Clamaba el escritor y urbanista Lluís Racionero (1940-2020), en su libro ‘España en Europa’ (1987), contra el “me duele España” de la Generación del 98, y se preguntaba sobre, en aquella época, los conocimientos de aquellos “mesetarios” a propósito de lo que se cocía, por ejemplo, en los puertos levantinos o catalanes. Especialmente a partir del siglo XIX, cuando en la hoy Comunitat Valenciana, por ejemplo, comenzaba el gran desarrollo industrial.
La diferencia, para Racionero, entre el interior y las costas mediterráneas españolas resultaba abismal: “Mientras Azorín cogía trenes de cercanías desde Madrid y constataba la abulia en que vivían sumidos los pueblos mesetarios, en Cataluña Gaudí construía sus mansiones ultramodernas para burgueses enriquecidos, que vivían a años luz del inmovilismo rural de los pueblos dormidos en el pasado”. ¿Pero qué ocurría exactamente por estas tierras?
Base manufacturera
En la provincia valenciana, por ejemplo, la base artesanal se potenciaba con la industrialización. La manufactura, que según la Real Academia Española (RAE) es la “obra hecha a mano o con auxilio de máquina”, iba a recorrer todo el camino de la definición. Alimentos, cerámica y muebles unían su veteranía a nuevas producciones, por ejemplo las de la industria pesada (que con grandes maquinarias extrae o transforma las materias primas).
La siderurgia llegaba a Sagunto de la mano del político e industrial vasco, de origen cántabro, Ramón de la Sota y Llano (1857-1936), quien creaba en 1917 la Compañía Siderúrgica del Mediterráneo. Se habilitaba una especie de embarcadero de las materias primas, con primera transformación, con destino a los Altos Hornos de Vizcaya (1902-1996). En realidad, desde los años veinte estuvieron funcionando los hornos saguntinos.
El primer coche
El dramatismo del cierre de dichos hornos, el 5 de octubre de 1984 (tras haberse creado en 1971 una sociedad anónima para continuar laborando con la maquinaria pesada, Altos Hornos del Mediterráneo, que se disolvía oficialmente el 13 de enero de 2004), no tiene, de todas formas, por qué convertirse en un espejismo, como los vaivenes de la industria automovilística, que nos impida ver el notable tirón industrial.
Además de ese primer Ford Fiesta que salía el 18 de octubre de 1976 de la factoría de Almussafes (Ribera Baixa), la provincia valenciana iba a añadir un montón de empresas, la mayoría de fondo familiar, que, unas que vienen y otras que se van, como en aquella canción que popularizara Julio Iglesias, aún siguen arraigadas en el tejido económico valenciano.
La veteranía textil
Un ejemplo lo sería la industria textil, que arranca como tal industria a comienzos del pasado siglo, a partir de una producción artesanal semillada entre los siglos XIII y XIV (o sea, entre finales de la plena Edad Media, que arrancó en el XI y buena parte de la baja Edad Media, y que da paso en el XV a la Edad Moderna, hasta el XVIII).
Distribuida hoy prácticamente por toda la provincia, ‘cap i casal’ incluido, cobra especial incidencia en las comarcas de la Vall d’Albaida y La Costera. Esto de la especialización por zonas iba a ser, aún lo es, una constante en la industria en la Comunitat Valenciana. Y es que en la provincia alicantina ocurre tres cuartos (o directamente cuatro) de lo mismo.
Hervidero sectorial
Efectivamente, lo del arranque industrial entre mediados y finales del XVIII y principios del XX también sirve para Alicante. Tenemos ejemplos claros de esa especialización comarcal, a partir de manufacturas que se dan en buena parte de la provincia, pero se concentran en unas zonas dadas, como el caso del calzado, industria bandera del Medio Vinalopó que arrancaba entre el XIX y el XX, pero que se hizo fuerte a partir de los sesenta del pasado siglo.
Otras comarcas, como l’Alcoià y el Comtat, se iban a convertir en un hervidero de diferentes industrias, como la textil, al frente; pero también la del juguete (especialmente localizada en la Foia u Hoya de Castalla, subcomarca de l’Alcoià), la transformación de plástico (sobre todo en la Foia) y del caucho, la del mueble (que también abunda en otros lugares, como el Alto, Medio y Bajo Vinalopó) o la del papel y edición gráfica.
Buenas cifras
¿Hasta qué punto es importante la industrialización, el sector secundario, la transformación de materias primas, en la Comunitat Valenciana? Podemos comprobar el porcentaje empresarial en las autonomías españolas. Y ahí nuestro territorio queda en buen lugar, el cuarto. En 2022, lideraba Cataluña con el 18,48% (un 18,44% en el pandémico 2020), seguida de Madrid, con 16,28% (16,07% cuando la pandemia).
Seguían Andalucía (15,9% en 2022 y 15,42% en 2020) y Comunitat Valenciana, con 10,92% en 2022, frente a 10,81% en 2020. Por debajo, Galicia (5,73%, aunque en 2020 llegó a 5,98%). Anotemos que Cataluña y nuestra comunidad tuvieron un 2021 ligeramente más rentable (18,5% y 10,93%, respectivamente). No es tema baladí: nuestro Producto Interior Bruto (PIB, valor monetario de los bienes y servicios finales) en 2021 sumaba 112.603 millones de euros. Ahí es nada.