La mayoría ya no existe, se desterronó, quizá sepultadas por titulares que, si en algún momento reflejaron una realidad (sexo, drogas y…), pronto taparon esta en pos de la carnaza. Allí, aseguraban, la juventud iba a ‘perderse’. Pero la ‘ruta del Bakalao’ o ‘destroy’ no fue más que otro reflejo de las ‘movidas’ que, al igual que la idolatrada madrileña, borboteaban por España desde finales de los setenta y comienzos de los ochenta.
Franco (1892-1975) había fallecido, y con él el franquismo (desde 1939, al terminar la Guerra Civil). La democracia participativa volvía desde 1978. La juventud tenía ganas de ‘marcha’. Como la valenciana, que eligió una serie de discotecas sembradas en el área metropolitana de València, sobre todo en la carretera del Saler. Y los titulares se olvidaron de lo principal: allí también se creaba.
Viaje al pasado
Pero antes de iniciar la vereda creativa de la ruta ‘destroy’, sendereemos un poco por caminos previos. Vayámonos hasta el tiempo transcurrido entre los siglos XVI, al nacer la ópera, gracias al cantante y compositor romano Jacobo Peri (1561-1633) y al poeta y cortesano florentino Ottavio Rinuccini (1562-1621), y XVIII, con la muerte de Johann Sebastian Bach (1685-1750).
En esta época fraguó y se desarrollaba una etapa crucial en la historia de acordes y pentagramas: el de la música barroca. De allí surgen las suites, los conciertos, precisamente las óperas, pero con el tiempo también tanto la música orquestal, incluidos acompañamientos de espectáculos escénicos o bandas sonoras cinematográficas, como la ejecutada en otros muchos ámbitos.
Los titulares se olvidaron de lo principal: allí también se creaba
Evolución y experimentos
Jazz, blues, pop, rock, baladas, rap, el puertorriqueño reguetón, trap… El barroco aplicado a las melodías se convirtió en base sobre todo gracias a dos aportaciones fundamentales: composiciones tonales, con uso de acordes y escalas relacionadas entre sí, donde se interpretan simultáneamente unos acordes y un bajo, punteando y reforzando la escala superior. Pero a partir de ahí, tocaba evolucionar y experimentar.
Lo que sigue es un resumen, una síntesis: las cosas nunca suceden con la pasmosa sencillez con que aquí se reflejan. Para empezar, interactúan. Pero digamos que hubo autores que experimentaron en algunas obras con la atonalidad, como Richard Wagner (1813-1883) o Franz Liszt (1811-1886). En el siglo XX, Arnold Schönberg (1874-1951) lideró, desde el dodecafonismo (12 tonos), la música atonal.
El pinchadiscos, artesano, dejaba paso al Dj creador
Los dodecafónicos
Schönberg fue también pintor, por lo que sirve la analogía del artista plástico que parte del figurativismo realista para desembocar en la abstracción, quizá tratando de reflejar sentimientos o sensaciones. Su apuesta la recogen quienes comienzan a experimentar con la música electrónica, a través de instrumentos como el teclado de ondas Martenot o el theremín (ambos de 1928), el órgano Hammond (1935) o el vocoder o vocóder (‘voice coder’, sintetizador de voz, de los años 30).
Pero mucha dodecafonía y atonalidad iba a volver, enriqueciéndolo, al redil barroco. Primero tocó en los setenta, en Alemania, donde despuntaría la banda Kraftwerk (‘planta de energía’), surgida en 1969, aún en activo. Algunos temas sonaban muy a máquina (‘poing-ping-punchak’), anticipo del futuro sonido mákina valenciano. En los ochenta, en la estadounidense y automovilística Detroit, afectada por las crisis del petróleo de 1973 y 1979, nacía el techno.
Chimo Bayo fue la figura más mediática
La figura mediática
Allí, para una juventud ansiosa por evadirse de sus problemáticas, se creaba el género, remezclando sonidos alemanes, house (de origen afroamericano y latino) de Chicago y lo que hiciera falta. El simple pinchadiscos, artesano de los platos de vinilos, que embutía un disco tras otro, dejaba paso al Dj (por ‘disc-jockey’, literalmente jinete del disco), maestro de ceremonias pero también creador, sea a través de temas ajenos como propios.
En la ruta valenciana la figura más prominente, a título artístico y también mediático, fue y es la del valenciano Chimo Bayo. Joaquín Isidoro Bayo Gómez, nacido en 1961, piloto de motocross retirado de los circuitos por una lesión, supo estar al quite de lo que se cocía en Europa (después, sus sencillos triunfaron allende los Pirineos). Aún activo de mil maneras, que es maestro lo demuestra hasta en el hecho de ser padre de una Dj, Tanya Bayo.
Bastantes nombres
Pero hubo bastante más que el Dj residente de Arsenal y luego de Templo. Desde locales como ACTV, Barraca, Chocolate, Espiral, Heaven, NOD (No Olvides Dónde), Puzzle, Spook o The Face, otros Dj iban a aportar su creatividad al asunto.
En Chocolate, Tony Vidal (Tony El Gitano) revitalizó una discoteca que no poseía ni amplificadores (lo cuenta en su autobiografía, ‘No es fácil ser dios’, 2023) a costa de acoger a quienes no se sentían identificados aún con la ruta.
Y Carlos Simó desde Barraca. O Jesús Brisa de Espiral. Un caso especial, el de Paco Pil (el valenciano Francisco Javier Fernando Rodríguez Valero, nacido en 1969, también conocido como Dr. Phil o Frank Gaudí), quien llegó a los platos discotequeros desde la radio. En realidad, casi todos acabaron danzando por muchos otros locales, desde Alicante hasta Alemania. Luego, los 90 lo oscurecieron todo. Y llegaron los titulares.