Caballero y poeta. Soldado y juglar. ¿Cabe mejor síntesis del tópico héroe medieval? Y si esa persona que va de aquí para allá recitando lo hace además con sus propios poemas, ejerce como militar y encima actúa como señor, pues ya tenemos un personaje de los de película. Y tal fue el valenciano Ausiàs March (1397-1459), quien vivió y escribió su ya en vida alabada obra en la Baja Edad Media (desde el siglo XI al XV).
No era ya tiempo de juglares, la Edad Media (desde el siglo V) se encontraba, globalmente, firmando el finiquito, inmersa en la llamada Crisis del XIV, que perduró hasta que la Era de los Descubrimientos disparaba las salvas de la Edad Moderna (desde el XV hasta el XVIII). Sin embargo, Ausiàs March triunfaba entonces, quizá último trovador, bardo, con canciones y poemas que gozaron antaño de los comentarios laudatorios de sus contemporáneos.
‘Habitator Valentie’
El mismísimo Marqués de Santillana (Íñigo López de Mendoza y de la Vega, 1398-1458), también militar y poeta, palentino este, en su ‘Proemio e carta al condestable don Pedro de Portugal’ (1445), una suerte de condensada historia literaria de la literatura peninsular (un proemio es un prólogo), hablaba de Ausiàs March en términos lisonjeros, elogiosos, afirmando que era “grand trobador e omne de asaz elevado spiritu” (gran trovador y hombre de muy elevado espíritu).
Y aclaraba: “aun bive”. Aunque los March se harán fuertes en Gandia, Ausiàs March estaba registrado en 1451 como “Habitator Valentie”, o sea, habitante del ‘cap i casal’, en el Carrer dels Cabillers o calle Cabilleres (posiblemente, de peluqueros, quienes arreglaban pelucas; en el mapa elaborado por Vicente Tomás Tosca, 1651-1723, presentado en 1704, aparecía como Caberlleres). Nos encontramos en pleno centro neurálgico, desembocando en la plaza de la Reina, donde la catedral, la Seu.
De noble alcurnia
Procede de prestigiosa casta, de la que sirvió al mismísimo Alfonso de Aragón ‘El Viejo’ (1332-1412), a la sazón duque de Gandia (La Safor). En concreto su padre, el también poeta y militar valenciano (o alicantino, según otras fuentes) Pere March (1336-1413), quien, según el Marqués de Santillana, “fizo asaz fermosas cosas, entre las quales escribió proverbios de grant moralidat” (hizo muy hermosas cosas, entre ellas escribió proverbios de gran moralidad).
Pero, ¿autor del primer libro en valenciano, como puede leerse en muchos reportajes? ¿No lo era el ‘Vita Christi’ (1497) de Isabel de Villena (1430-1490)? ¿O el ‘Tirant lo Blanch’ (1464) de Joanot Martorell (1410-1465)? Desentrañemos un poco el embrollo enredándolo aún más: los tres casos son ciertos. El recopilatorio de March fue el primero en ‘producirse’, por así decirlo.
Para el Marqués de Villena fue «hombre de muy elevado espíritu»
Cuál fue el primero
En cierta manera, había ido confeccionándose a lo largo de la vida del caballero juglar, a pesar de que esta colección de escritos no se publica, póstumamente, hasta 1562. El de la religiosa, también editado ‘post mortem’, podemos decir que es el primero en nuestra lengua concebido como novela, mientras que el de Martorell, que no sale a la calle hasta 1490, sería el primer poemario, en valenciano, directamente concebido como tal.
Añadamos una interacción: la primera mujer de Ausiàs March, Isabel Martorell (de natalicio desaparecido), con la que contrae matrimonio preocupado por tener descendencia, era hermana de Joanot. Fallece a los tres meses de casada (la boda es en 1439, tras haberse comprometido en 1437: la tardanza se debe a desavenencias en la dote). No debieron de hacer buenas migas ambos cuñados, porque disputaron por las tierras heredadas.
Fue contemporáneo de San Vicente Ferrer, a quien conoció
Motivos inspiradores
La segunda esposa, por cierto, Joana Escorna (1409-1454), de Pedreguer (Marina Alta), murió también pronto, sin darle descendencia a March, quien por otro lado tuvo cinco hijos bastardos. Se asegura que los seis ‘Cants de Mort’ (cantos de muerte) escritos por el noble se dedicaron a ella. Estas composiciones formaban parte de esos trece manuscritos que legó a la prosperidad (cinco cancioneros y ocho poemarios).
Lírica filosófica, encajada con primor, para muchos fue autor que primó un yo poético alimentado también con gran carnalidad no siempre implícita: amante promiscuo, entregado, verterá experiencias y reflexiones en una lírica nutrida con unos buenos conocimientos (estudió aritmética, astronomía, gramática, música, retórica, sin olvidar derecho o teología), una pletórica biblioteca paterna y un acervo poético coetáneo para inspirarle.
Las influencias
No habrá que olvidarse de que es contemporáneo de poetas como el palentino Gómez Manrique (1412-1490, tío de Jorge, 1440-1479, el autor de ‘Coplas por la muerte de su padre’), el cordobés Juan de Mena (1411-1456), el burgalés Pablo de Santa María (1350-1435, Schlomo ben Jitzchaq ha-Levi antes de su conversión al cristianismo) o el valenciano San Vicente Ferrer (1350-1419).
Se tiene constancia de que el noble ha tenido oportunidad de escuchar a este santo experto en lógica, en retórica, dotado de un gran don de gentes, que además escribe hermosos ‘goigs’ (gozos, del provenzal ‘gautz’), composiciones poéticas introducidas en estas tierras vía occitana. Cabe preguntarse hasta dónde aquellos gozos acabaron por convertirse en los que vivió, y poetizó, Ausiàs March.