Belén Rueda / Actriz
La princesa Salomé es un personaje histórico, que aparece representada en el Nuevo Testamento como una sagaz mujer que logró manipular a Herodes Antipas, mediante una sensual danza, para que le sirviera la cabeza de San Juan Bautista sobre una bandeja de plata. Ahora Belén Rueda (Madrid, 16-marzo-1965) se ha puesto en su piel protagonizando una obra que revive la historia de esta princesa… pero desde una nueva perspectiva.
Hablamos con esta consagrada actriz ganadora de un premio Goya que pasó su infancia y juventud en Alicante. Quien quiera verla encarnando a ‘Salomé’ tiene hasta seis oportunidades para ello, desde el martes 13 hasta el domingo 18 de febrero, en el Teatro Olympia de València.
¿Cómo recuerdas tu infancia en Alicante?
Pues tan maravillosa que todavía en cuanto puedo me escapo para allá. En Madrid me falta el mar y esa tranquilidad que hay en Alicante… salvo en verano cuando vamos todos los madrileños (risas).
«Antes era más difícil que alguien viviendo fuera de Madrid llegara a triunfar en la actuación»
En aquella época de juventud… ¿por qué quisiste ser actriz?
La verdad es que pasé por varias fases. Ahora es diferente dado que la interpretación es una profesión más abierta y las comunicaciones son mucho más rápidas, pero te aseguro que cuando yo era niña, viviendo en Alicante, tan lejos de Madrid, me parecía ciencia ficción que pudiera dedicarme algún día a esto.
También es cierto que gracias a mi madre siempre estaba involucrada en actividades relacionadas con el arte como música o danza, pero en un primer momento me salió más la vena técnica de padre (de profesión ingeniero de caminos) y estudié Arquitectura en Madrid. Sin embargo sentía algo que me tiraba, como un sueño que antes parecía imposible pero en el que empiezas a creer cuando te relacionas con otras personas y te pones a trabajar para poder hacerlo realidad.
De todas formas, antes de llegar al escalón de la interpretación, empezaste en televisión como presentadora…
Sí, mi carrera ha sido un poco atípica. De hecho comencé como azafata en programas de Telecinco. En realidad tengo todas las etiquetas en casa y, según el día, me pongo una u otra (risas). Cuando empiezas siempre tendemos a clasificar las cosas y las personas, incluso sin querer lo hacemos nosotros mismos. Sin embargo, al alcanzar cierta edad, te das cuenta de que debes esforzarte en formarte para aquello que realmente te apasiona, aunque por supuesto todos tenemos que comer. Siempre se lo digo a los chavales más jóvenes.
El caso es que pasé de la televisión a la ficción. Hasta que tenía cuarenta años no hice mi primera película, cuando Amenábar me dio la gran oportunidad de trabajar en ‘Mar adentro’, y después vino el teatro en el que he trabajado con directores maravillosos como Mariano Barroso, Tomaz Pandur y ahora con Magüi Mira.
«Mi carrera de actriz ha sido bastante atípica. Hasta los 40 años no hice mi primera película»
Con Magüi Mira ya habías trabajado antes haciendo la obra de ‘Penélope’…
Recuerdo que la primera vez que la interpreté sentí un calambre recorrer todo mi cuerpo. La verdad es que me encuentro muy a gusto con Magüi a todos los niveles, tanto por trabajo como por elección de los temas. E independientemente de lo bien que me llevo con ella, además es que escribe unos textos maravillosos.
En ‘Salomé’ sabe decir mucho con pocas palabras, y lo acompaña con una puesta en escena muy impactante. Siempre rodea todo de una gran belleza y pureza.
¿En qué consiste esta versión de la historia de la princesa Salomé que estáis representando?
Esta obra cuenta una historia que no es ficción sino que ocurrió realmente hace mucho tiempo, pero al conocerla te das cuenta de que tiene muchas cosas actuales. No hemos cambiado tanto en realidad.
Cuando uno piensa en la princesa Salomé enseguida nos viene la danza de los siete velos o la cabeza de San Juan Bautista. Sin embargo lo que nos ha ocurrido a lo largo de la historia es que casi siempre está escrita desde el prisma de los varones. Por eso nos ha llegado a nosotros como una mujer seductora y caprichosa con malos objetivos. Nosotros tratamos de contar otro punto de vista.
