Da para chascarrillo: cuando conduces por las alturas, te encuentras con unas señales que, literalmente, podrían interpretarse como ‘peligro, un ciervo anda suelto’. ¿El mismo ciervo en todas? Bromas aparte, aunque los asociemos a lejanos bosques, lo cierto es que efectivamente hay que conducir con cuidado al ver dicha señal. En los de la Comunitat Valenciana también triscan y berrean ciervos, muflones y otros córvidos.
Contando solo los parques naturales (veintidós por ahora) o los paisajes protegidos (nueve hasta el momento), aún queda espacio para que hasta puedan abundar, en condiciones adecuadas, los mamíferos rumiantes (bóvidos, córvidos). El ciervo común (‘Cervus elaphus’), también conocido como ciervo europeo, colorado o rojo, o como venado, se ha convertido, de hecho, en un residente habitual de nuestras tierras.
Especie invasora
La realidad es que los ciervos, especie procedente del Asia Occidental (que ha ido evolucionando, a su vez, por razones adaptativas, en 27 subespecies, hasta ahora), han colonizado en la actualidad buena parte del planeta, desde su origen hasta Sudamérica. Y se trata de un ser vivo con hambre; tanta que el Grupo Especialista de Especies Invasoras (GEEI) no ha dudado de incluirlo en el listado de las cien de las especies exóticas invasoras más dañinas del mundo.
El motivo es que, debido a su alimentación, introduce cambios en la flora del hábitat en que se establece, lo que a su vez altera el resto del ecosistema, incluyendo otros animales. En el caso mediterráneo, estas alteraciones no parecen especialmente dramáticas, pero sí lo han sido en América del Sur, y de ahí su inclusión en la acusadora lista elaborada por el GEEI.
En Sudamérica, los ciervos se consideran dañinos por dañar el ecosistema
Animal hambriento
Para este grupo, adscrito a la International Union for Conservation of Nature (IUCN) o Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), nacida en octubre de 1948, los responsables no son otros que los cazadores, que los soltaron como objeto de su afición cinegética, y en la actualidad han de ser estos quienes mantengan a raya a la especie.
No todo es tan bonito como para reducirse a disfrutar del elegante porte de los animales o del sonido de la berrea, entre mediados de septiembre y comienzos de octubre, en plena época de celo de este rumiante. En noviembre del año pasado, los incendios veraniegos provocaban el que los cérvidos (algunos escapados de espacios vallados) bajaran hasta las mismas huertas para poder alimentarse.
Cérvidos y suidos fueron introducidos posiblemente para la caza
Los animales ausentes
Pero no deja de ser también verdad que estas poblaciones (un tanto incontables, para poder tener una idea siquiera aproximada de su tamaño, la Generalitat se basa en ‘citas’ registradas por ‘agentes medioambientales’, 172 en 2020, en el caso de los ciervos) constituyen un atractivo para la visita de los parques naturales en la Comunitat Valenciana. Puede que vayamos con una idea a la de Disney a verlos, y alguno con una más realista.
Por ejemplo, quienes lean los libros, o vean los habitualmente repuestos documentales, del llorado naturalista burgalés Félix Rodríguez de la Fuente (1928-1980). Y ya que estamos, ¿qué animales salvajes, como ciervos, bóvidos o cánidos, o los lobos, podemos encontrarnos en las montañas de la Comunitat Valenciana? Bueno, algunos se ausentaron ya, como el lobo (‘Canis lupus’, más en concreto en ‘signatus’, marcado, o lobo ibérico), aunque desde la ciencia se especula con su retorno.
Los lobos comienzan a recuperar su primitivo hábitat
El último ejemplar
Este mamífero carnívoro, de origen euroasiático, desaparecía de la Comunitat Valenciana en los cincuenta de la pasada centuria (el último fue posiblemente el abatido en 1953 en Sinarcas, Requena-Utiel). ¿Podría volver? Hay que recordar que los ciervos actuales, que forman también parte de su, digamos, menú, son una especie reintroducida, puesto que la caza descontrolada se llevó por delante a los últimos ejemplares autóctonos en el primer decenio del siglo XX.
Los retornos de estos y de los también euroasiáticos corzos (‘Capreolus capreolus’), o la importación de los ahora adaptados arruís, carneros de Berbería o muflones del Atlas (‘Ammotragus lervia’), bóvidos caprinos de las áreas rocosas del Sáhara y el Sahel (entre el desierto del Sáhara y la sabana sudanesa), son buenos aliados al abandono de las huertas altas y la consiguiente expansión de la masa forestal montañosa, en especial tras la pandemia.
Cerdos asilvestrados
El lobo ibérico comienza a recuperar su hábitat, que, tras extenderse por toda la península ibérica, se había concentrado finalmente en el norte del país y el andaluz. Ahora, potenciados también por una ley animalista a la que se le acusa de estar preparada al margen de biólogos y veterinarios, comienzan a escucharse sus aullidos por Extremadura, incluso aseguran que a las puertas del Rincón de Ademuz.
Siguen existiendo los euroasiáticos cerdos asilvestrados o salvajes, es decir, los jabalíes (‘Sus scrofa’), suidos (como los cerdos domésticos) calificados también de invasivos tras ser introducidos en América y Oceanía. Por aquí toca generalmente el ‘castilianus’ o albar. Gozan sus carnes de gran apreciación gastronómica, y la especie de un descontrol poblacional absoluto. Quién sabe si el pobre ciervo de las señales lo que hace es huir.