Entrevista > Raquel Puerta Varó / Artista y profesora universitaria en la UMH (Alicante, 1-marzo-1981)
El arte que nos propone Raquel Puerta Varó se podría calificar como personal y único, incluso diferente, empleando materiales como muletón, hilos y hasta piedras. Sin embargo, su fascinación artística va mucho más allá, coordinando exposiciones, investigaciones y participando en numerosos eventos.
De hecho, su vida estaba predestinada hacia el mundo del arte, amándolo desde la niñez. “Insistí muchísimo para poder estudiar Bellas Artes, pese a las escasas salidas que me pronosticaban”, recuerda ahora con orgullo.
Entre dos tierras
En la actualidad, después de un largo periplo en la Universidad Miguel Hernández (UMH), en Altea, comparte sus vastos conocimientos en la de Salamanca, la decana de nuestro país. Vive, por tanto, a caballo entre nuestra tierra y Castilla, impartiendo clases presenciales y online, “con el condicionante agregado de haber sido mamá hace poco”.
Esa circunstancia, la maternidad, además, le ha cambiado su perspectiva respecto al arte, como veremos. Raquel también forma parte del grupo ‘Libera’, junto a Esperanza Durán y Rocío Guijarro, y alberga una fuerte vinculación con Alcoy, especialmente con el escultor y pintor Toni Miró.
«Siempre me fascinó poder expresarme con otro lenguaje que no fuera el hablado o escrito»
¿Tu pasión por el arte de dónde surge?
De bien pequeña mis padres (Carlos y Mili), que no se dedicaban a las artes, me llevaron a museos y a todo tipo de actividades culturales. Siempre tuve una gran inquietud por la materia; me fascinaba poder expresarme con otro lenguaje que no fuera el hablado o escrito.
Recuerdo ser una niña y disfrutar en el Reina Sofía de Madrid con una exposición de Louise Bourgeois, o pedir a los Reyes Magos un caballete con lienzo para hacer mis primeras ‘obras’.
¿Seguidamente dónde te formaste?
Estudié Bellas Artes en la facultad de Altea y, tras finalizar, hice el doctorado y un máster en Museología y Museografía, ambos en Alicante.
Poco después entré como profesora en la propia facultad de Altea, sustituyendo en un principio una baja maternal. Pero me quedé hasta 2019.
Hasta que te incorporas a la de Salamanca.
Sí, en octubre de ese mismo 2019, de la mano de Antonio Navarro, Pepe Fuentes y Concha Sáez, a los que agradezco la oportunidad eternamente. En Salamanca comencé impartiendo clases en el máster de Educación y ahora estoy como doctora, con plaza fija.
«Mis investigaciones se centran en las materias y la importancia del volumen en el espacio»
¿Parte de tu trabajo se centra en la investigación?
Así es, ahora en Salamanca en el área de grabado (gofrados). Mis investigaciones están focalizadas en las materias y la importancia del volumen en el espacio, en este caso vertical.
Además, debido a que el textil siempre me fascinó, me centré en ello, primero en empastes sobre lienzo, trabajando diferentes materiales. Sin duda, cómo se elabora el textil y se une -mediante zurcidos e hilaturas- son procesos que tienen muchísima trascendencia y que relatan muchos conceptos, visual y conceptualmente.
¿Por qué?
Debido a que cuando incide la aguja en el textil, lo que realmente haces es una herida en la materia. Empecé a generar esos discursos, también porque trabajo sobre el individuo, la identidad y la necesidad de liberación del ser. Empleo como medio el textil, realizando a partir de ahí mi obra.
¿En la que utilizas materiales rígidos y semirrígidos?
Por ejemplo, el muletón, una tela plástica que tiene dos modalidades. Igualmente trabajo linos, piedra o metal.
Me siento cómoda con el textil, una manera de hablar desde la perspectiva de la mujer, pues son connotaciones muy vinculadas con el cuidar.
«Tengo mucha influencia de Malévich; todo lo trabajo sobre blanco, mezclándolo con dorado»
¿Cómo definirías tu estilo?
Personal, una forma diferente de contar las cosas. Intento generar un lenguaje o discurso diferente, recuperando tradiciones y elementos que se están perdiendo.
Soy plenamente consciente de que mi arte, lo que hago, es muy extraño, porque hablo de dolor, de herida y curación, y el público ve sajas, aberturas… Tengo mucha influencia de Lucio Fontana, visible en mis incisiones en los lienzos, y de Kazimir Malévich, porque todo lo trabajo sobre blanco, mezclándolo con dorado.
¿Con una fuerte relevancia del espacio?
Exacto, y al diálogo. Ambos los necesito, pues la pieza tiene que estar en constante relación con el espacio y su entorno (los individuos); no solo la escultura, sino cualquier disciplina artística, que también es tridimensional.
Todas mis obras hablan de sensaciones, los sentimientos que generamos los individuos en determinadas situaciones, cómo nos comportamos en ese entorno.
¿Haber sido mamá ha cambiado tu perspectiva artística?
Sigo trabajando lo mismo, pero ahora con una nueva visión de lo que es la mujer, haciendo un homenaje a nuestras madres y abuelas, y dándoles la posición que se merecen.
En una exposición quise contar la importancia que han tenido para mí tanto mi madre como mis abuelas. Una de ellas, Encarnita, tristemente falleció hace poco a los 101 años.