Entrevista > Miguel Ángel Escrivá / Cantante (València, 4-mayo-1972)
El rock valenciano está en auge y vive un momento dulce gracias al talento de grupos como ‘Santero y los Muchachos’, fundado en 2013, aunque la puesta de largo oficial llegó unos años más tarde con el lanzamiento de su primer trabajo, ‘Ventura’ (2017).
Miguel Ángel Escrivá es el cantante de una banda que “no ha parado de crecer” y realiza lo que ellos llaman un rock reposado, dándole suma importancia a las melodías. Hijo del legendario Pepe Escrivá, bajista de ‘Top-Son’, le acompañan en esta aventura musical principalmente su hermano Josemán y Soni Artal.
Cuenta con una fiel legión de seguidores, amantes de sus canciones, “que no dejan de entonar en todos los conciertos”. La gira de su tercer disco, ‘Royal Cantina’, un doble LP, finalizará a principios de este 2024 y comenzarán entonces a trabajar en su próximo proyecto. Hablamos con él para empaparnos de su singular filosofía artística.
¿La vena artística te viene de cuna?
Sí, quitándome mérito: me gustan los músicos que no vienen de familia de músicos y, sin ese condicionante, se convierten en grandes artistas. Nuestro abuelo Ángel ya tocaba el violín y actuó junto a Rosita Amores, pionera del cabaret erótico en los años sesenta.
Seguidamente a mi padre, Pepe Escrivá, que tenía incluso un piano en casa -algo muy habitual antaño-, le llamaron los Top-Son y se fue de gira con ellos con apenas dieciocho años.
«Santero, realmente, somos mi hermano Josemán Escrivá, Soni Artal y yo mismo»
¿Qué heredasteis de vuestro padre?
El poco respeto por la composición, no como algo peyorativo, sino bueno. Sé de muchos músicos que no se atreven a trazar una melodía vocal y avanzar en la composición.
En mi casa siempre hubo una grabadora de por medio y el que pasaba empuñaba la guitarra para realizar unas melodías. Posteriormente lo escuchábamos y sacábamos canciones: esa espontaneidad, junto al sentido de las armonías vocales, es lo mejor que nos ha dejado.
Fundas seguidamente La Pulquería.
Realmente soy cofundador, pues veníamos de una banda llamada Mafarka, un grupo de hard rock valenciano que cantábamos en inglés.
El batería y yo empezamos una nueva línea de composición, basándonos en música mexicana, atreviéndonos a emplear el castellano -que al principio nos imponía mucho- mediante las rancheras.
Hicimos entonces el estilo llamado ‘hard mariachi’ con La Pulquería y ese invento nos hizo ir a México cinco veces, realizar una gira por Europa, ir a Nueva York…
¿Por qué dejas esa banda?
A partir del tercer disco con La Pulquería, sobre 2010, tenía ya ganas de volver a tocar con los míos: mi hermano Josemán y Soni Artal.
Me fui primero a Brooklyn (Nueva York), pasando un invierno extremadamente frío, pero me fue bien salir de mi lugar de origen para saber dónde quieres ir y de dónde vienes. Me hice muchas preguntas musicales, porque estaba en una banda que no sentía mía.
¿De dónde procede lo de Santero?
Teníamos una casa en la zona norte de València, en la huerta, y en una anexa, de campesinos, leí ‘Santero’. Luego supimos que se dedica a hacer santos, pero el nombre me gustó, porque hace referencia a tres tipos (Josemán, Soni y yo), que no son especialmente religiosos, pero han hecho de la música un camino creyente.
Y tenemos nuestros propios dioses, todos los que nos han enseñado a hacer música. Me gustó ese paralelismo entre la santería y nosotros, donde el rock and roll y la música marcan nuestras creencias.
«Los Muchachos son mi hermano Javier, piano y percusión, y Pau García Serra, batería»
¿Y los Muchachos?
Originariamente no eran precisamente jóvenes, sino mi padre y Pepe Núñez, músicos de pedigrí a los que ataviamos con unos trajes con corbata, tipo Blues Brothers.
Lamentablemente Núñez falleció y bajamos del pedestal a Pepe. Ahora los Muchachos son mi hermano pequeño Javier, piano, voces y percusión; y Pau García Serra en la batería.
Grabasteis ‘Rioflorido’ en un palacio…
Sabíamos de un palacete del siglo XVIII en la plaza Tetuán y pedimos a los dueños que nos dejaran dos meses ensayar, para componer lo que iba a ser el segundo disco. Finalmente se alargó dos años, siendo una experiencia preciosa.
Hicimos en el edificio todas las sesiones de fotos, videoclips…. Hay un documental de todo ello, llamado ‘Making of Rioflorido’, dirigido por Josemán.
¿Qué aceptación tuvo el tercer disco, ‘Royal Cantina’?
Muy buena, recibiendo el premio Carles Santos al mejor disco de rock de la Comunitat Valenciana. Este trabajo fue producto del confinamiento, cuando tanto echábamos de menos componer y los bares.
Todos teníamos cierta incertidumbre sobre lo que iba a pasar y se fueron acumulando las canciones. Por eso realizamos un disco doble, uno con un sonido más austero y otro, más sofisticado.