El Archivo Municipal ‘Clara Campoamor’ de Crevillent ha publicado recientemente varios documentos que dan testimonio de cómo sufrió el municipio la epidemia de ‘coqueluche’, que se propagó en España durante la primavera de 1924.
Una situación ocurrida hace ahora justo un siglo, pero que nos trae ciertos paralelismos con tiempos actuales. No en vano estos hechos sucedieron pocos años después de producirse la llamada ‘gripe española’, una pandemia mucho más grave que se cobró millones de vidas por todo el planeta.
El virus de los niños
Para empezar conviene explicar bien de qué enfermedad estamos hablando. La tos ferina o tos convulsa (conocida popularmente como ‘coqueluche’) es una enfermedad infecciosa provocada por la bacteria Bordetella pertussis.
Como su propio nombre indica su principal síntoma en el paciente es una tos bastante violenta, y además destaca por ser sumamente contagiosa. Se puede padecer a cualquier edad, pero los más vulnerables son los niños menores de cinco años.
Esta patología protagonizó diversas pandemias en Europa, desde los siglos XVI al XIX, que causaron la mortalidad de numerosos niños. Hasta que los científicos belgas Jules Bordet y Octave Gengou consiguieron aislar el virus por primera vez en 1906. Este hallazgo propició que se pudieran iniciar investigaciones para encontrar una vacuna, lo cual ocurrió de la mano del pediatra estadounidense Louis W. Sauer.
Fue la ‘gripe española’ la que causó una mortalidad especialmente alta en Crevillent
La gripe mal llamada ‘española’
Sin embargo en aquellos convulsos años la mayor parte de la comunidad científica internacional estaba más centrada en luchar contra la referida ‘gripe española’. En realidad este mortífero virus fue originado en Estados Unidos, pero se le conoció popularmente así dado que los periódicos españoles fueron los primeros que se hicieron eco de esta enfermedad en Occidente.
Cabe señalar que esta pandemia coincidió con el desarrollo de la Primera Guerra Mundial. Por todos es sabido que en las guerras la primera víctima siempre es la verdad, y los gobiernos de Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, etc. ejercieron una férrea censura sobre la prensa. No solamente se ocultaban las derrotas militares, sino también cualquier cuestión que pudiera desmoralizar a la población. Y por ello durante un tiempo se ordenó no dar en las informaciones parte sobre la existencia de esta gripe.
Evidentemente este secreto a voces poco tiempo pudo mantenerse cuando cientos personas empezaron a enfermar e incluso fallecer en estos países. Así pues, los políticos y la prensa justificaron de alguna manera su tardanza informativa alegando que la gripe había empezado en España.
Los maestros de las escuelas fueron los primeros en alertar del brote pandémico
Graves estragos en Crevillent
La ‘gripe española’ golpeó duramente a Crevillent hasta el punto de que se calcula que fallecieron unas 168 personas entre 1918 y 1919. El primero de todos fue un labrador llamado Juan residente, en San Felipe de Neri, pedanía en la que se propagó especialmente esta enfermedad.
Las autoridades políticas municipales de aquella época tomaron la polémica decisión de no cancelar las fiestas patronales celebradas en 1918, lo cual probablemente contribuyó a propagar los contagios en nuestra localidad.
Parece claro que el ayuntamiento tardó bastante en reaccionar ante esta situación, pues no fue hasta el 13 de octubre, más de un mes después del primer fallecimiento, cuando se convocó un pleno extraordinario para solicitar al Gobierno de España el envío de medicamentos y materiales con los que hacer frente a la pandemia.
El caso es que la mortalidad registrada en Crevillent fue de 15,2 por mil habitantes. Se trata de una cifra particularmente alta si la comparamos con la media nacional (8,3) o con las poblaciones cercanas de Elche (9,35) y Santa Pola (5,27).
Once niños crevillentinos fueron diagnosticados de coqueluche
Cierre de escuelas
Posiblemente esta traumática experiencia vivida con ‘la gripe española’ pusiera en alerta a las autoridades políticas crevillentinas cuando llegó este nuevo brote de ‘coqueluche’, en 1924. En realidad ésta no fue una epidemia especialmente grave, de hecho no hay constancia de que se dieran fallecidos en la localidad, pero la reacción fue mucho más galopante que seis años atrás.
Fueron los maestros quienes primero se dieron cuenta de que había varios niños en las aulas que presentaban los síntomas de la enfermedad. El alcalde, José Magro Espinosa, no lo dudó demasiado y ordenó el cierre preventivo de las escuelas públicas.
Efectivamente las preocupaciones de los maestros eran fundadas, ya que durante abril y mayo fueron diagnosticados, por parte de los médicos crevillentinos, once casos de niños enfermos de coqueluche. Ya hacia finales de mayo la situación recobró toda normalidad.
A raíz de este episodio el Ayuntamiento de Crevillent aprobó habilitar nuevas aulas en las escuelas para crear más plazas educativas, y también de paso que los niños estuvieran menos apretados en las clases.
Vacunación
Al año siguiente de estos sucesos el científico danés Thorvald Madsen probó por primera vez una vacuna a gran escala para el coqueluche. Actualmente se recomienda vacunar antes incluso del nacimiento del niño, es decir directamente a la madre embarazada.
Afortunadamente la incidencia de esta enfermedad es ya muy baja en los países desarrollados. Sin embargo no es así en África, donde la tos ferina sigue causando considerables estragos entre la población.