El Real Monasterio de Santa María de Valldigna, de estilo cisterciense, fue fundado en 1298 por el rey Jaime II, El Justo. Realizado en tres fases, estuvo habitado hasta 1835, cuando se produjo la desamortización de Mendizábal; en 1991 fue adquirido por la Generalitat Valenciana, iniciándose su restauración.
Dice la leyenda que pasando el monarca aragonés por el entonces valle de Alfàndec -tras una campaña militar por el sur del reino- quedó impresionado por su fertilidad y belleza, dirigiéndose a fray Bononat de Vila-seca, abad de Santes Creus, para decirle “vall digna (valle digno) para un monasterio de vuestra religión”.
Fuera o no cierta, el 15 de marzo de 1298 el rey promulgó la orden que concedía al abad la autorización para crear un nuevo monasterio (en la actual Simat de la Valldigna). Seguidamente, el extenso y rico territorio, confiado como señorío, permitió que la comunidad monástica fuera determinante en la sociedad, economía, política y cultura valencianas durante casi seis siglos.
Tres etapas
A lo largo del siglo XIV, bajo los cánones del gótico cisterciense, se diseñó y fue erigido un conjunto de espacios alrededor de un ancho claustro que, no obstante, tuvo una breve vida. En 1396 buena parte de lo edificado se hundió como consecuencia de un terremoto, y la primera iglesia tuvo que ser reconstruida de nuevo décadas más tarde.
Casi tres siglos después, en 1644, un segundo movimiento sísmico obligó a llevar a cabo una profunda renovación, ahora con un mayor protagonismo de la estética barroca, visible de un modo evidente en la iglesia y la capilla de la Virgen de Gracia.
El conjunto fue edificado en tres fases, después de sufrir dos graves terremotos (1396 y 1644)
Desamortización y abandono
El mencionado decreto de desamortización de los bienes del clero, en 1835, conllevó la disolución monástica de Valldigna y su señorío. La consecuente salida de los monjes, el saqueo y el expolio del lugar contribuyeron, sin duda, a finalizar con el antaño esplendor del templo religioso.
La mayor parte de los edificios fueron derribados y las piezas con los que habían sido levantados, vendidos. Los bienes muebles y documentos fueron dispersados, reubicándose piezas de especial interés, como la Fuente de los Tritones o el claustro alto del Palacio del Abad.
Abandonado durante más de un siglo y con un aspecto ruinoso, intelectuales e historiadores valencianos de la época sí denunciaron en varias ocasiones el peligro de desaparición completa de los restos del antiguo Real Monasterio. Este movimiento permitió que el conjunto fuera declarado Monumento Histórico-Artístico en 1970.
Fue determinante en la sociedad, economía, política y cultura valenciana durante seis siglos
Iglesia y Fuente
La iglesia, concluida definitivamente en 1699, es el edificio mejor conservado de todo el Real Monasterio de Santa María. Se aprecian vestigios de dos templos anteriores, sobre todo en el lado externo del muro sur.
Consta de una única nave, con bóveda de medio punto, reforzada con arcos torales y cubierta de dos aguas. Predomina en su interior un marcado clasicismo, contrastando con la profusa decoración pictórica y ornamental de la parte alta del templo. Su torre campanario se inició en 1652 y posee tres cuerpos.
La Fuente de los Tritones, por su parte, se diseñó expresamente para el monasterio en 1740. Está tallada en piedra de mármol gris y rosa, conformada por una taza y cuatro caños en forma de mascarones y un pináculo surtidor, decorado en su base con cabezas de monstruos marinos y delfines.
Tras la desamortización de 1835, varios edificios fueron derribados y finalmente abandonado
Palacio del Abad
Ubicado al este de la iglesia, alejado del conjunto abacial, se atribuye su construcción al abad Arnau d’Aranyó en el siglo XIV, aunque tuvo diferentes modificaciones durante los siguientes centenarios.
Del claustro bajo destaca la sobriedad en el tratamiento de ménsulas, capiteles y arcos. Estuvo ochenta años en la mansión del Canto del Pico de Torrelodones (Madrid), hasta la recuperación y colocación en su emplazamiento original en marzo de 2007.
Sobresale asimismo el Claustro del Silencio, elemento arquitectónico clave en los monasterios cistercienses. Contaba con cuatro pandas cubiertas que se empleaban para pasear, leer o meditar.
Portal Nuevo
A través del Portal Nou se hace la entrada principal al recinto murado del monasterio, que muestra un arco apuntado de sillería y está flanqueado por dos torres salientes. En la parte superior del arco se aprecian tres escudos, dispuestos horizontalmente: el de la Corona de Aragón en el centro y las dos armas del abad Arnau d’Aranyó en los extremos.
La puerta da acceso a un atrio con bóveda de crucería, uno de los elementos mejor conservados del sitio. A ambos lados de las torres se levantan las murallas exteriores, un muro de planta poligonal.
Finalmente, la Sala Capitular comenzó a cimentarse siendo abad Rodrigo de Borja, posterior papa Alejandro VI. Es una edificación de planta cuadrada, rematada con almenas, cerrando el claustro por el este.