Entrevista > José Manuel Escobedo / Premio de Cooperación del Colegio de Arquitectos de la Comunitat Valenciana
Para la mayoría de nosotros, hablar de cooperación internacional nos lleva a pensar en actuaciones muy específicas y concretas, que suelen estar relacionadas con cuestiones como llevar a los lugares más desfavorecidos del planeta bienes de primera necesidad, muchas veces, justo después de una catástrofe natural.
Pero la cooperación se puede desarrollar desde ámbitos y con acciones sorprendentes, como es el caso del estudio de arquitectura JAS de Benidorm. Acaba de recibir el Premio de Cooperación del Colegio de Arquitectura de la Comunitat Valenciana por el proyecto que, desde hace algunos años, vienen desarrollando en Uganda y que hoy en día es una realidad tangible, del que se aprovechan ya doscientos niños; y que sigue creciendo.
«Mi elección por la arquitectura fue un poco más intuición que algo vocacional de siempre»
¿Cuándo decidió que quería ser arquitecto?
Realmente, lo decidí después de haber aprobado la selectividad y veinte días antes de presentar las matrículas. Sabía que quería algo de ciencias, pero no de arquitectura. Fue un poco más intuición que algo vocacional de siempre, la verdad.
¿Y cuánto tiempo lleva ya ejerciendo como tal?
Acabé la carrera en el año 2000. En 2001 volví de Finlandia y desde entonces estoy ejerciendo la profesión.
La primera vez que se le pasó por la cabeza la idea de realizar un proyecto solidario en Katwe, en Uganda, ¿cuándo fue?
El primer contacto lo tuvimos hace tres o cuatro años, que fue cuando vinieron a vernos por primera vez. Juan Beckman, el padre de Juan y Juan Amirola, que es el presidente de la Fundación Rafiki, nos contó que tenían una iniciativa, que nos pareció interesantísima, de una ONG ubicada en Uganda, en la que iban a desarrollar escuelas y centros asistenciales para ayudar a la gente de su entorno.
Necesitaban un equipo técnico que desarrollara los proyectos desde aquí, desde España, y nos preguntó si nos gustaría participar. Y le dijimos que por supuesto que sí, que encantados… y hasta hoy.
Desde el estudio Arquitectura JAS, ubicado en La Cala de Benidorm, se pusieron manos a la obra de manera totalmente altruista en esta escuela en Uganda, que ya está en funcionamiento y que está dando servicio a más de dos centenares de niños.
Sí, efectivamente. Mi primer proyecto fue una pequeña escuela, que luego fue un internado femenino; más tarde un internado masculino y después una maternidad. Ahora estamos rehabilitando una iglesia, es decir, el centro que están montando allí es realmente impresionante. Actualmente da servicio a más de doscientos niños, y son cerca de siete u ocho edificaciones ya las que llevan construidas, a las que se sumarán las que estamos proyectando.
«Es realmente impresionante el centro que están montando allí; ahora da servicio a más de doscientos niños»
¿Cuál ha sido la última en la que han trabajado?
Era un centro de estudios agrónomos en el que quieren formar a la gente de allí, en sus propias tradiciones y modos de cultivar. Mejorado con el ‘know-how’ que se puede importar desde aquí en cuestiones como la reutilización del agua para, precisamente, enseñar a la gente; y que, a partir de ahí, puedan ganarse la vida con sus propios medios.
Nada de todo esto, ni el estudio, ni estos proyectos solidarios, hubiesen sido realidad sin Silvia, su compañera de estudio y de vida.
Por supuesto. Silvia y yo iniciamos el estudio en 2007 y la verdad es que todas las iniciativas que hemos tomado las hemos hecho juntos. Ha sido un trabajo en equipo y nos complementamos, para mí, de una manera maravillosa.
Es poder ejercer tu profesión con la persona a la que quieres y, además, complementando nuestras ideas, nuestras iniciativas constantemente.
Recientemente han recogido su premio en el Oceanogràfic de València, pero creo que el mayor premio, por los vídeos que me han enseñado, es poder ver y escuchar la ilusión de los niños que se benefician de sus proyectos, ¿no es así?
Sí, la verdad es que es una gratificación que va más allá de cualquier otro reconocimiento. Es una sensación impresionante, la verdad. Sobre todo, ser consciente de que la materia en la que te has preparado y a lo que dedicas tu vida, además sirve para el bien de una manera tan directa para gente que lo necesita tanto.
Luego, aquí también ves el resultado de tu trabajo o acabas formando parte de la vida de las personas, sus casas, sus edificios, sus calles, de una manera que condiciona el modo de habitar de las personas. Pero en una iniciativa como esta, como en Uganda, es tan directo el contacto, la relación entre tu trabajo y el bien que generas, que de verdad que es bueno, es una inspiración para seguir adelante.
¿Diría que es el proyecto de su vida?
Desde luego que sí, es uno de los más importantes.
«Ver el resultado es una gratificación que va más allá de cualquier otro reconocimiento»
En España y, más en concreto, en la Marina Baixa, ¿cuáles han sido sus proyectos principales?
