Entrevista > Augusto M. Torres / Director de cine (Madrid, 12-diciembre-1942)
Sin pelos en la lengua, el veterano Augusto M. Torres, cine en estado puro, nos atiende poco antes de estrenar su último trabajo, ‘Teatro circo’, en el certamen cinematográfico que se celebra todos los meses en nuestra localidad.
El director, crítico de cine y también escritor nos relata cómo eran las películas de su juventud y el modo de acudir a las salas, “tan dispar a la actualidad”. Asimismo, confiesa ser gran amante de las comedias musicales, aquellas protagonizadas por Gene Kelly y dirigidas por Stanley Donen: ‘Cantando bajo la lluvia’ o ‘Un día en Nueva York’.
Apoyo sin distinciones
Considera que el cine español, notable en otras épocas, pasa por un muy mal momento -se niega a ver la premiada ‘La sociedad de la nieve’- y piensa que es absurdo que se les dé tanto apoyo a las películas dirigidas por mujeres. “Realmente se debería dar subvenciones y dinero a las buenas películas, tengas como director a un hombre o a una mujer”, expresa con vehemencia.
Autor de films como ‘Las películas de mi padre’ (2006), “mi largometraje más personal”, en breve publicará su décima novela, ‘La habitación de la pelirroja’. También trabaja en el libro ‘Directores españoles de posguerra’, sobre más de cuarenta directores y unas cuatrocientas películas “que he visto a lo largo del tiempo y guardado minuciosamente”.
Director, crítico de cine, escritor… ¿Qué es Augusto M. Torres?
Desde la primera vez que fui al cine quedé fascinado por él, así como con las novelas. Siempre he querido escribir historias y hacer películas, especialmente libros de cine.
Mi especialidad a lo largo de muchos años fue hacer diccionarios, llegando a hacer muchísimos, hasta la introducción del nefasto Internet, que se los cargó.
¿Cómo era acudir al cine en los cincuenta y sesenta?
Existía una cosa que desapareció hace muchos años que se llamaba cine de programa doble y sesión continua. Empezaba habitualmente a primera hora de la tarde y muchos íbamos porque en nuestras casas no había calefacción y era una forma de estar calientes en invierno.
¿Cuánto valía entonces una entrada?
No lo recuerdo con exactitud, pero el cine nunca fue caro. Incluso ahora me parece barato, cuando todos los precios están al alza. Si entras en un bar a tomar algo te resulta mucho más caro que ver una película.
Lo que incrementa el precio son las toneladas de palomitas y bebidas que se consumen.
«Siempre he querido escribir historias, sobre todo libros de cine, y hacer películas a mi estilo»
¿Cuál era el cine que quería hacer de joven?
Me encantaba lo que se veía entonces, principalmente cine americano (western), pero las películas llegaban con muchísimo retraso por varias razones: problemas de censura y económicos, pues estrenarlas con dos o tres años de retraso era muchísimo más barato para el distribuidor.
¿Le gustaba también nuestro cine?
Por supuesto, me fascinaba el cine nacional de esa época, como reflejo en uno de mis últimos libros, ‘Directores españoles de posguerra’, centrado en realizadores de los años cuarenta y cincuenta, normalmente mal vistos por su lado franquista. La idea es que se publique en breve, a ser posible en la Feria del Libro.
Estos directores, algunos más próximos al dictador que otros, hacían un tipo de cine que tenía mucho interés por las subvenciones; hacer una película era una forma de conseguir licencias de importación de films americanos.
¿Comenzaron entonces las coproducciones?
Sí, principalmente con Italia. Se empezaron a hacer unas comedias, copiadas de las transalpinas, que eran horrendas.
«Me encantaba el cine americano, los westerns, pero muchas películas llegaban con dos años de retraso»
El cine fue cambiando, a veces radicalmente.
Sobre todo a raíz de la desaparición del americano de los grandes estudios, para mí el mejor de siempre, con gran diferencia.
A finales de los sesenta aparece la ‘Nouvelle vague’ en Francia, un nuevo cine en Europa que tiene mucho protagonismo en Italia. Pero es curioso, porque el cine que se hace en ese país, el italiano, que fue estupendo durante años, de repente desaparece.
¿Se hacían igualmente buenas películas en España?
Hubo un momento que sí. Pienso que a Franco le interesaba el cine, en la medida que era protagonista del NO-DO, de proyección obligatoria en todas las salas.
Esta situación comenzó a tambalearse y hundirse con la aparición de los telediarios. A los políticos lo único que les ha interesado es salir en ellos, porque el cine les da exactamente igual.
¿Dejaron de ayudar al cine?
Hay, desde hace muchos años, unas políticas de subvenciones muy raras; antes, como decía, se buscaba la importación de cine foráneo, que ayudaba a este, no al patrio.
Durante los años de transición hubo un periodo muy bueno, con notable apoyo al cine, hasta la llegada de los socialistas y de Pilar Miró -gran amiga, por cierto- al frente de la Dirección General de Cine.
«A los políticos solo les interesa salir en los telediarios. En mi opinión, el cine les da absolutamente igual»
¿Se equivocó Pilar?
Sí, en el sentido que pensó que los españoles somos como los franceses. Ellos apoyan sus películas por el simple hecho de ser suyas, mientras en España eso no sucede.
¿Cuáles son los mensajes que quiere lanzar en sus películas?
