Alicante históricamente ha sido una tierra de terremotos dado que se encuentra en un límite de placas tectónicas activo. Afortunadamente la mayoría de las ocasiones en las que se producen temblores de tierras estos suelen ser de poco calado, aunque no siempre ha sido así. La mayor catástrofe ocurrida en la historia moderna de nuestra provincia se dio a principios del siglo XIX, cuando se produjo un gran terremoto que arrasó la Vega Baja.
Quizás por ello uno de los mayores estudiosos jamás habidos de la sismología tenía que ser alicantino. Precisamente en este enero se cumple el 145 aniversario de su nacimiento y a la vez el 75 de su muerte.
Juventud
Vicente Inglada Ors vino al mundo el 9 de enero de 1879 en el seno de una familia de clase media que residía en la calle Gravina de la capital. Su padre trabajaba como agente de transporte marítimo.
El joven Vicentín no optó por seguir el camino laboral de su progenitor, sino que más bien se decantó por hacer el suyo propio en el mundo de la ciencia y en el ejército. Tras cursar el bachillerato en el Instituto de Alicante (ahora llamado IES Jorge Juan) se matriculó en la academia militar de Toledo. A los 23 años se casó en Alicante con Isabel García-Serrano, matrimonio que tendría cuatro hijos.
Pasó por diferentes escalones jerárquicos militares y circuló por varios destinos, pero no por ello renunció a la que siempre sería su gran pasión: La geografía.
Las ‘fórmulas Inglada’ cambiaron la forma de ubicar el epicentro de los terremotos
Las fórmulas Inglada
Estando destinado en Menorca formó parte de una comisión topográfica que elaboró varios planos de la isla. A raíz de esta labor consiguió una plaza para trabajar en el Instituto Geográfico y Estadístico de València. Más tarde, en 1910, obtuvo una plaza como director de la Estación Central Sismológica de Toledo, la primera institución de esta naturaleza que se creó en España.
En esta época fue cuando logró realizar la que probablemente haya sido su mayor contribución a la ciencia. Vicente inventó un nuevo mecanismo para localizar los epicentros de los terremotos con una precisión inédita hasta aquel momento. A esta serie de cálculos se les conoció popularmente como ‘las fórmulas Inglada’ y fueron publicadas en revistas científicas de todo el mundo.
En aras de sus estudios viajó por numerosos lugares de la geografía española, y precisamente algunas de las investigaciones más importantes las llevó a cabo a raíz de un terremoto ocurrido en la Vega Baja en 1919.
Algunos de sus más importantes descubrimientos los realizó en la Vega Baja
Profesor militar e Instituto Geográfico
Tras unos años en Toledo, el alicantino aceptó un puesto como profesor en la Escuela Superior de Guerra en Madrid, donde tiempo antes había sido alumno. Aquí continuó participando en diferentes investigaciones en geografía, aritmética, geometría, astronomía… sobre todo centrándose en sus aplicaciones a la ciencia militar. De hecho representó a España en varios congresos científicos celebrados en el extranjero. Llegó a ganar incluso cuatro premios convocados por la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.
Al ser proclamada la Segunda República, aprovechó la reforma militar efectuada por el presidente Manuel Azaña para acogerse a la posibilidad de pasar a la segunda reserva, lo cual en la práctica era como un retiro voluntario. Desde entonces trabajó a tiempo completo en el Instituto Geográfico Catastral, institución para la que ya venía colaborando en los años anteriores, dedicándose especialmente a investigaciones relacionadas con la sismología.
Dicen que Vicente Inglada llegó a hablar unas dieciocho lenguas diferentes
Recluido en la guerra
No nos consta que Vicente Inglada se significara nunca políticamente, pero al estallar la Guerra Civil fue cesado de su cargo en el Instituto Geográfico y pasó la contienda prácticamente recluido en su casa de Madrid con miedo a sufrir represalias.
Tal vez se le consideró un personaje sospechoso de simpatizar con el bando enemigo por haberse retirado del ejercicio militar al proclamarse la República. Lo cierto es que no luchó en la contienda, ni hemos encontrado tampoco ninguna evidencia de que tratara de pasarse al ejército sublevado. Más bien aprovechó el tiempo de reclusión para seguir estudiando e investigando.
Cabe señalar que, por si todas sus contribuciones a la ciencia hubieran sido pocas, Vicente también se destacó por su facilidad para los idiomas. Algunos dicen que llegó a hablar hasta dieciocho lenguas diferentes. Entre todas ellas curiosamente su favorita era el esperanto, hasta el punto de que escribió incluso varios poemarios y obras teatrales en dicho idioma.
Últimos años
Terminada la guerra Vicente recuperó su trabajo y en 1941 fue nombrado subdirector del nuevo Instituto Nacional de Geofísica. Nunca cesó de investigar y aprender hasta que una bronconeumonía le postró a la cama para acabar quitándole la vida dos meses más tarde. Fue el 7 de enero de 1949, el día de su 70 cumpleaños.
Afortunadamente este ilustre alicantino pudo llevarse una gran alegría todavía en vida cuando el ayuntamiento de su ciudad natal le dedicó una calle en los alrededores del Mercado Central, como reconocimiento a su gran carrera.