La ciudad de València no para de modernizarse: vehículos eléctricos, luces LED, automoción pública de hidrógeno, drones supervisando los fuegos artificiales de Nochevieja; sus vecinos están a la última. Aun así, también gusta de buscar lo genuino. Eso que perdura por su calidad y por ser seña identitaria.
Las bodegas aguantan bien el paso del tiempo. No son muchas y hay que buscarlas. Resisten, en ocasiones casi en el anonimato y en barrios periféricos. Otros empresarios tratan de rentabilizarlas de cara al turista o bien dándoles un toque versión siglo XXI. De un modo u otro, irse de bodegas siempre gusta en la ciudad. Y parece que cada vez más.
La decana
Bodegas hay unas cuantas en la ciudad, como leeremos en las próximas líneas. ¿Pero dónde se ubica la más longeva? Pues como no podía ser de otra manera: en el Barrio del Carmen. El casco antiguo de la ciudad acoge una bodega desconocida para muchos de los vecinos de la ciudad, pero que ofrece una alternativa de catas de lo más interesante.
Se trata de El Celler Medieval. Es la bodega más antigua de València y se remonta al final de la Edad Media. Esta bodega medieval está catalogada como bien patrimonial de primer orden y referente para todos los turistas que visitan la ciudad. El ‘celler’ (bodega, en valenciano) pertenecía a una casona agrícola señorial del siglo XIII, concretamente a años cercanos a la conquista cristiana de la ciudad en 1238.
Actualmente forma parte de la sede de Promoción Agroalimentaria de Calidad de la Comunidad Valenciana (Proava), organización sin ánimo de lucro cuyo objetivo principal es la promoción de los productos agroalimentarios valencianos. Así, en El Celler se organizan catas y visitas guiadas. También acoge una sala para exposiciones temporales o espacio para realizar talleres sensoriales, todo ello en vistas a divulgar la cultura vitivinícola valenciana.
El Celler Medieval es la bodega más antigua y se remonta al final de la Edad Media
La turística
En los Poblados Marítimos, sin duda el barrio de moda para los turistas extranjeros, se encuentra Casa Montaña. Esta bodega de la zona de El Cabañal siempre ha sido visitada por los vecinos de la ciudad para quedar a tomar unos vinos y picar algo entre amigos. Poco a poco fue mejorando y ampliando sus instalaciones, y ahora se ha convertido en punto de visita obligada en las rutas de los extranjeros.
Casa Montaña ha cobrado tanta fuerza que posee un amplio abanico de comunicación, ‘merchandising’ e incluso oferta de alojamiento y aparcamiento dado lo complejo que resulta acceder a la calle José Benlliure. “Aparentemente nada ha cambiado en Casa Montaña desde su fundación en 1836. Sigue siendo un lugar de encuentro, que nos abre la puerta a un universo de sensaciones”, se indica desde esta bodega.
Tras varios traspasos entre familias desde el siglo XIX, finalmente Casa Montaña recayó a mediados de los años noventa del pasado siglo en manos de Emiliano García, actual propietario de la misma e impulsor definitivo de la tradición enológica y gastronómica. Sus hijos se han incorporado a la misma para impulsar y modernizar esta bodega tan conocida.
Las bodegas más turísticas se encuentran en los poblados marítimos
Sin que pase el tiempo
También se encuentran las bodegas donde uno iba a tomarse sus vinos, vermuts o espirituosos en décadas pasadas, y regresa hoy en día sin que poco o nada hubiera cambiado: sin inversión en márquetin, comunicación, ‘restyling’ del local o actualización a cualquier nivel. En el barrio de Benimaclet se halla Bodegas Seguí. En la misma calle que llevaba a la antigua discoteca Pachá, esta bodega posee una potentísima oferta en vinos y licores.
En la zona de ocio de Juan Llorens también aparece una de esas bodegas cuya estética apenas ha cambiado con el correr de las décadas. Como en Seguí, su clientela se nutre de los parroquianos y no tanto de los turistas. Se trata de Bodegas Valero, muy próxima a la Gran Vía Fernando el Católico y punto de parada para disfrutar de un buen vino o un vermut.
Bodegas Seguí y Bodega Valero apuestan por el estilo añejo y el ambiente de ‘parroquianos’
Más mesas y menos toneles
Aunque en las bodegas lo propio es utilizar los mismos toneles o barricas para, en vertical, servirlos de mesa, las hay que directamente apuestan por las mesitas y también por disponer de una pequeña cocina con algún fogón y que no sea sólo encurtidos o salazones lo que se ofrezca al cliente para acompañar los vinos.
En Bodega Filà El Labrador, situada en el barrio de Algirós, son muchas las mesitas bajas que se encuentran alineadas en cordón junto a las estanterías donde se apilan los vinos a ojos de los comensales. Lo mismo sucede en Bodega Paquito, situada en la zona del Llano de Zaidia y con unas vistas excelentes a las Torres de Serranos al otro lado del antiguo cauce del río Turia.
Nuevos tiempos
Actualizarse o morir. Esta es la apuesta de algunas bodegas que, en lugar de seguir en la línea añeja, prefirieron dar nuevos aires estéticos a su bodega. Son muchos los casos. Desde Bodega La Rentaora, en la plaza Mossén Sorell, hasta la Peseta, Bodega Domingo y Bodega Pascual, en los poblados marítimos, que han cambiado la estética del lugar.
Otras han querido modernizarse, pero sin ofrecer cambios demasiado acentuados, como es el caso de La Bodeguita de Juan Llorens (en la zona de ocio que lleva su nombre) o Bodega Los Hermanos.