Hablar de vino en Alicante implica hablar de los caldos de Villena, afamados en nuestra literatura desde la Edad Media. Si la conversación se trae hasta nuestro terreno, son de obligada mención las Bodegas de Amorós. Un gran imperio vitícola surgido en las últimas décadas del siglo XIX, que fue gestionado durante varias generaciones, hasta la pasada década de los años sesenta.
Su impulsor, Cristóbal Amorós, aprovechó circunstancias como la llegada del ferrocarril o la filoxera sufrida en los viñedos franceses para extenderse a todo el mundo. Una historia agraria, social, económica y cultural que durante varias generaciones dejó su sello en la sociedad villenense, la cual merece la pena conocer.
El boom de la vid
A mediados del siglo XIX una plaga de filoxera arrasa las plantaciones de uva en Francia, lo cual repercute positivamente en la agricultura alicantina, multiplicando su producción de vid. A partir de 1868 Villena experimenta la época dorada de la exportación de vino, gracias al clima y vasta extensión agrícola de nuestro municipio.
La epidemia en Francia, junto con la llegada del ferrocarril a nuestra ciudad y la disponibilidad de compra de tierras que introdujo el liberalismo, gracias a las desamortizaciones llevadas a cabo, generaron un clima propicio para su expansión. Los agricultores locales, ante el gran rendimiento económico derivado de la importación de vino, empeñaron sus ahorros para llenar de vid cada finca de la ciudad.
En el siglo XIX la epidemia de filoxera en Francia abrió una oportunidad de negocio vinícola para los agricultores locales
La figura de Cristóbal Amorós
Entre esos emprendedores locales destaca Cristóbal Amorós, nacido en Biar en 1849, quien se estableció en nuestra localidad fundando Bodegas Amorós en 1877. Sus caldos fueron reconocidos mundialmente en exposiciones vinícolas como las de Barcelona, París, Chicago, Amberes, El Cairo o Suez.
Fue el impulsor de una dinastía dedicada a la importación de vino que durante tres generaciones llevó la producción villenense por todo el mundo, a través del ferrocarril o del velero que, con su nombre, cruzaba el Atlántico cargado de toneles. En 1910 fue nombrado hijo adoptivo de la ciudad por la donación al municipio de Villena de la finca y el Molino de las Virtudes, el cual aseguraba la producción agraria de decenas de familias en nuestra ciudad.
Recibió galardones internacionales por sus vinos en Amberes, París, El Cairo, Chicago y Barcelona
Bodegas de prestigio
Las Bodegas Amorós contaban con un muelle propio para el ferrocarril, junto a la estación, al que acercaba sus vagones, la cisterna y el fudre con cargas cuyo destino era el puerto de Alicante, desde donde se distribuían. Disponían de tonelería propia donde, a lo largo de todo el año, trabajaban en la fabricación de sus propias pipas y barriles con profesionales dedicados a la talla de madera.
Sus importantes premios internacionales cosechados durante las últimas décadas del siglo XIX dispararon la demanda, alcanzando una producción anual de 100.000 litros de vino entre 1888 y 1892. Además de la bodega de Villena, Cristóbal Amorós abrió nuevas bodegas en Yecla, Socuéllamos, Tomelloso y Rio Záncara, diversificando la producción etílica con vinos dulces o vermuts.
La donación del Molino de Las Virtudes le concedió el título de hijo adoptivo en 1910 a Cristóbal Amorós
Apoyo al crecimiento local
La familia Amorós, la cual se afincó en el palacete junto al Paseo Chapí, que décadas más tarde compraría la familia Arenas, se implicó de manera activa en la vida pública de nuestra ciudad y en el desarrollo cultural, educativo, lúdico y religioso.
Contribuyeron económicamente en la construcción del Teatro Chapí, donde presidieron además su junta directiva, fomentando junto a él la consolidación del Círculo Agrícola Mercantil Villenense (CAMV). Además, cedieron los terrenos para la construcción del primer instituto de Bachillerato en la ciudad, el IES Hermanos Amorós.
En 1948 restituyeron el trono de la Virgen de las Virtudes que había desaparecido durante la Guerra Civil, el cual estaba dotado de un mecanismo para la elevación gradual de la patrona. Contribuyeron además en la construcción del internado de los Salesianos y adquirieron el Molino de las Virtudes para cederlo al ayuntamiento, junto con los derechos sobre las aguas de un manantial de la Fuente del Chopo, lo cual evitó la ruina a los agricultores de La Laguna.
Reinvención del sector
Tras la recuperación de los viñedos franceses, el exceso de producción de vino trajo una importante bajada de precios, lo cual provocó en Villena una crisis vitícola para muchos agricultores que habían apostado todo a esta nueva “gallina de los huevos de oro”. La epidemia de filoxera llegó a la producción local junto con otras enfermedades agrarias, lo cual llevó a muchos productores a cambiar la vid por cultivos como los cereales, las patatas o los ajos, con una mejor aceptación en el mercado.
La adulteración de vinos, los altos impuestos y no disponer de tratados que apoyaran la viticultura provocaron que en 1915 la superficie de vid en Villena descendiera notablemente. En 1924 había 34 productores de vino en la ciudad, año en el que se crea la Unión de Viticultores de Levante, que dio paso a la Cooperativa Vinico-Alcoholera Villenense.
El sector cayó en una profunda crisis en 1929 que las Bodegas Amorós pudieron sortear con mayor o menor fortuna hasta que en la década de los sesenta, definitivamente cerraron sus puertas y un capítulo importante en la historia villenense.