En principio, pocos; únicamente pretendo hacer cosas que se salgan de lo normal, sin una dirección muy definida. Por ejemplo, películas comerciales únicamente hice una, ‘El pecador impecable’ (1987), porque me apetecía trabajar con Alfredo Landa y Rafael Azcona, brillante guionista.
Tengo muy buenos recuerdos del rodaje; el film no quedó nada mal y dio bastante dinero en taquilla.
¿Qué es ‘Teatro circo’?
Por medio de Carlos Escolano, profesor de cine y promotor de ‘Sala de cineastas’ en Orihuela, conocí el Teatro Circo, que me encantó y me recordó al Circo Price de Madrid de hace unos años.
Quise hacer un cortometraje, muy en sintonía a los que hago yo. Tiene una duración de unos doce minutos en los que se cuenta inicialmente cómo es Orihuela, antes de centrarnos en la descripción del propio Teatro Circo.
«Los teatros circo eran recintos polivalentes, a medio camino entre un teatro estable y una carpa de circo»
Los llamados teatros circo, ¿cómo eran?
A medio camino entre el teatro estable y la carpa de circo; eran recintos polivalentes que, siguiendo una tipología de carácter parisino, albergaban espectáculos de todo tipo, desde conciertos y teatro, a cine, zarzuela y circo.
El Teatro Circo de Alicante, después de ser desmontado y trasladado a Orihuela, se inauguró el 25 de abril de 1908. Se cerró en 1978, quedando en estado de ruina y abandono, pero afortunadamente la presión ciudadana logró que se volviera a abrir en 1995 tras un proceso laborioso de recuperación y rehabilitación.
Explíquenos cuáles son sus expectativas.
No muchas. Antiguamente, al hacer un corto te daban dinero que te permitía amortizarlo e incluso realizar el siguiente. Se enseñaba, principalmente, a rentabilizar el trabajo.
Estaba la obligación de poner cortometrajes en los cines, debido a que el NO-DO había desaparecido. Ahora este formato se ha convertido en un absurdo total, perdido; en ocasiones se proyectan diez o doce seguidos, que no tiene ningún tipo de sentido.
¿Cómo son los cortos actuales?
Tienden a hacer una escena de un largometraje, con una pequeña intriga, porque el objetivo de los directores es hacer películas extensas y los cortos son como una especie de primer paso.
El problema es que cuando dirigen un largometraje acaba resultando un corto estirado. Es la misma estructura, aunque más largo y disfuncional.
«El cine español está realmente mal, fatal, porque los films están sujetos al apoyo de las televisiones convencionales»
Opta ahora mucho más por el género documental, ¿por qué?
Sí, he hecho ‘Utópica’, un relato que se remonta a finales del siglo XIX, cuando Antonio de Padua Saavedra construye una colonia industrial y agrícola en sus tierras, entre Villena y Sax. Una joven a caballo, muchas décadas después, descubre las ruinas de la Colonia Santa Eulalia, la historia de sus construcciones y lo que es una utopía.
¿Qué otros proyectos tiene en mente?
‘Amor de Dios’, una película cortometraje que está medio acabada, sobre una chica que vive cerca de la filmoteca y duda entre ver películas o dedicarse a la danza, pues próximo hay también una escuela de flamenco.
Siendo crítico de cine, ¿qué películas le han gustado del último año?
Recientemente he visto una serie de películas que no estaban mal, que a modo curioso se han estrenado casi seguidas. Me refiero a ‘La zona de interés’, sobre el Holocausto judío; ‘Fallen Leaves’, la última del director finés Aki Kaurismäki; ‘Priscilla’, de Sofia Coppola, y ‘Secretos de un escándalo’, una historia real sobre un mediático romance entre una mujer adulta y un adolescente.
«Me niego a ver la premiada ‘La sociedad de la nieve’; no es cine, es televisión, producida por Netflix»
¿Ha visto ‘La sociedad de la nieve’?
En absoluto, es una copia de una americana de los noventa que ya no me hizo especialmente gracia. Además, me indigna esa película porque es televisión, producida por Netflix.
No me entra en la cabeza que los films de esa plataforma no se admitan en los festivales serios -Cannes o Venecia-, pero en cambio nuestra Academia de Cine sí los reconozca y les otorgue todos los premios posibles. Me parece absurdo.
¿Y el cine español en general?
Lo veo mal, fatal. Hace varios años impusieron una ley por la que toda película española debe tener detrás el respaldo de una televisión. Esto conlleva que, si quieres hacer una obra muy personal, es sumamente complicado convencer a alguien para que te la financie.
Jamás vamos a conseguir que una televisión convencional te dé dinero para hacer algo que no sea similar a una serie. Esa medida se cargó el cine español, porque realmente el único que hace lo que quiere es Pedro Almodóvar; el resto han desaparecido.
Sí es positiva la llegada de nuevas directoras.
Otro absurdo es dar dinero a las directoras por ser mujer. Se debería ofrecer más posibilidades a las películas buenas, no a las hechas por féminas.
Finalmente, ¿cuál fue su faceta como productor de directores ‘underground’?
Produje a Iván Zulueta, con el que anteriormente había trabajado en algunos cortos. Hicimos ‘Arrebato’ (1979), con Eusebio Poncela y Cecilia Roth. En su momento pasó sin pena ni gloria por los cines, pero con el paso del tiempo ha tenido su reconocimiento.