Entrevista > Sally Cortés Santiago / Filóloga y escritora (Alicante, 27-abril-1984)
La joven Sally Cortés Santiago tenía desde pequeña el deseo de estudiar Bellas Artes, aunque las cuestionables tradiciones gitanas de sus padres lo impidieron, al tiempo que a su hermano Emilio sí le permitían acudir a la universidad. Sin embargo, nuestra inquieta protagonista fue creciendo y pudo finalmente cumplir el sueño de formarse, en este caso como filóloga.
Para ello tuvo que superar muchas barreras, demasiadas y de todo tipo, principalmente intrínsecas a su propia raza. Luchó hasta conseguir ser la mujer que es hoy en día -tutora en un centro escolar-, rompiendo con tantas normas preestablecidas, “aunque al final todo es una decisión tuya, personal”.
La misma Sally nos contará cómo es la realidad de la etnia gitana, “donde solo se conoce lo malo, muy pocas veces lo bueno”, lamenta, y la discriminación que sufren constantemente, véase en el supermercado, “lugar en el que nos sigue el guardia de seguridad, o en entrevistas de trabajo, en las que he tenido que negar mi procedencia”.
¿Dónde empezaste a estudiar?
En Benidorm, donde vivíamos, siendo la primera promoción que hacía la ESO. Pero con trece años nos trasladamos a Mutxamel y noté muchísimo el cambio, tan acostumbrada al bullicio, gentío y ambiente de la ‘Manhattan’ del Levante.
Anteriormente iba dos veces por semana a clases de pintura, una a inglés, dos a ballet clásico y entrenaba dos veces a voleibol. Ese era mi día a día en Benidorm.
¿Tanto te trastocó la vida estar en Mutxamel?
Sí, porque en Benidorm podía hacer muchas cosas que eran imposible poder llevarlas a cabo en Mutxamel. Me he topado después con mucho colegio gueto, con gitanos y payos totalmente separados.
Simplemente quería hacer lo mismo que mis amigas -como asistir a baile-, pero rompía con las tradiciones de mis primas. En mi nuevo hogar me encontré, por tanto, con otro ambiente, y con dificultad para desplazarme; estaba desmotivada.
¿Por qué dejaste los estudios?
No me dejaron mis padres, pese a que ya tenían una mentalidad abierta, lo veían como una protección hacia mí. Es algo muy habitual en la cultura gitana, que no permite que las chicas estudien, sin ser machismo; piensan que siempre estamos en peligro.
En cambio, Emilio, mi hermano, sí continuó formándose. Pude estudiar muchos años más tarde, después de casarme y tener a mis tres hijos.
«Es habitual en nuestra cultura que no se deje estudiar a las chicas; lo ven como protección»
¿Cómo viviste esa situación?
Realmente lo pasé mal, llorando muchísimo, a diferencia de mis primas, que lo tenían mucho más normalizado, porque la niña gitana en principio está acostumbrada a que eso pase. Afortunadamente se están produciendo cambios.
Anhelaba estudiar Bellas Artes, porque siempre estaba en clases de pintura y se me daba bastante bien el impresionismo. Les insistía una y otra vez a mis padres, entre lágrimas.
¿Cuál era su respuesta?
Que eran nuestras costumbres y ya está. Esa contestación me enfadaba todavía más, al ver que mi hermano -quien intentó ayudarme miles de veces- sí gozaba de esa oportunidad. Emilio, en ese sentido, siempre ha sido un pilar en mi vida y mi carrera.
Vuestra cultura, ¿es machista?
Antes lo era más, ahora tras crecer y madurar, no lo veo tanto. Al revés, la mujer gitana es una mujer muy empoderada, pero cuando se lo cree; somos las que llevamos la casa hacia adelante y las que tomamos las decisiones más importantes. Pero es como si no se viera.
Muchas veces no se lo creen, porque asumen un papel. Nosotras, las que hemos estudiado y trabajamos, en numerosas ocasiones decimos que nos sentimos un poco en un limbo; para los payos seguimos siendo las gitanas, mientras los propios gitanos nos dicen que estamos muy ‘apayadas’.
«Los gitanos antes eran muy machistas, aunque ahora, que he crecido, lo veo de otro modo»
Cuánta controversia…
Sí, hay mujeres gitanas que nos toman como referentes y quieren darle un giro a su vida, al tiempo que otras no; son felices estando en su casa, cuidando de sus niños y poco más, porque es precisamente lo que han visto de sus madres y abuelas.
¿Romper eso es muy difícil?
¡Sin duda! Pero no deja de ser una decisión personal. También es verdad que, si tus padres te dicen que no, debes aceptarlo, porque eres una niña. Recuerdo que, en el último curso de la ESO, el profesor de literatura me aseguró que valía para escribir. Me pidió hablar incluso con mi padre, mientras yo le decía que era una tontería, que no me iba a dejar estudiar.
¿Cómo es la realidad actual de la etnia gitana?
Recientemente participé en unas jornadas sobre resiliencia, y sí hay un cambio. Aquellos que dicen que la educación en los gitanos está igual que hace diez años, mienten. Por ejemplo, en la Universidad de Alicante, en San Vicente, somos un grupo importante de alumnos gitanos, pero obviamente no vamos indicando nuestra raza con cartelitos.
Yo paso desapercibida y es difícil que me reconozcan como gitana, cuando me manifiestan frases como “tú hablas normal, no pareces gitana, eres normal”. Consideran que, por ser gitana, tengo que hablar con un acento más andaluz o echando maldiciones.
