Entrevista > Jaime Mollá / Primer trabajador que pisó el Aeropuerto de Alicante-Elche (Elche, 1-mayo-1940)
El aeropuerto de Elche-Alicante Miguel Hernández es hoy por hoy uno de los más importantes de España, con un tráfico aéreo de más de veinte millones de pasajeros al año. Pero hace unas décadas era solo un proyecto, y lo sabe muy bien Jaime Mollá, que nació en Torrellano Alto, en una casa típica de campo donde vivieron sus padres y sus abuelos.
En el 46 su padre instaló una almazara de aceite y un molino de piensos, que les proporcionó trabajo y sustento a toda la familia durante muchos años, y que lo compaginaban con el trabajo en el campo.
Expropiaciones
Jaime fue pocos años a la escuela, y su trabajo y su vida crecieron allí, hasta que un día se empezó a hablar de un aeropuerto que querían construir en aquella zona.
La sombra de la expropiación acechaba de cerca, y pronto empezaron a recibir las peores noticias; la expropiación de terrenos era mucho más amplia de lo que esperaban y afectaba a muchos vecinos de la zona.
Menos de lo que esperaban
Pensaban que recibirían una cantidad importante de dinero, pero no fue así; era mucho menos de lo que esperaban y tardaron años en cobrar, algunos incluso tuvieron que denunciar para conseguirlo, entre ellos la familia de Jaime.
«Era un terreno rural y ahora se ha convertido en uno de los aeropuertos más importantes de España»
¿Cuándo empezaron a oír hablar del aeropuerto?
Fue en el año 1953 cuando empezamos a oír hablar por primera vez del aeropuerto del Altet. En Alicante ya hubo antes un aeródromo en Rabasa con vuelos a Barcelona, Francia y Marruecos, que se convirtió más tarde en aeródromo militar.
Después de años de silencio, a principios de los sesenta volvieron los rumores al Altet al ver por la zona a gente de fuera midiendo el terreno, y los vecinos estábamos expectantes ante lo que podía pasar con nuestras tierras si realmente se iba a construir allí un aeropuerto.
¿La expropiación fue mayor de lo que esperaban?
Sí. Al poco tiempo ya todo estaba claro: se iba a construir un aeropuerto e iban a expropiar terreno, pero era mucho más de lo que pensábamos. A nosotros nos afectaba de lleno y todo hacía pensar que nos lo expropiarían todo.
¿Cómo consiguió el trabajo?
Nos enteramos de que por el momento no iban a tirar nuestra casa, porque allí iban a instalarse temporalmente los ingenieros y los jefes que venían de fuera para organizar las obras, hasta que se pudieran instalar en el aeropuerto.
Cuando aparecieron, yo les estaba esperando y ni me lo pensé; le dije que, ya que nos habían dejado sin casa y sin tierras, al menos me dieran trabajo. Aceptaron mi propuesta y me contrataron como peón, y así me convertí en el primer trabajador que pisó el aeropuerto.
«Fue en el año 1953 cuando empezamos a oír hablar por primera vez del aeropuerto del Altet»
¿En qué consistía su trabajo?
Hacía de todo, desde medir el terreno con los ingenieros, poner estacas de señalización, y principalmente allanar el terreno donde iban a hacer las pistas de aterrizaje. Poco a poco fueron contratando ya a más gente, porque cada vez había más trabajo.
Cobraba un jornal de oficial de peón con una jornada de doce horas diarias y un salario por aquel entonces de 3.200 pesetas (19,16 euros) al mes. Me dieron trabajo unos años hasta que estuvo construido por completo.
¿Qué hizo entonces?
Pues como todavía no habían derribado nuestra almazara ni nos habían pagado nada, pedí permiso para poder ponerla en marcha y hacer las campañas del aceite de forma temporal. Les dije que mientras no nos indemnizaran, no íbamos a dejar que la derribaran, y pudimos seguir trabajando varias campañas.
«Tuvimos que recurrir a la justicia y denunciar a la empresa para reclamar el pago»
¿La negociación por el pago de la expropiación de sus terrenos fue, por lo tanto, difícil?
Tardaron años en pagarnos las 400.000 pesetas que nos asignaron por sesenta tahúllas (60.000 metros cuadrados), y mi padre no lo pudo disfrutar, porque ya había muerto cuando lo cobramos.
Tuvimos que recurrir a la justicia y denunciar a la empresa para reclamar el pago. Como no sabía muy bien cómo hacerlo, le pedí ayuda al cura del Altet, don Antonio Fuentes, que nos acompañó al abogado con todos los trámites de la denuncia.
Nos lo pusieron muy difícil: tuvimos que ir a Valencia, después a Madrid, incluso intentaron pagarnos menos de lo acordado, pero al final lo conseguimos y nos dieron las 400.000 pesetas. De no haber denunciado, yo no sé si hubiéramos cobrado.
¿Ha subido usted en avión?
Sí, tres veces: a Palma de Mallorca, Bilbao y Sevilla, que entonces había que hacer escala en Madrid, no había vuelo directo. Dos de esos viajes fueron precisamente con el cura para reclamar nuestra indemnización.
¿Lo veía todo muy cambiado desde arriba?
En cada uno de esos viajes, al mirar desde arriba, cada vez era distinto, cada vez se ha ido ampliando más, y ha cambiado mucho el panorama desde que yo empecé a trabajar allí. Era un terreno rural y actualmente se ha convertido en uno de los aeropuertos más importantes de España.
Al principio esperaban llegar a un millón de pasajeros al año, y ahora se ha multiplicado con creces.