Ahora, estamos con obras muy recientes. Hay dos a las que les tengo un especial cariño. Una es Torre Sakura, que está en la playa de Poniente, en la que hemos dedicado muchísimo esfuerzo en hacer muy partícipe a la empresa promotora de que los edificios pudieran llegar un poquito más, y hacer un bien por la ciudad, aparte de servir a sus propios habitantes.
Y luego, tenemos otros dos proyectos públicos aquí: uno es el Aula del Mar, en la playa de Levante, que está prácticamente acabado; y el Albergue Juvenil del Parque de la Séquia Mare, que estamos a mitad de construcción. Estos últimos son dos proyectos que, además, son para mi ciudad. Con lo cual, también te da una satisfacción especial.
El Aula del Mar es uno de esos proyectos icónicos que se han venido presentando en Benidorm últimamente. ¿En qué estado se encuentra?
Ya estamos con los últimos acabados, con temas de jardinería. Te diría que es ya algo inminente.
La arquitectura llega hasta eso, hasta los acabados, decoración, jardinería… todo.
Es todo lo que tiene que ver con el edificio, la manera en la que lo habitas, la manera en la que te aproximas a él desde el interior hasta el exterior, la jardinería, la urbanización… todo.
Volvamos al proyecto de Uganda. ¿Ya ha estado allí?
Lo tenemos pendiente. No hemos podido ir todavía a causa de otros proyectos. Hemos estado en otras zonas similares, como en Costa de Marfil, pero Uganda lo tenemos pendiente.
«Una iniciativa como esta, en la que ves la relación entre tu trabajo y el bien que generas, es una inspiración para seguir adelante»
Sin embargo, supongo que para diseñar ese complejo, tiene que tener un buen conocimiento de la realidad de esa zona. ¿Cómo es ese espacio, cómo son esos alojamientos, las escuelas?
Para empezar, tienen dos características fundamentales y es que hemos trabajado siempre desde un punto de vista sostenible, que es fundamental cuando construyes y, sobre todo, cuando edificas en este tipo de países.
Nos informamos con agentes y constructores locales, con técnicos, arquitectos e ingenieros desplazados de la ONG que hacen un trabajo impecable allí. Nos han ayudado muchísimo a entender los modos de construir, los materiales que se utilizan, el tipo de herramientas, la capacidad técnica que tienen para construir.
Luego, son espacios que siempre intentamos que sean diáfanos y multifuncionales, porque al final son instalaciones que por la mañana se pueden dedicar para dar clase, pero al día siguiente se puede dedicar para reunir a la gente del pueblo cercano, para tener un montón de usos alternativos a lo que es el propio edificio.
Sin entrar en cuestiones muy técnicas y tratando de que todos los podamos entender, ¿cuál sería una diferencia básica visible de la arquitectura tradicional de esta zona de África y la que tenemos aquí, en el levante español?
Allí el habitante básicamente sonríe todo el rato; es una diferencia. Eso es un efecto de la arquitectura que es fascinante y muchas veces es una lección. En ocasiones, es un tópico eso de cómo se toman la vida con lo poco que tienen, pero a nivel arquitectónico es que hay poco margen para florituras. Es decir, es una arquitectura cien por cien eficiente.
Todo lo que construyes tiene un porqué. Cada alero, cada esquina, cada remate, cada saliente tiene una función o debe de servir para algo. No hay tiempo para tonterías, y también esta es una lección que puedes importar aquí, con más medios, con más técnicas. Pero la arquitectura tiene que ser funcional y tiene que ser práctica, sobre todo materiales.
¿Cambian mucho?
Cambian mucho, por ejemplo las fachadas son de un ladrillo de adobe. Era muy curioso, porque ya, por supuesto, utilizas el adobe de allí. Ten en cuenta que trabajan con un material que lo hacen allí y a mano, es lo que llamamos materiales de proximidad.
Por un lado, porque es más económico, pero, además, al utilizar el material de la zona, garantizas que sea más persistente, es decir, que el material local resiste más a la inclemencia del tiempo. Tú no puedes poner una piedra de Italia en el polvo, por ejemplo.
«Silvia y yo iniciamos el estudio en 2007, y la verdad es que todas las iniciativas que hemos tomado las hemos hecho juntos»
¿La calidad siempre es la deseada?
Encontramos, por ejemplo, un ladrillo que era bastante básico, pero que era bueno. Era el que conseguías a cincuenta kilómetros de donde estábamos y costaba tres veces más que el de proximidad. El otro era de la aldea cercana, que estaba a un kilómetro, y era un ladrillo bastante más deforme. Pues obviamente cogimos el deforme, y lo que hicimos es, estéticamente, aprovechar esa desventaja.
¿Cómo lo hicieron?
Usamos juntas más gordas e hicimos que pareciera más un mural que una fachada de ladrillo perfectamente acabada. Es un sitio donde no puedes pretender reflejar parte de tu estilo. No puede ser.
«Hemos trabajado siempre desde un punto de vista sostenible»
Alguna vez ha dicho que este es un proyecto inconcluso, que quedan cosas por hacer, que se proyectan todavía más estructuras. ¿Cómo se puede colaborar?
Que la gente interesada se meta en la web de la Fundación Rafiki. Yo invito a todo el mundo a que lo haga. Se puede colaborar mediante aportación personal, pero también puede haber empresas que tengan excedente de material escolar, de comida… Lo aceptan todo.