La declaración de intenciones quedaba clara desde la misma primera página (la portada, que se trataba de una revista), y conservemos la ortografía de la época: “El proposit que anima als editor de la present revista és servir al públic que té gust de llegir en valencià i fer que el públic valencià no acostumat a llegir la seua llengua prenga aficio per la nostra literatura”.
O sea: “El propósito que anima a los editor(es) de la presente revista es servir al público que lee en valenciano y hacer que el público valenciano no acostumbrado a leer en su lengua tome afición por nuestra literatura”. Era el primer número, editado el 17 de mayo de 1930, de ‘Nostra Novela’, publicación que pese a su más bien corta trayectoria (61 números) sembró un importante poso mítico.
Fascículos semanales
Los fascículos semanales, a 3,50 pesetas (0,021 euros ahora, pero hay que ponerse en la época) el trimestre si te suscribías, se vendieron hasta el 11 de julio de 1931. Pero el negocio con afanes culturales, publicar prosa en valenciano, antes de las unificadoras normas de Castellón (desde el 21 de diciembre de 1932), no fue rentable. Negro sobre blanco, la publicación exhibía buena letra, más ilustraciones.
Dirigía el historiador y escritor Francesc Almela (1903-1967), valencianista de pro, con su punto catalanista, ya que llegó a presidir la asociación cultural catalano-valenciano-balear La Nostra Parla (1916-1923), y el primer número contaba con un texto del periodista, escritor y cineasta Maximiliano Thous Orts (1875-1947), autor de la letra del himno de la hoy Comunitat Valenciana.
La Renaixensa valenciana
Tengamos en cuenta la época, todavía embebida en los solajes del movimiento artístico, cultural y literario de la Renaixensa (renacimiento) valenciana, nacido entre mediados y finales del XIX, que propone un apego a lo propio a veces incluso hasta los extremos del propuesto por uno de sus impulsores, el escritor y poeta suecano Josep Bernat i Baldoví (1809-1864), autor del sainete ‘El virgo de Visanteta’ (1979).
Las palabras, sostenía, no son ni buenas ni malas, ni feas. Todo viene por el tono en que se diga. De lo que se trata, desde esta iniciativa burguesa, la de la Renaixensa, es el rescate de lo propio o de lo que en ese momento se tiene por propio. No ha de extrañar que los fundadores de ‘Nostra Novela’ se metiesen en proyectos paralelos, como la revista literaria ‘Taula de Lletres Valencianes’ (1927-1930).
Costaba 3,50 pesetas si te suscribías por tres meses
Un grupo de artistas
Lo curioso es que estas iniciativas generalmente de carácter progresista sobrevivieron, salvo alguna que otra de esas excepciones que aseguran que confirman las reglas, incluso a situaciones políticas como la dictadura de Miguel Primo de Rivera (1870-1930), desde el 13 septiembre de 1923 al 28 de enero de 1930. Al mismo tiempo, las mismas personas se encontraban ligadas a otras instituciones más oficiales o oficialistas, si se quiere.
Así, el Círculo de Bellas Artes de Valencia, surgido en 1894 gracias al impulso de un grupo de artistas, entre ellos el oriolano Joaquín Agrasot (1836-1919) o el valenciano Joaquín Sorolla (1863-1923). Con semejante caldo de cultivo, no habrá de extrañar que lanzase una revista así un equipo en el que también figuran el político Adolf Pizcueta (1901-1989), quien en 1921 presidió el partido Joventut Valencianista (1908-1923); o el poeta, dramaturgo y político Enric Duran (1895-1967).
También publicaban la revista literaria ‘Taula de Lletres Valencianes’
Autores invitados
La lista de autores invitados, aparte del equipo fundador, y directivo, resulta en especial nutrida. Siempre bajo un mismo enfoque político, eso sí. Pero da para autores importantes para la época, cuanto menos en el ámbito valenciano, como Rafael Martí Orberà (1880-1963) o Lluís Guarner (1902-1986), y con una nómina de ilustradores de la talla de los pintores y cartelistas Rafael Pérez Contel (1909-1990) o Josep Renau (1907-1982).
En total, de 30 a 50 páginas de literatura de la época, en valenciano (poco a poco adaptado a lo que iba a ser la ‘normalització’ o normalización lingüística), con ilustraciones en general de buena calidad y un tono no exento de resabios folletinescos. Al cabo, de lo que se trataba era de buscar a una tropa lectora que al final acabó por ser insuficiente.
Arroz Granito
En fin, había que sobrevivir, y ya en el número fundacional nos enterábamos en la tercera página, en castellano, de un montón de varias cosas, como que “los sombreros de paja Serrador son el complemento indispensable de la elegancia”. También de que por entonces “Durex auto-aplicaciones” se refería, en realidad, a los “equipos especiales para camiones Chevrolet y Ford”. Eso sí, el toque autóctono: “’Qué bona está la paella de arros Granito!’”.
Había publicidad, y no poca, aunque los del arroz Granito se llevaban la palma, al menos en aquel número, que además de la novela corta de Thous llevaba… más publicidad, una contraportada humorística y unos cupones de descuento… de arroz Granito. La aventura queda, al margen de la leyenda, como un voluntarioso intento de ofrecer una publicación literaria de peso, que, en realidad, ganó ya fenecida.