«Siempre vinculamos la seducción con el sexo cuando en realidad también puede ser un arma de supervivencia»
De hecho, siempre se ha considerado a Salomé como una de las primeras ‘femmes fatales’ de la historia…
Exacto. Nosotros en esta obra reivindicamos que se la ha juzgado muy injustamente. Su historia ha estado siempre resumida en muy pocas líneas, y además hay que tener en cuenta que era una chica muy joven que estaba influenciada por su padre Herodías. Es cierto que Salomé tenía un gran potencial seductor, pero parece que siempre vinculamos eso con el sexo cuando la seducción puede ser un arma para las mujeres, igual que por ejemplo el dinero para los hombres. ¿Y por qué es peor una cosa que la otra?
En la sociedad que Salomé vivía a las mujeres no se les daba espacio en otras áreas, y ésta era su mejor arma de la que disponía para conseguir lo que necesitaba. Puede parecer que era una persona superficial que vivía entre excesos, pero a la hora de la verdad no gozaba de libertad de pensamiento ni de ningún otro tipo. Todo pasaba por el filtro de un hombre. Ella era una mujer libre y salvaje, y por ello le tocó pagar un alto precio.
Esta obra se estrenó en el Teatro Romano de Mérida y también la habéis llevado a Sagunto. ¿Cambia mucho representar en un anfiteatro clásico a hacerlo en un edificio contemporáneo como el Olympia?
Sí, es muy diferente. Cada uno de los actores que participamos en el reparto estamos involucrados también en otros proyectos, pero hemos tenido que reunirnos con bastante antelación para ensayar antes de venir a València con el fin de realizar toda la adaptación de iluminación, escenografía, etc.
El teatro de Mérida es un personaje en sí. La gente está a trescientos metros y quizás empujas más al personaje para que pueda llegar también hasta el espectador que se sienta en última fila. Lo bueno de un teatro como el Olympia es que tiene un carácter más intimo y al fin de cuentas esta historia está relatada de una forma muy intimista. Es una oportunidad para contar algo diferente aunque con las mismas palabras.
De verdad, espero que guste mucho. En las anteriores representaciones nos hemos percatado de que tanto el público como nosotros salimos del teatro casi sin respirar, porque la obra tiene un punto muy álgido al final.
«Hay un punto muy álgido al final de la obra que hace que terminemos casi sin poder respirar»
Antes de terminar, me vas a permitir que te pregunte también por el reciente reencuentro de ‘Los Serrano’ que colgasteis en YouTube. ¿Qué sentiste al ver de nuevo a tus compañeros tantos años después?
Mira. Cuando ya vas cumpliendo una edad te das cuenta de que hay amigos a los que ves muy frecuentemente, mientras que hay otros que a lo mejor pasas años sin verlos… pero es como si los hubieras visto ayer. En ‘Los Serrano’ nos pasó justo eso. Todo ello con el añadido de que en su día me tocó hacer de madre de un montón de niños… y que ahora están ya muy mayores (risas).
Fue un rencuentro muy emocionante. Con algunos compañeros, como Antonio Resines o Fran Perea, sí es cierto que me he visto más; con otros como Natalia Sánchez, Verónica Sánchez o Víctor Elías un poco menos, y luego, en el caso de Jorge Jurado, como ya no se dedica profesionalmente a la actuación es que no le había visto desde que grabamos la serie. Me impresionó mucho porque hace veinte años era muy pequeñito, y ahora de repente me vi enfrente a todo un señor (risas).
Es curioso cómo dos décadas después la gente sigue recordando ‘Los Serrano’ con mucho cariño.
Lo increíble de esta serie es que ya no es solo que siga presente en las generaciones que la vieron, sino que todavía de vez en cuando me encuentro a un niño de siete años llamándome ‘Lucía’. Muchos hijos de aquellos espectadores que veían ‘Los Serrano’, también la han visto en reposiciones. Es una producción que ha pasado muy bien el tiempo.
Creo que esto prueba que conseguimos aquello que pretendíamos que fuera, es decir una serie que gustara tanto al niño como al abuelo de la familia. Es verdad que decíamos muchas burradas, pero en el fondo practicábamos un humor muy sano y sin violencia alguna.
Por cierto ahora acabo de terminar una serie inspirada en los años 80, y me he dado cuenta de que nuestra forma de hablar ha cambiado mucho. Antes existían formas de dirigirse hacia las mujeres o los extranjeros que ahora no se pueden decir ni de broma. Afortunadamente hemos evolucionado, aunque nos queda mucho aún.