Desde la falla El Carmen-Manises, fundada en 1971, animan a sus gentes comisionadas, a su vecindario, desde Internet: “¡Esto ya va cogiendo color y forma! ¡A partir de este martes noche engalanaremos nuestro barrio!”. Por su parte, la falla Parque Alcosa-Alfafar, nacida en tan histórica fecha como 1975, no puede resultar más estimulante al respecto, por la misma vía: “¿¿¿Estás listo??? Los esperamos el día 18… ¡¡¡Vamos a darlo todo!!!”.
En L’Amistat Massamagrell, un ejemplo más, aparte de animar, como toca, afirman: “Des de 1979 fent que Massamagrell siga fallera” (desde 1979 haciendo que Massamagrell sea fallera). Son apuntes tomados al azar que desgranan una realidad que escapa a la tradicional del centro del ‘cap i casal’ como núcleo fallero, en marzo, de la Comunitat Valenciana. Si se va a verlos, los monumentos van más allá del barrio por barrio. También los hay en el área metropolitana.
Nuestra área metropolitana está desbordada por la fiesta e incluso se extiende a otras comarcas
Extendidas por doquier
En total, el área metropolitana de València comprende 1.609.856 habitantes, según el censo de 2023, distribuidos, a razón de 2.514 residentes por kilómetro cuadrado, por un área de 62.890 hectáreas (628,9 kilómetros cuadrados). O sea, 45 municipios que ampliaron el territorio más allá de l’Horta de València (l’Horta), más veintitrés de l’Horta Nord y hasta una veintena de l’Horta Sud (l’Horta-Albufera).
Pues bien, el caso es que en casi todos ellos se celebran Fallas. Es más, la fiesta desborda los límites de esta llamémosla región y hasta podemos disfrutarlas en comarcas como la Ribera Alta, tal que en Algemesí. Pero a nosotros lo que nos interesa ahora es precisamente la información sobre la zona metropolitana. ¿Cuántas?, ¿dónde?, ¿por qué? Bueno, pues se trata de una información peliaguda. Lo vemos.
Buscando información
Intentar encontrar información cuando las fiestas están ya aquí, a la vuelta de la esquina, se convierte en tarea poco menos que imposible. Hay una buena parte (pero no todas) de las fallas que se encuentran inscritas en la Junta Central, aunque realmente, te confiesan, no es sino hasta casi las propias jornadas festeras cuando queden, por fin, todos los datos registrados.
¿Y qué tal un mapa con todas las fallas, de todas las categorías, y las metropolitanas, aunque fuera aparte? “La verdad es que no tenemos un mapa de esas características. Ten en cuenta que ya que hay más de cuatrocientas solo en la ciudad”, te contestan. La Junta Central posee una delegación para ello, la de Juntes Locals, que, como todas, se enfrenta en estas fechas a un incremento muy importante de su ya amplia actividad.
Hay más de cuatrocientas fallas solo en el ‘cap i casal’
Un listado sucinto
En fin, llegan los tiempos de cuando las cosas que preparar, todas importantes, crecen de manera quizá no mágica, pero desde luego sí exponencial. No obstante, algo tenemos. En un directorio de sectores publicado por la Junta Central Fallera nos encontramos con pedanías como Beniferri, Benimàmet, Carpesa, El Palmar, El Perellonet, El Saler, les Cases de Bàrcena, Massarrojos o Pinedo. Y municipios del área metropolitana como Burjassot, Mislata, Quart de Poblet o Xirivella.
Pero esto no es más que uno de los muchos documentos que se hacen para, en determinado momento, ver dónde estamos y quiénes somos. A decir verdad, se trata de un inventario incompleto, pues muchas de las localidades metropolitanas que aquí no se citan, ya hemos visto que también tienen fallas. Y eso también nos lleva a otras cuestiones: ¿hace cuánto tiempo?, ¿desde cuándo se celebran las fallas en el área metropolitana?
