El 26 de marzo de 1244 se sentaron alrededor de la misma mesa Jaime I de Aragón y el infante Alfonso de Castilla, que no mucho más tarde sería coronado rey y pasaría a la historia con el nombre de Alfonso X El Sabio. Ese día, ambos firmarían el Tratado de Almizra, el documento que fijaba los límites del reino de Valencia después de que las dos partes (que luego serían familia al casarse la hija de Jaume I, Violante de Aragón, con el propio Alfonso X) llevaran años incumpliendo distintos acuerdos anteriores como los tratados de Tudilén o Cazola.
El tratado se firmó en lo que hoy es el municipio alicantino de Camp de Mirra y es allí donde, desde hace ahora 46 años, los lugareños aprovechan la celebración de las Fiestas de Moros y Cristianos para recrear cada 25 de agosto la firma de este importante pacto.
Impacto en la lengua
Por aquel entonces, huelga decirlo, nadie había oído hablar nunca (y tardaría todavía unos cuantos siglos en hacerlo) de una cosa llamada comarca de la Marina Baixa; pero lo cierto es que en lo acordado en Almizra, hoy Camp de Mirra, tuvo un protagonismo muy importante la zona hoy dominada por el megabuque turístico de Benidorm, al dibujarse la línea Biar-La Vila Joiosa como la frontera sur del reino de Valencia (todo lo que quedase al sur de esa línea sería para Aragón).
De hecho, y ya ha pasado casi un milenio desde entonces, las consecuencias del Tratado de Almizra se han extendido hasta nuestros días. Los reinos de Aragón y Valencia desaparecerían de manera definitiva tras la victoria de Felipe V en la guerra de sucesión española; pero es en ese documento firmado en Camp de Mirra donde encontramos la explicación primigenia de por qué en los municipios más meridionales de la actual provincia de Alicante el valenciano sigue siendo una lengua minoritaria o inexistente.
El tratado que marcaba la frontera sur del reino de Valencia se firmó el 26 de marzo de 1244
Un monolito para el recuerdo
Convertidos Jaume I y Alfonso X en poco más que polvo y en objeto de estudio, borrados del mapa aquellos reinos que lo mismo peleaban entre ellos, que unidos contra un tercero, creadas nuevas divisiones territoriales y cambiados los topónimos de no pocos lugares (como el propio Almizra), sólo lo escrito en los libros de historia nos sirve para recordar el porqué de que las cosas sean hoy como son.
Los libros de historia… y algún que otro vestigio en forma de piedra o monumento, como el monolito ubicado en Relleu, en la muy transitada por senderistas y ciclistas ‘subida a la casa roja’, un trazado de no poca dificultad y no apto para principiantes debido a su enorme pendiente y la dificultad técnica de algunos tramos.
Aquel reparto es responsable de que el valenciano apenas se utilice en gran parte del sur
En medio de la nada
Es desde la cima de ese camino, donde se ubicaba la casa roja que le da nombre (ya derruida, como tantas otras cosas de esta historia), desde donde el esforzado caminante o ciclista puede disfrutar de una de las mejores panorámicas que ofrece la orografía alicantina. Una postal en la que, si se conoce lo allí sucedido y se tiene un poco de imaginación, no cuesta recrear aquellas batallas del medievo en la que centenares de hombres se dejaron allí la sangre y la vida para defender un trozo insignificante de terruño.
Y para que nada de eso caiga de forma definitiva en el olvido, a sólo unos metros de la carretera por la que tantos senderistas y ciclistas transitan, en mitad de un campo solitario y detrás de una minúscula protección, es donde se puede uno encontrar la importante piedra en la que se grabó el nombre del acuerdo, los firmantes del mismo y la fecha en la que, en definitiva, se dibujaron las fronteras de los reinos.
Cada 25 de agosto se recrea en Camp de Mirra este importante suceso histórico
Tierra de castillos
Desde allí, además, se pueden observar los restos de no pocos de los castillos que en aquella zona fronteriza, tan expuesta a los repentinos y frecuentes cambios de opinión de aquellos que firmaban un trazado con la única intención de ganar un poco de tiempo antes de incumplirlo, se erigieron en esa apasionante etapa de nuestra historia.
Es fácil, incluso, desde esa atalaya privilegiada, reconocer el trazado de aquella línea Bihar-La Vila Joiosa sólo atendiendo a la ubicación de las fortalezas de uno y otro reino sobre el terreno.
Llano castellano, montaña aragonesa
Así, se puede ver con claridad como los castillos pertenecientes a Castilla se encuentran en elevaciones en llano, mientras que los de Aragón están todos emplazados en zona montañosa. Por ejemplo, Xixona cierra el paso a la entrada desde Alicante por la Hoya de Jijona hacia la Carrasqueta; Castalla domina toda su hoya al pie del puerto de Biar y hasta Sax; Biar defiende el acceso por su puerto; Campo de Mirra (entonces Almizra) domina hasta Bocairent, el valle por el que discurre el curso alto del Vinalopó y la Vila Joiosa.
Con esto, la Corona de Aragón consiguió controlar los accesos naturales hacia el interior de sus territorios, mientras que Alfonso X pudo evitar que le fueran conquistadas sus tierras alicantinas y murcianas y frenar el avance aragonés.