Peñíscola, tan medieval y marinera, es conocida como la ciudad en el mar, también legado de todas las civilizaciones que la han poblado, entre ellos íberos, fenicios, cartagineses, romanos y árabes. Todos dejaron su impronta en este enclave privilegiado del Mediterráneo, orgullo de toda la Comunitat Valenciana, uno de los municipios más bonitos de nuestra geografía.
La ciudad antigua está coronada por la que fuera morada del Papa Benedicto XIII -el llamado Papa Luna-, un castillo-fortaleza situado en un peñón que se eleva sobre el azul del mar. Sin duda, se trata de un destino que atrapa por su historia, gastronomía y naturaleza, con diferentes ambientes que permiten disfrutar del mar y de los grandes monumentos de su pasado.
Es tal su belleza que muchos históricos rincones han sido escenario de producciones cinematográficas ya desde 1913, cuando se rodó en la localidad castellonense la película muda ‘Ana Cadova’. Medio siglo después se empleó como plató en ‘El Cid’ (1961), con Charlton Heston y Sophia Loren, además de aparecer en la sexta temporada de la popular ‘Juego de Tronos’ o en la divertida comedia nacional ‘El Chiringuito de Pepe’.
Origen del nombre
Desde siempre Peñíscola se mostró como una fortaleza irreductible, en parte por su ubicación junto al mar. Pronto creció gracias a su fértil tierra y su estratégico puerto comercial, del que se exportaba vino o aceite de oliva y al que llegaban anhelados productos como telas o cerámicas.
Fueron precisamente los griegos los primeros en llamarla ‘península’ (chersonesos), mientras los romanos optaron por transformar el nombre al latín (pene-iscola, ‘casi isla’), de donde procede el topónimo actual.
Tiempo después fue musulmana, bajo el nombre de Baniskula, entre 718 y 1233, momento que fue conquistada pacíficamente por Jaime I, pasando a ser cristiana.
Su casco antiguo
Un agradable paseo por sus calles medievales, entre casas encaladas, es suficiente para comprobar por qué su casco antiguo fue declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1972. Dentro del laberíntico recorrido, una parada imprescindible es el bufador, un lugar lleno de magia que sorprende por sus saltos de agua en los días de temporal.
Igualmente, la Casa de las Conchas -con una espectacular fachada-, la Iglesia Parroquial o la Casa del Agua, uno de los nacimientos de agua dulce que existen dentro de la ciudadela y que la hicieron inexpugnable durante siglos, pues los que vivían intramuros gozaban de ese bien líquido.
Camina por sus estrechas callejuelas, la mayoría empinadas, y disfruta de la panorámica, es todo un regalo para la vista.
Las numerosas civilizaciones que la poblaron dejaron su sello
Castillo del Papa Luna
El castillo templario, construido en el siglo XIV sobre los restos de una alcazaba árabe, domina el Mediterráneo desde los sesenta y cuatro metros de su peñón. Recibe el nombre de Castillo del Papa Luna debido a que residió doce años en él el Benedicto XIII, convirtiéndolo en su palacio papal y biblioteca pontificia, de las mejores del mundo en su época.
Entrar en las murallas del castillo -declarado Monumento Histórico-Artístico Nacional en 1931- es como hacer un inolvidable viaje al pasado y conocer los grandes tesoros que todavía se conservan en su interior.
Además, las torres y muros de piedra labrada ejercen hoy de privilegiados miradores, desde donde contemplar pintorescas postales. Una buena opción, muy recomendable, es dirigir la vista hacia el infinito.
En sus históricos rincones se han rodado míticas películas como ‘El Cid’ o la popular serie ‘Juego de Tronos’
Faro y Parque de Artillería
En el interior del castillo se halla el faro, que data de 1892 y cuya señal luminosa alcanza una distancia de sesenta y cinco kilómetros. Sigue este consejo y callejea más allá del faro: sus diferentes niveles esconden rincones sumamente fotogénicos y atractivas terrazas.
Por su parte, el Parque de Artillería es como un verde oasis bañado por el mar, flanqueando la enorme roca en la que se asienta la ciudadela. Allí podremos descubrir las estructuras militares (rampas, túneles, fosos y polvorín) del nuevo sistema defensivo, mandado construir por los monarcas Carlos I y Felipe II y bajo la ordenanza del virrey de València Vespasiano Gonzaga.
Su naturaleza
Peñíscola, precioso rincón de nuestro litoral, guarda otro gran reclamo, su naturaleza, visible en sus extensas platas, como la del Nord -la más larga, con cinco km.- o las acogedoras calas de la costa sur (Racó Calent, Racó del Bessó, Cala del Moro…), que se funden con la Sierra de Irta.
Una acertada forma de conocer esta sierra es adentrándose en sus numerosas rutas senderistas, visitando incluso monumentos relevantes como la Torre de Badum.
El resultado de todo son decenas de playas de enorme valor ecológico y paisajístico, donde la flora y fauna autóctonas provocan el deleite de sus visitantes.