Desde 1923 se celebran las fallas en Alfafar
Al principio de todo
Vale, pues para calcular esto quizá debamos dirigirnos a los festejos fundacionales, al propio ‘cap i casal’, cuya historia abarca hasta ya brumosos orígenes. ¿Siglo XVI o XVIII? Los estudiosos no se ponen de acuerdo. Se sabe que ya hay una referencia a una ‘falla’ (del latín ‘facula’, diminutivo de ‘faxcis’, ‘antorchas’) nada menos que en 1683, y que hay quejas en la prensa sobre la fiesta ya en 1784 y en 1792.
El ayuntamiento valenciano premiaba por vez primera una falla en 1901, según casi todas las referencias, pero ¿cuál es el primer monumento fallero, aún en el ‘cap i casal’, que podemos considerar como tal? Para las crónicas, este fue el de Plaza de la Reina en 1820. La quema de enseres, muñecos y demás comenzaba a convertirse desde aquel año en la fiesta tal y como la conocemos. Tomemos, pues, esos años, 1820 y 1901, como referencia.
Fuera de la ciudad
Pues bien, las fallas se celebran, por ejemplo, en Alfafar desde 1923, unos cuantos años más desde el monumento podríamos decir que madre, desde el ‘cap i casal’. Cierto es que, como señalaba el año pasado desde estas páginas (‘Un siglo de tradición fallera en Alfafar’) José Francisco Catalá, cronista oficial de la villa, a mi compañero David Rubio, “era un monumento pequeño y familiar que fue construido por los vecinos. No fue financiado por ninguna comisión concreta”.
Hubo que esperar al año siguiente, añadía Catalá, para que se contratara a un artista constructor, quien creó la falla ‘El sant del abuelo’. Luego, llegó un vacío festero que desapareció a partir de 1934, con ‘Tot es faena’. Después, el jolgorio se agostó con la guerra civil (1936-1939) y una dura posguerra. Hubo fallas a principios de los cincuenta, pero el asunto continuó con alma guadianesca.
En Mislata solo sobrevive una de las tres que hubo
Las distintas poblaciones
La Fila y Parque Alcosa, dos de las comisiones de las fiestas actuales, y también las dos primeras de estas, nacían en 1975. Hasta ahora, con siete que se reparten el millar y buen pico de falleros alfafarenses. Queda bien recordar este caso porque, en el fondo, no deja de resultar paradigmático sobre el nacimiento y desarrollo de las fallas metropolitanas. Ya dijimos que la fiesta se iba a extender por toda el área, desde una punta a otra.
Y la lista metropolitana resulta nutrida: Alaquàs, Albal, Albalat dels Sorells, Alboraia, Albuixech, Alcàsser, Aldaia, Alfafar, Alfara del Patriarca, Almàssera, Benetússer, Beniparrell, Bonrepòs i Mirambell, Burjassot, Catarroja, El Puig de Santa Maria, Emperador, Foios, Godella, La Pobla de Farnals, Manises, Llocnou de la Corona, Massalfassar, Massamagrell, Massanassa, Meliana, Mislata, Montcada, Museros, Paiporta, Paterna, Picanya, Picassent, Puçol, Quart de Poblet, Rafelbunyol, Rocafort, Sant Antoni de Benaixeve, Sedaví, Silla, Tavernes Blanques, Torrent, Vinalesa y Xirivella.
Brotes pandémicos
Uno de los momentos más dramáticos recientemente vividos, con la pandemia de la covid, iba a servir, paradójicamente, para que los medios permeabilizaran más sus informaciones y nos descubrieran, a título general (obviamente, ya había información, aunque no tan sobrada en las distintas prensas locales), la notable existencia de estas fallas metropolitanas. El 3 de marzo de 2020 se confirmaba el primer fallecimiento en España (el 13 de febrero, en València) de una enfermedad aparecida en China.
El 14 de marzo se decretaba el estado de alarma y no hubo fallas, hasta 2021 y de aquella forma; se llegaron a plantar monumentos en la capital y en nueve localidades de l’Horta (Aldaia, Burjassot, Catarroja, Mislata, Montcada, Paterna, Quart de Poblet, Torrent y Xirivella). Alaquàs y Foios quedaban pendientes y el resto sencillamente decidieron, en un panorama de mascarillas y confinamientos, no plantar monumentos ese año.