En realidad existe muchísima ignorancia sobre nosotros, y al tener únicamente un concepto sobre el gitano -habitualmente negativo- a veces la mente no llega a pensar que existen gitanos de otra manera.
«Hay mujeres gitanas que son muy felices en sus casas, cuidando de sus hijos y poco más»
¿Los gitanos os ‘sugieren’ que os caséis con otros gitanos?
En mi caso, mi padre siempre resaltó que lo importante es que yo fuera feliz. Me casé con quien quise, aunque es verdad que intentan decirte que, si es con una persona que tiene nuestras propias costumbres, será más fácil. En la actualidad estamos todos mezclados.
La integración y empoderamiento de la mujer gitana, ¿cómo es?
Cuando llegaron los gitanos a España, procedentes de India, en 1425, la visión que se tenía de la mujer gitana era la de una persona libre, empoderada, dueña de sus propias decisiones. Patrones hay muchos, como ‘La gitanilla’, de Miguel de Cervantes, que narra ya en la primera página que todos los gitanos nacieron para ser ladrones, aunque Preciosa, la protagonista, se atreve a ir a las plazas con ropas diferentes y se gana la vida por sí misma.
¿De qué forma evolucionó la etnia?
En el siglo XIX, Prosper Mérimée escribió ‘Carmen’, el prototipo de mujer empoderada y diosa divina, que hacía y decía lo que quería, cuándo quería y dónde quería. Esa era la visión de la mujer gitana, porque era la que había.
«Mientras para todos el ser resiliente es una virtud, para los gitanos es casi una obligación»
¿Cuándo se produce el cambio entonces?
A lo largo de los años, más de 250 leyes antigitanas se fueron plasmando. Nos teníamos que quitar nuestras ropas, porque si no, nos llevaban presas, o teníamos que dejar de hablar nuestro idioma -el romaní- o nos cortaban las orejas y nos propinaban cien latigazos.
También teníamos que dejar de decir que somos gitanos so pena de muerte. Es decir, nos desapropiaron de todo lo nuestro, pero eso pocos lo saben.
Y llegamos al siglo XX y XXI.
En el que opinan que las mujeres gitanas son sumisas. A los hombres gitanos les califican como ladrones y machistas, y lo achacan a nuestra cultura. ¡Para nada! Vivimos siendo libres, pero todas esas leyes antigitanas de las que hablaba nos han llevado a retroceder y tener que asumir un papel que no nos pertenecía.
Hemos aprendido que la resiliencia para todos es una virtud, pero para los gitanos es casi una obligación, evidente cada vez que vas a un supermercado y el guardia de seguridad te sigue. Eso es una realidad que les ha pasado a mis primas.
¿Qué casos te han sucedido a ti?
A los veinte años tenía un pelo más largo, muy moreno y rizado, y en mi primera entrevista de trabajo pensé en hacer todo lo posible para que no notaran mi raza. Esa ‘valentía’ la normalizo, me hago un moño, me quito los pendientes grandes y me acomodo a lo que quieren ver los demás, que no debería ser así.
«Existe muchísima ignorancia sobre la cultura gitana y solo se piensa en lo malo: ladrones…»
¿Os insultan o menosprecian?
Por supuesto, o simplemente por el apellido les meten en una clase donde únicamente hay musulmanes y gitanos. Tengo alumnos que me indican que el profesor les permite sacar el móvil, porque vaticina que “ellos se van a ir de clase rápido”. Esa es la realidad que vivimos.
¿En qué momento tomas la decisión de ir a la universidad?
Poco después de tener a mi primer hijo comienzo a trabajar en Faga, la Federación Autonómica de Asociaciones Gitanas de la Comunitat Valenciana, y me planteo la importancia de seguir formándome mediante la universidad para mayores de veinticinco años.
Estudié en el campus de San Vicente, mientras trabajaba por las tardes, además de estar al cargo de un bebé de dos años, mi hijo pequeño. Empecé Filología Hispánica a los 34, y acabé hace poco.
Háblanos de tu primera novela.
‘Cuando callan las estrellas’, publicada en 2019, antes de finalizar mis estudios. Trata, obviamente, de gitanos, porque estaba cansada de leer lo que habían escrito sobre nosotros. El personaje principal es una mujer gitana que decide ir más allá: estudiar, viviendo en ese limbo del que hablaba antes, entre payos y gitanos.
Porque, por mucho que evolucionemos como personas, siempre tenemos claro quiénes somos, de dónde venimos. Intento reflejar en la novela -que es romántica también- los prejuicios, el racismo y cómo se convive con todo esto.
«Aunque evolucionamos, los gitanos tenemos claro quiénes somos y de dónde venimos»
¿Os sentís muy orgullosos de ser gitanos?
Claro, es lo único que nos queda. Nos quitaron todo y solo nos queda decirlo fuerte: que somos gitanos. De todo el planeta, somos los únicos que no podemos hablar nuestro propio idioma; en España solo dos personas hablan el romaní.
Cuéntanos qué es ‘Alas’.
Un cuento que publiqué tiempo más tarde. Fue un encargo por parte del Ayuntamiento de Mutxamel por el día de la violencia de género. Volví a tocar el tema de los estereotipos.
Finalmente, ¿cuál es tu próximo proyecto?
Estoy cerca de publicar la segunda parte de ‘Cuando callan las estrellas’, bajo el título de ‘Cuando sueñan las estrellas’. También me he inscrito a un máster de Estudios Literarios, pues estoy muy vinculada a la Universidad Politécnica de València, en cuanto a personajes gitanos dentro de la literatura y sus estereotipos.