Consideramos que la tendencia humana es a la concordia, a la paz, dentro de un concepto finalista (todo tiene un ‘fin’) de la vida, de la historia, pero abundan los episodios, como la llamada ‘Guerra de la Unión’, en el mismo seno de la Corona de Aragón, que demuestran justo lo contrario. Aquel fue un conflicto desarrollado en el mismo intríngulis de la entidad occitana, cuya conclusión se anotó aquí.
La batalla de Mislata (en el hoy área metropolitana de València), el 9 de diciembre de 1348, jalonaba, tras otros combates, como el de la zaragozana Épila, el 21 de julio de ese año, un agrio desencuentro en el seno de aquella conjunción de reinos, debido a impuestos y demás imposiciones de Pedro El Ceremonioso (1319-1387), que elevaron el nivel de cabreo de los gobernados.
Historias de un Reino
¿Reino de Aragón, Corona? ¿Pero no son sinónimos? Suelen referenciarse como entidades idénticas, pero no lo son. El Reino de Aragón, que las crónicas inician el 3 de noviembre de 1035, al declararse el condado de Aragón (originario del siglo IX) reino independiente, fue la entidad que iba a estar al frente de la Corona de Aragón (desde 1164 a 1707).
1707 es el año en que Felipe V (1683-1746) vence al archiduque de Austria, Carlos de Habsburgo (Carlos VI del Sacro Imperio Romano Germánico, 1685-1740), en la Guerra de Sucesión (tras fallecer sin descendencia Carlos II, el ‘Hechizado’, 1661-1700), que arrancaba en 1701. Pero Felipe V, primer rey Borbón, al hacerse con el poder absoluto en España, desmantelaba la estructura anterior, la de los Austrias.
Felipe V, primer Borbón, desmantelaba la estructura política de los Austrias
Asuntos de señores
Nos encontrábamos en 1348 insertos en el Medievo (siglos V al XV), en la llamada Baja Edad Media (desde el XI), pleno feudalismo: estructuras poblacionales de tipo piramidal basadas en el vasallaje, con el señor feudal en la cúspide, pero este a su vez se encontraría a las órdenes de un señor feudal de mayor poder (como los reinos), y estos, a su vez, de otros (como las Coronas).
La Casa de Austria (desde el XVI hasta Carlos II) se sirvió de esta estructura, la que desmanteló Felipe V. Pero volvamos a la Corona de Aragón, que abarcó, aparte de varios señoríos occitanos, los reinos de Cerdeña, Córcega, Mallorca, Nápoles, Sicilia y València, los ducados de Atenas y Neopatria (la griega Tesalia), más el condado de Barcelona. Cada una de las superestructuras gubernativas tenía su correspondiente autonomía, pero el más ‘coronado’ más mandaba.
Cada una de las estructuras gubernativas tenía su correspondiente autonomía
Monarca batallador
¿Cómo era Pedro IV de Aragón? Lo de ‘El Ceremonioso’ ya nos aporta una clave: aseguran que le iban las pompas y fastos del poder. También fue conocido como ‘el del punyalet’ (puñalito), arma con la que rasgó el ‘Privilegio de la Unión’, tras su entrada victoriosa en Zaragoza el 7 agosto de ese 1348. Y porque hacía lo que fuera para el fin propuesto: fortalecer y agrandar la Corona que heredó.
Eso le hizo entrar en batallas sinfín. Y esto tenía un precio. Que se recargaba a golpe de impuestos. El Reino de Valencia había surgido en 1238, con la toma de la taifa (reino musulmán) a cargo del montpellerino Jaime o Jaume I de Aragón (1208-1276), gran aglutinador de la Corona. Su capital, la actual València, vivía entre el IV y el V un momento esplendoroso, su Siglo de Oro, que trascendería a todo el territorio.
El rey les hizo beber plomo caliente a los conjurados principales
Afectados por impuestos
València, aparte, se había convertido en uno de los principales puertos occidentales de la Ruta de la Seda (desde el XIII hasta el XVII). En este contexto, el descontento cundió tanto entre las clases populares (la plebe, el pueblo llano, también obligado a costear los gastos del rey) como entre los señores (que se unieron en movimientos que serían hoy equivalentes a una patronal).
Sin olvidarnos de una incipiente burguesía que lógicamente también se encontraba a disgusto ante las crecientes necesidades monetarias de la política expansionista, a mandoble y tentetieso, de la Corona. Las Uniones de Aragón (el reino podríamos decir que ‘capitalino’) y de Valencia conglomeraron a los respectivos sectores disgustados y retaron a Pedro El Ceremonioso.
Horas de derrota
Bueno, las tierras catalanas, que no eran reino, finalmente no se unieron (lo que se interpretó como que seguían fieles a la Corona). Tampoco, a última hora, el Reino de Mallorca (desde 1231) ni, ya en estos mismos territorios, Borriana (Plana Alta) y Xàtiva (La Costera), cada uno por sus justificadas razones que cada cual, como suele tocar, interpretó a su conveniencia. El caso es que la llamada Guerra de la Unión la ganó la Corona.
En varias fuentes se habla de magnanimidad de Pedro IV para con los vencidos, pero también se asegura que a los conjurados principales les hizo beber plomo caliente en las copas con las que brindaron por su confabulación. Eso sí, a efectos prácticos, toda la institucionalización y bases legislativas y culturales actuales se las debemos a este monarca. Como si arrancara con él la carrera de estadista.