La Asociación Pro-Fiestas de San José propició desde 1926 la expansión fallera
Los reflejos mediáticos
Pero al menos ya teníamos una constatación bien mediática del desarrollo de los festejos en el área metropolitana. Y afectaba a bastantes comisiones. Como en Manises, por ejemplo, donde comenzábamos el artículo y cuya primera falla se alzaba en 1924 (y recordemos las fechas capitalinas tenidas como referentes: 1820, primer monumento, y 1901, primer premio municipal). Nada menos que once comisiones. Otras once, por cierto, en Alaquàs, que iniciaba su historia festera en 1933.
Es cierto que hay menos en otras poblaciones, como Mislata, cuya falla Creu i Mislata no solo fundaba los festejos, en 1926, sino que es la única que sobrevive hoy de las tres que llegaron a organizar esta celebración en el municipio. Al cabo, eran hijas de una panspermia festera, de una expansión fallera que había sido propiciada desde la misma capital, como con la creación el 27 de enero de 1926 de la Asociación Pro-Fiestas de San José.
Una bifurcación festera
La idea no era otra que fomentar el turismo, y partía de una iniciativa fomentada por asociaciones como Lo Rat Penat, surgida en 1878 y aún en activo. Es la entidad que, por ejemplo, introdujo en 1879 los Juegos Florales en la Feria de Agosto (de 1870, aunque oficialmente arranque en 1891), curiosamente creada como respuesta burguesa a las más populares fallas. Realmente fueron los años veinte del pasado siglo los responsables de esa dilatación física de la fiesta.
No solo lo hizo por la provincia valenciana. También se extendió y, por ejemplo, en Alicante ciudad cobró tintes muy propios al crearse las Hogueras, trasladando al pórtico del verano toda la parafernalia festera. Así se gestaba en la hoy Comunitat Valenciana una dicotomía Fallas / Hogueras que en este siglo lima cualquier aspereza y une esfuerzos (el colectivo de artistas, por ejemplo, se agrupa hoy en la Federación de Artistas Falleros y de Hogueras de la Comunidad Valenciana).
Al crearse las Hogueras, trasladó al verano la parafernalia festera
De la ciudad al campo
Sin embargo, en el área metropolitana, por lógica, lo que se iban a dar eran las fallas. Hay que tener en cuenta que a finales del siglo XIX y también comienzos del XX se produjo una fuerte diáspora, esta vez de la ciudad al campo, de la capital a su círculo poblacional, en busca de trabajo. Estamos en el momento de la proliferación de los planteles de arroz. Obviamente, quienes llegaban traían en el morral también usos y costumbres.
Estas iban a sumarse a las propias generadas en los lugares de arribada, fueran localidades independientes, pero metropolitanas, o pedanías de la metrópoli, en buena parte de los casos bañados sus territorios todo o en parte por la Albufera valenciana. Las mixturas iban a crecer a sus peculiares maneras. “Aquí solemos decir”, señalaban desde la Junta Central Fallera, “que hay tantas fallas diferentes como los sitios donde se celebran”.
Varias peculiaridades
Desde luego, las peculiaridades son muchas, aunque es cierto que si triunfan se expanden. Y los festeros te apuntan un viejo sofisma: “Es fiesta, así que si algo se repite dos veces, ya es tradición”. El caso es que las fallas metropolitanas, que bandean entre una y poco más de la decena de comisiones, iban a traer muchas novedades, a veces muy evidentes, otras más sutiles. Véase, por ejemplo, los Jocs Florals (juegos florales) en Torrent.
Y se trata de una localidad que se sale del molde metropolitano en cuestiones falleras: cuenta con veintinueve comisiones y la falla de 1923 fue la segunda, no la primera, de 1900. Eso sí, ambas en el Carrer del Pi (Virgen María del Olivar, antigua Cambrils). En todo caso, con este panorama queda claro que irse a ver las fallas es algo más que ir al centro del ‘cap i casal’, pero esto ya coge “color y forma”, vaya.