Entrevista > Sigfrid Monleón / Director y guionista de cine (València, 29-febrero-1964)
Sigfrid Monleón, director de cine y teatro, guionista e incluso actor, cuenta en su currículo con cuatro nominaciones a los premios Goya. Después de unos años centrado principalmente en la dirección teatral, ahora reaparece como actor -tras el estreno del documental ‘Mario Camus, según el cine’- en la película ‘Saben aquell’, sobre la vida del humorista catalán Eugenio.
Queremos que nos cuente cómo fue rodar a las órdenes de David Trueba en uno de los films mejor calificados del pasado año, con un total de once nominaciones a los Goya, y cómo fue rodar en catalán, en un acento más marcado que su habitual valenciano.
Gran amante del cine desde bien pequeño, opina que el cine español está en un excelente momento, con nuevos talentos, y destaca la irrupción de varias mujeres directoras, todas ellas con una gran fuerza narrativa y capacidad para mostrar un enorme nivel cinematográfico.
«Conozco la ciudad de València gracias a los cines, porque antes había una sala en cada barrio»
¿Cuáles son tus primeros recuerdos en el cine?
Fue ‘Frankenstein’, película de 1931 dirigida por James Whale, que la vi por televisión con unos ocho años, a principios de los setenta. Desde pequeño era un gran aficionado y no me perdía ninguna película.
De hecho, me conozco la ciudad de València gracias a los cines, pues entonces había una sala en cada barrio -con programas dobles- y me desplazaba, con la ayuda de un mapa o preguntando en qué autobús, para ir hasta el cine ‘Savoy’, ‘Aliatar’ o ‘Colón’.
¿En qué directores o actores te fijabas?
Siempre he tenido un gusto muy ecléctico, porque recuerdo que veía películas que no llegaba a comprender del todo, como ‘Gritos y susurros’, de Ingmar Bergman, u otras mucho más sencillas como las de los Hermanos Marx.
Había en aquella época la costumbre de calificar, en la Cartelera Turia, las películas del cero al cinco, y buscaba ver las mejor valoradas. Comenzaba a familiarizarme con directores y, por ejemplo, una película de Woody Allen era imprescindible.
Hasta en cuatro ocasiones has sido nominado a los Goya.
Dos como guionista, por ‘La isla del holandés’ (2001) y ‘El cónsul de Sodoma’ (2009), y otras dos como director de película documental, que son ‘El último truco. Emilio Ruiz del Río’ (2008) y ‘Ciudadano Negrín’ (2010).
¿En alguna película piensas que mereciste ganar?
No, la propia nominación ya es un premio. Siempre hay mucha competencia y nunca he pensado que me merecía alguno.
«Ser nominado a los Goya ya era un premio en sí y nunca pensé que merecía haber ganado alguno»
¿Estás más a gusto como guionista o director?
Más como director, porque mi verdadero trabajo es la puesta en escena, plasmar una historia en imágenes y siempre he colaborado con buenos guionistas cuando me ha tocado hacer una película.
Al igual como tienes al lado a un montador o un director de fotografía, para mi trabajo es fundamental tener en la fase de escritura a alguien centrado en el guion y que me dé ‘feedback’. Se trata de una labor muy de equipo y en ese proceso del guion -que es el más solitario- tampoco me gusta estar solo, aunque posteriormente las decisiones las toma uno solo.
Una de tus películas más recordadas es ‘La isla del holandés’.
Pasó por muchos festivales, entre ellos el de Málaga. Era una ópera prima y eso hace que siempre acuda a más certámenes. Fue incluso premiada.
Era una película rara, porque tiene el aliento del cine de aventuras clásico en un momento en que este tipo de pelis no se hacían. Contaba una historia en una isla imaginaria, basada en la novela homónima de Ferran Torrent, pero muy reconocible porque hablaba de una lengua y paisaje muy valencianos, una cultura muy mediterránea. La rodé en valenciano, con algunas escenas en castellano y francés.
¿Cómo fue el corto ‘Adopción’?
Formó parte de una película colectiva, llamada ‘Hay motivo’, en la que cada director dirigió un cortometraje sobre problemas de índole social y político.
Mi corto trataba el tema de la adopción por parte de parejas homosexuales, algo ya resuelto en la actualidad, aunque otros que se tratan, como la vivienda, siguen vigentes.
¿Resultó sencillo trabajar junto a otros directores?
Nos juntamos en el contexto del ‘No a la Guerra’, protestando contra la participación de España en el conflicto de Irak, en 2004.
Fue poner el foco en los problemas que había en la sociedad en esos momentos, buscando los numerosos motivos.
«Me considero más director que guionista; siempre me gustó plasmar una historia en imágenes»
El teatro es otra de tus pasiones, sin duda.
Sí, ‘La rendición’ fue la primera obra importante que dirigí. Ya en esta última década, además de en los documentales, me he centrado mucho más en el teatro, que era para mí una asignatura pendiente, porque amo la escena desde siempre.
Me gusta sobre todo el trabajo con los actores, muy diferente al cine.
¿Qué tal fue la gira con ‘La rendición’?
Comenzó en Madrid, en los teatros más alternativos, pero fue tal el éxito que pasamos al Centro Dramático Nacional.
Era un monólogo y como la actriz Isabelle Stoffel dominaba diferentes idiomas, pudimos hacer una gira internacional en inglés, castellano y alemán.
¿Dónde la representasteis en alemán?
