Entrevista > Juan Carlos González / Abogado, cinéfilo y escritor (Crevillent, 1975)
Agosto del pasado año. El crevillentino Juan Carlos González presentaba su primera novela, ‘Preciosa chica’, y ya tenemos la segunda, un nuevo policíaco, ‘El regreso de Jaime el Barbudo’, donde historia y misterio se dan la mano, y que presenta el 12 de este mes en la Casa de Cultura.
Dicen que la segunda novela siempre es más difícil. Sin embargo, desde estas mismas páginas, en agosto del pasado año, anunciabas ya este libro. ¿Cómo viviste su elaboración?
Sorprendentemente, ha sido un proceso natural. Al crear un hábito de escritura diario y constante con la primera, el vacío que sentía al finalizarla lo tuve que suplir buscando historias y empezando a escribir nuevamente.
Era una especie de necesidad que pude llenar con el personaje de Jaime ‘el Barbudo’. Pero si alguien me dijera hace unos años que estaríamos hablando de una segunda novela a estas alturas, no daría crédito.
«Necesito basarme en sucesos verídicos para construir un relato ficticio»
Has sido cronista, eres abogado. Imagino que, para ti, crear implica un previo trabajo de documentación.
Así es. Con el tiempo me he dado cuenta de que necesito basarme en determinados hechos o sucesos verídicos para poder construir un relato ficticio. En este caso, pude acceder a abundantes fuentes novelísticas, periodísticas, jurídicas e, incluso, relatos orales que narran las vivencias de ‘Jaume el Barbut’. Poder tener en mis manos legajos escritos hace más de doscientos años, donde se glosan sus andanzas, ha sido de lo más gratificante.
Incluso recuerdo cuando recopilé su sentencia de muerte y partida de defunción en Murcia; hice el mismo recorrido que le llevó al cadalso, en la plaza de Santo Domingo, y experimenté una sensación extraña, imaginándome sus últimos momentos antes de ser ahorcado.
Eres uno de los impulsores del Cinefórum Crevillent. Solemos disociar artes y capacidades, pero ¿cuánto crees que influye tu cinefilia en tu literatura?
Como decía Luis Eduardo Aute, todo en la vida es cine. Entiendo que en mi caso la influencia debe ser consustancial, y a la hora de construir un personaje, un diálogo o una trama, es inevitable retrotraerme a secuencias cinematográficas, ya sea voluntaria o involuntariamente.
Junto con Javier Martínez Blaya, realizamos un cinefórum de cine clásico desde hace siete años. Y eso no ha hecho más que afianzar esa cinefilia, proponiendo y debatiendo sobre historias atemporales y universales que refuerzan cualquier idea literaria.
«Me gustaría profundizar en historias donde impere la comedia»
Tu anterior y primera novela fue policíaca, ahora vuelves al género. ¿Te encuentras a gusto en él?
De forma inconsciente, el relato tomó unos derroteros similares al anterior. Ambas novelas tienen en común esa trama de novela negra, pero en este caso se trataría, además, de un ‘thriller’ histórico donde se enlazan los sucesos acaecidos durante la vida del famoso bandolero y los crímenes que se están cometiendo hoy en día rememorando la figura del Barbudo.
Es una historia que transcurre en dos lapsos temporales, donde se mezclan hechos verídicos durante la vida de Jaime y otros ficticios que narran las pesquisas de Sara, la jueza que debe averiguar quién está emulando aquellas fechorías, antes de que se cumpla el aniversario de su muerte.
¿Tienes previsto trabajar en otros géneros? En la anterior entrevista, a mi compañero Jonathan Manzano, le comentabas: “Desconocía que la consecución de una novela provocaba adicción”.
Me gustaría profundizar en otro tipo de narraciones, historias absolutamente ficticias donde imperen la comedia y las relaciones personales. Algo así como un relato de pareja donde sus decisiones les lleven a situaciones surrealistas, pero de momento solo tengo ligeros esbozos.
Necesito encontrar el desencadenante definitivo para poder visualizar la trama y su desenlace, porque esa adicción está provocándome síndrome de abstinencia. Al menos, eso dicen mi mujer y mis hijos mientras imploran que me encierre nuevamente a escribir.
«Desconocer la existencia de Jaime es algo que no nos deberíamos permitir»
Rescatas a un personaje que forma parte del acervo social de Crevillent, de toda la provincia y más allá. ¿Nos estamos olvidando de nuestra propia historia?
Pensé que el bicentenario de su muerte era la ocasión propicia para rememorar su figura, alguien que ya en vida tuvo una repercusión enorme, adquiriendo la condición de leyenda dentro y fuera de nuestras fronteras.
No es casual que en aquellos años se ajusticiaran a cientos de bandoleros en estas tierras, pero solo uno pasará a la literatura. Al fallecer, se escribieron varias novelas contando sus vivencias, incluso obras de teatro y zarzuelas donde se ensalzaban sus actos heroicos.
Se mostraba como una especie de bandolero bueno, obligado por las circunstancias a echarse al monte y delinquir, repartiendo sus ganancias entre los más desfavorecidos. Además de lo anterior, la prensa de la época recogió puntualmente sus andanzas y eso hizo que su leyenda creciera y permaneciera hasta nuestros días.
Un Robin Hood autóctono.
A lo largo de la geografía alicantina y murciana todavía se cuentan historias de Jaime ‘el Barbudo’. De hecho, la importancia del personaje la encontré en una noticia aparecida en un periódico americano de Baltimore, donde en 1824 se hacía eco de su muerte. Encontrarme con gente que desconoce su existencia, llegando incluso a pensar que su historia es fruto de la invención, es algo que no nos deberíamos permitir.
La era de la rapidez
Rememorabas todo lo que nos daba tiempo a hacer de pequeños, pensamiento que te impulsó a pergeñar la trama de tu anterior libro. ¿Ya no tenemos tiempo de disfrutar, por ejemplo, de una novela?
Lamentablemente, vivimos en la era de la rapidez y la satisfacción inmediata, donde el esfuerzo por disfrutar de una recompensa fraguada a fuego lento, como podría ser una novela, tiene que competir con redes sociales y ahora, además, con la inteligencia artificial.
Sin embargo, confío en aquellos que siguen manteniéndose firmes en la búsqueda de historias personales, que acuden a las librerías y buscan sorpresas al margen de algoritmos y cuentos enlatados.