Nuestra historia transcurre en un lugar preciso, València, y un momento concreto, el siglo XVI. Es el entorno donde un pintor que ya nacía con posibilidades de ser ‘grande’, Juan de Juanes (1503-1579), iba a serlo aún más. Fue aquí, de hecho, donde surgió lo que podríamos definir como el ‘mito Juan de Juanes’, de aquel artista especializado en la iconografía religiosa.
Dueño de un estilo muy propio que acabó sirviendo casi de plantilla para la pintura renacentista por estos lares, dejaba una importante obra capaz de imponerse incluso a su propia biografía, bastante difuminada bajo cuadros de la talla de la ‘Santa Cena’ que pintó al óleo sobre tabla, entre 1955 y 1562, para la valenciana iglesia de San Esteban, que incluye una reproducción del Santo Grial de La Seu.
Fechas confusas
Resultan aún tan confusos el lugar como el año de su nacimiento. Historiadores hay que anotan posible natalicio en 1503, otros en 1505 o incluso 1510, y hasta los hay que nos lo registran para la vida en 1523, aunque esta última fecha sea menos aceptada. De Juanes pasó un largo aprendizaje de juventud trabajando mano a mano con su padre, Juan Vicente Macip, Masip o Maçip (1475-1545), prestigioso pintor de corte.
La primera obra en solitario del joven Vicente Juan Masip llegaba en 1534: un retablo para la iglesia valenciana de Santa Catalina Mártir dedicado a San Eloy. El hecho de que desde bien joven trabajase sobre todo para los templos del ‘cap i casal’ abona la teoría, bastante aceptada, de su nacimiento o al menos bautismo en València capital. Otros lo ubican en Bocairent (Vall d’Albaida), donde falleció.
Su estilo acabó sirviendo de plantilla por estos lares
De nombre artístico
La localidad natal (la patria chica) más aceptada, de todas formas, es la Font de la Figuera (La Costera), al sur de la urbe valenciana (el padre era oriundo de Andilla, al norte, en la comarca de Los Serranos, y falleció en el propio ‘cap i casal’). En todo caso, Vicente Juan Macip, Masip o Maçip, integrado en la capital, decidiría darle más empaque a su nombre, latinizándolo.
Es decir, usó el llamado genitivo latino; en este caso, Juan (descendiente) de Juanes. Se trataba de medrar en un contexto físico y cultural muy rico, pero lógicamente complicado. Estábamos en una sociedad, la valenciana del siglo XVI, que habitaba una ciudad, una vez más, en plena efervescencia: la metrópoli despuntaba entonces en las mimbres de las postrimerías renacentistas.
Se estrenó con un retablo para la iglesia de Santa Catalina
Con fondo humanista
El Renacimiento, nacido en el anterior siglo, pretendía un retorno al pasado grecolatino (el movimiento había nacido precisamente en Italia), así como una contemplación, cuando no comunión, con la naturaleza. Centraban el universo, el físico y el anímico, en el ser humano (de acuerdo con la época, en el hombre), la corriente intelectual y filosófica conocida como Humanismo. Y florecían las ciencias.
O sea, por un lado las de la naturaleza, las experimentales, y por otro las llamadas humanas, las ‘studia humanitatis’ (dialéctica, filosofía -sobre todo la moral, la denominada ética-, gramática, historia, poética o literatura, retórica). En tal contexto, lógicamente proliferaron las artes, sobre todo en su apartado bellas artes (arquitectura, escultura, pintura, música, declamación y danza, aunque aclaremos que esta definición se acuñó en el XVII).
El Renacimiento introdujo en España una oleada de pintores extranjeros
Inspiración extranjera
El Renacimiento se introducía muy tempranamente en España, cuando literalmente una oleada de artistas extranjeros (alemanes, franceses, italianos, flamencos…) era invitada por la Corte, señores posfeudales, nuevos burgueses o centros religiosos. Se produjo un toma y daca que alcanzó a muchos artistas de aquí, que marchaban a Italia. Durante mucho tiempo se especuló con que el propio Juan de Juanes lo había hecho así, recibiendo el magisterio del veneciano Sebastiano del Piombo (1485-1547).
La inspiración en artistas como Leonardo da Vinci (1452-1519) o Rafael Sanzio (1483-1520) así parecía indicarlo. Pero la realidad es que Juan de Juanes posiblemente nunca salió del país (las obras de Del Piombo llegaron a València gracias al aristócrata y embajador Jerónimo Vich, 1459-1535), apenas de la provincia. Para 1534, cuando se ‘independiza’ como artista, el ‘cap i casal’ es ya toda una potencia urbana, de unos 40.504 habitantes en 1510, según el historiador valenciano Manuel Ardit (1941-2013).
Una ciudad en expansión
Se trataba, claro, de cifras aproximadas; el primer censo moderno español fue el del Conde de Aranda (1719-1798), en 1768. En todo caso, València era una ciudad ya moderna para la época, nódulo cultural y a su vez uno de los puertos principales de la Ruta de la Seda (por aquí, desde el XIII hasta el XVII, sobre todo). La urbe, además, se expandía.
Ya en el citado año 1510, contaba con 9.800 viviendas y edificios construidos, e iba a más. En 1502 se había fundado el Estudi General, la Universidad de Valencia. El arte europeo, en aquel momento, tendría parada en el puerto valenciano. Y Juan de Juanes vio, aprendió y acabó por convertirse en uno de los maestros indiscutibles europeos. Su universalidad no fue viajera, pero sí muy física, creativa y artística.