En la parte suiza donde se habla ese idioma, en Basilea, Berna y otras ciudades. En castellano la mostramos en España, obviamente, y en Buenos Aires; y en inglés en Edimburgo.
¿Con cuál te quedarías si únicamente pudieras escoger entre cine o teatro?
Preferiría no tener que elegir (ríe), sino estar con un pie en cada sitio; pero tras dedicarle mucho tiempo al teatro en los últimos diez años, tengo ahora de nuevo la necesidad de cine, concretamente de ficción, que lo tengo más abandonado. No en vano, el cine siempre ha sido lo mío, desde pequeño.
«Durante los últimos años me he centrado en la dirección teatral, que era una asignatura pendiente»
¿También te gusta actuar?
Como decía me apasiona el universo de los actores y la actuación es algo que me es muy próximo. Siempre que he tenido oportunidad he hecho algún pequeño papel, sobre todo dirigido por amigos, como Carlos Iglesias, David Trueba, Óscar Aibar, Antonio Hens y, sobre todo, Jonás Trueba, hijo de Fernando.
Les digo “si tienes un papel para mí, me lo das”. Me han ido dando algunos breves, con alguna secuencia o pequeños diálogos, y poco a poco tengo mi pequeña filmografía como actor. Me divierte muchísimo.
Háblanos sobre tu participación en ‘Saben aquell’.
Hago el papel de cura del barrio donde vivía Eugenio, que era uno de sus grandes amigos. Mi secuencia está en el inicio de la película, cuando se va a casar con su primera novia y posteriormente se echa atrás.
‘Saben aquell’ es un gran film, por lo difícil que es hablar del tema del payaso triste que representaba el humorista catalán en su vida. Tiene un enfoque muy bonito bajo el prisma de la personalidad de Eugenio.
¿Qué tal rodar en catalán?
No quería hacerlo en valenciano y para hablar con el acento más catalán me cogí un ‘coach’, un amigo que me ayudó con el tema de las vocales abiertas y cerradas, mucho más marcadas de lo que acostumbro.
Fue fácil y divertido hacerlo así. Además, tengo la escena con David Verdaguer, que es un magnífico actor y borda el papel.
¿Y con David Trueba?
Es tan buena persona, generosa, que crea un ambiente en el rodaje muy bonito. Le gusta el cine, hacerlo para pasarlo bien y con gente con la que disfrutar. Es todo tan armónico, feliz y de compañerismo…
«David Trueba, director de ‘Saben aquell’, es muy buena persona y en sus rodajes se disfruta mucho»
¿En qué películas?
‘Los ilusos’ (2013), ‘Los exiliados románticos’ (2015) o ‘La virgen de agosto’ (2019). Soy un habitual en sus obras, siempre con pequeñas intervenciones.
¿Cuáles son las expectativas de ‘Saben aquell’ en los Goya?
Esos premios, que este año se celebrarán en Valladolid el 10 de febrero, siempre son un misterio.
Sí es verdad que la película está gustando mucho, pero no sabemos quién ganará esa noche, porque hay muy buenas películas este año. En todo caso, el trabajo de Trueba y de actores como David Verdaguer y Caroline Yuste es extraordinario y va más allá de los premios.
¿Cómo está el cine español?
En un gran momento, con una gran diversidad de películas y propuestas. También es muy enriquecedor que estemos oyendo todas nuestras lenguas, en gallego en películas como ‘O corno’ o ‘Matria’; en catalán como la mencionada ‘Saben aquell’ o ‘Alcarràs’…
También se ha notado un cambio generacional, capitaneado por mujeres que dirigen, con películas tan singulares como la mencionada ‘O corno’, de Jaione Camborda. Hay un cine más diverso.
Se ve mucho cine, pero no en las salas.
El modelo clásico de distribución y exhibición de una película entró en crisis por los nuevos dispositivos y plataformas existentes. Después la pandemia fue un mazazo para el cine en salas.
En los dos últimos años las salas han recuperado espectadores, pero ya no volverá a ser como antes.
«‘Al vent’ será mi próximo proyecto, sobre el concierto que ofreció Raimón en Madrid en 1968»
¿Hay solución?
Este sector, el de la distribución y exhibición de películas, tendrá que encontrar nuevas fórmulas, porque el sistema tradicional está en una fuerte crisis por mucho que esté subiendo ahora tímidamente.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Tengo en marcha una película de ficción basada en una historia real. Afronto con mucha ilusión este proyecto sobre un cantautor valenciano al que invitan a Madrid en 1968 a dar un recital, un concierto en la Universidad Complutense.
Hablo del famoso concierto de Raimón, que fue histórico y que es el suceso español más equivalente a lo que estaba pasando en el mundo ese año, alrededor del Mayo francés.En España siempre pensamos que el Mayo del 68 pasó de largo, por vivir bajo una dictadura y, sin embargo, aconteció ese suceso, protagonizado por el cantautor de Xàtiva, que expresa a la perfección el anhelo de libertad y liderazgo de la juventud de su época.
¿Qué nombre llevará la película?
No podía ser otro que ‘Al vent’, un título en nuestra lengua, pero sencillo de entender en todas partes, un título universal. La película trata de un cantautor que, casi sin proponérselo, se convirtió en la voz cívica de una generación, al tiempo que intentaba ampliar sus horizontes expresivos con otras canciones más íntimas, de amor o musicando poemas de Ausiàs March.
La película refleja esa encrucijada del artista, lo que significaba ese concierto y ese ‘road movie’ hacia Madrid.