Sábado por la mañana. Te levantas y te apetece llevarte a tu pareja o familia a comer un arrocito junto a la Albufera. Qué buena idea. Sales de València, no te vas demasiado lejos y cambias de paisaje radicalmente. Además, una paella en el epicentro del origen de esta delicia gastronómica no tiene parangón. ¿Cuál es el problema? Ese mismo pensamiento lo compartes con miles de vecinos del ‘cap i casal’.
Esto se traduce en un colapso de la carretera que une València con sus pedanías (y las de Sueca) durante casi toda la mañana y buena parte de la tarde. Así, la carretera autonómica CV-500, esa que separa el mar de la Albufera, se convierte en un hervidero de vehículos. Pero finalmente llegas a El Palmar. Colapso absoluto para aparcar en una pedanía que entre semana y en invierno resulta casi un poblado fantasma.
Setecientos vecinos
El Palmar es una conocida pedanía de València que pertenece al distrito de los Poblados del Sur. Situada a orillas del Parque Natural de la Albufera, cuenta con algo más de setecientos habitantes censados. No parece gran cosa habitada cuenta del desembarco de vecinos del ‘cap i casal’ que se produce cada fin de semana, en especial desde marzo hasta octubre, con las buenas temperaturas.
Su nombre parece derivar de la abundancia de palmitos que hubo en la isla y sus alrededores. En época musulmana ya debió existir una alquería andalusí en la isla, ya que en el ‘Llibre del Repartiment’ de Jaime I se hace la donación de una tal Alquería de la Alcudia, situada en la isla de El Palmar.
Su nombre parece derivar de la abundancia de palmitos que hubo en la isla
Orígenes ‘russafíes’
No fue hasta la segunda mitad del siglo XVIII que los pescadores y sus familias comenzaron a establecer su residencia en la isla. Muchos historiadores determinan su origen en el actual barrio de Ruzafa (entonces municipio independiente, como tantos otros que se han ido integrando a València), donde las mujeres se quedaron mientras los hombres iban y venían de El Palmar.
Según el censo más antiguo que se conserva, de 1854, contaba con 65 barracas y una ermita (dependiente de la iglesia de Pinedo), tenía 289 habitantes y pertenecía al municipio de Ruzafa. En 1877 El Palmar, junto con todo el municipio de Ruzafa, pasó a integrarse en el municipio de València.
Arroja un urbanismo de casas bajas y una placita con su cofradía de pescadores
Arquitectura
En la década de 1930 el tipo de vivienda más habitual ya era la casa unifamiliar de planta baja y piso, que había ido sustituyendo a la tradicional barraca, especialmente desde el incendio que en 1855 había destruido más de la mitad del poblado. Fue también en la década de 1930 cuando, con la construcción de tres puentes sobre las acequias de la isla, El Palmar dejó de ser propiamente una isla para unirse por tierra con la citada CV-500.
Poco ha cambiado la estructura de esta pedanía. Carreteras estrechas. Una vía principal que atraviesa El Palmar por un sentido de entrada, y otra carretera inmediatamente paralela que te permite abandonar la pedanía por la misma entrada norte (la principal). En el centro, una placita con su cofradía de pescadores y, por supuesto, decenas de restaurantes.
La ‘carreterita’ de llegada es angosta, y a la entrada emerge un enorme solar muy revelador
Hostelería ‘estacional’
Si bien la economía de El Palmar ha estado tradicionalmente unida a la pesca y el cultivo de arroz, a partir de la década de 1960 empezó a derivar hacia la industria, la hostelería y el comercio, que actualmente ocupan a la mayoría de la población. Basta darse un paseo entre semana y luego los fines de semana para darse cuenta de este giro económico.
Los restaurantes se encuentran en todos los rincones de la pedanía. Tanto en el interior, como en las calles de entrada y de salida. Pero también a lo largo de las acequias e incluso en los alrededores de El Palmar, tanto desde la carretera de llegada como en la zona sur, casi despoblada de vecinos.
Entre semana casi ningún restaurante abre a mediodía y muy pocos ofrecen servicio por la noche. No obstante, cuando llega el fin de semana todos abren sus puertas, sobre todo para ofrecer comidas (no así por las noches, en el momento de las cenas). Conclusión: su economía descansa en una hostelería ‘estacional’ de fines de semana.
El embudo de la entrada
Dentro de la apertura gastronómica de su oferta, más allá de dar servicio en parte de las cenas, pero, sobre todo, a la hora de comer, muchos de sus restaurantes se han especializado en eventos familiares. En especial, aquellos que se ubican junto a la acequia, en el lado exterior del núcleo urbano. Estas pequeñas barracas, con algo más de terreno que los restaurantes del centro, reúnen a familias o amigos cada fin de semana.
Por no hablar de los servicios de paseo en barca en la Albufera, servicios que se ofertan no sólo en los restaurantes del núcleo urbano, sino que desde la carretera ya se ofrece incluso por parte de vecinos que no disponen ni de local gastronómico. La ‘carreterita’ de llegada a El Palmar, aunque de doble sentido, recorre un tramo de unos dos kilómetros muy angosto, que se ha debido regular incluso en alguno de sus puentes.