, Lorca o Almería (1522, el peor en suelo español, cerca de siete grados) quedan como señales a tener en cuenta.