Entrevista > Carol Tomás / Humorista (Tavernes Blanques, 20-agosto-1979)
Carol Tomás (Tavernes Blanques, 20-agosto-1979) tiene la inexplicable habilidad de provocar la risa -o incluso carcajada- con su sola presencia. Lo lleva haciendo desde su debut en los monólogos, hace más de una década, cuyos mejores momentos se recogen en ‘Per l’humor de 10’, versionando la célebre frase ‘¡por el amor de Dios!’.
Su llegada a la comedia se produjo casi por casualidad, pues la carrera de Carol estaba destinada a la docencia musical. No obstante, siempre había sido muy graciosa, “al igual que el resto de mis amigas; la liamos mucho”.
Disfruta ahora especialmente de poder hacer sus espectáculos en valenciano, “algo que la gente agradece”. Intenta, además, emplear el lenguaje normativo, como apreciaremos en su próximo show, ‘Carol, vine cap a la llum’, guiño de una mítica frase de ‘El exorcista’.
¿Qué es ‘Per l’humor de 10’?
Es el último espectáculo que he hecho, para celebrar mi primera década en la comedia. Se componía de una serie de mis mejores momentos y textos.
Lo creamos hace ya unos años, pero lo seguimos interpretando porque nos lo piden.
«En el mundo de los artistas un día estás genial, y al siguiente no se acuerdan de ti»
¿Se han pasado rápido estos diez años?
Sí, y también me lo he pasado muy bien, con algunos momentos malos, todo hay que decirlo. El mundo de los artistas ya sabemos cómo es: un día estás genial y al siguiente no se acuerdan de ti. Pero como es lo que realmente nos gusta, siempre estamos inventando.
¿Tenías claro que querías ser humorista?
¡Para nada! De hecho, me dedicaba a la docencia musical, pues procedo de una familia muy vinculada a la música. Hasta que sucedieron dos cosas: hubo un reajuste de plantilla en el colegio donde trabajaba -y me tocó-, y además empezaba a gustarme demasiado la comedia, lo que comenzaba a solaparse con mi trabajo. Tuve que elegir.
¿Cuándo fue ese primer monólogo?
Un poco por casualidad. Unos amigos míos eran propietarios de un local en Rafelbunyol y tenían previsto hacer una noche de monólogos, pero los artistas les abandonaron apenas una semana antes.
Estaban todas las entradas vendidas y me pidieron que me lanzara; vi varios monólogos de la televisión, me preparé algo más y finalmente lo hice, junto a dos amigos.
«Poder hacer los espectáculos en mi lengua ha sido un antes y un después para mí»
Te picó entonces el gusanillo.
Sí, y ya no he dejado de actuar. Además, no tuve en ningún momento miedo al escenario, posiblemente a que había estado ya muchas veces con la banda, haciendo conciertos. ¡Pasaba de interpretar música a hablar y hacer reír!
¿Cuáles eran tus referentes?
Pienso que todo procede de cuando veía TV3, en concreto Andreu Buenafuente; cada noche me decía a mí misma “¡guau, me gusta muchísimo!”, no solo el monólogo inicial, sino todos los sketches del programa. Allí aparecieron después el Follonero (Jordi Évole) y el Neng de Castefa (Edu Soto), ambos magníficos.
Ahora sigo teniendo referentes, pero mucho más cercanos -María Juan o Sil de Castro, por ejemplo-, de los que aprendo y son mucho más reales que los que aparecen en televisión.
¿Cómo es tu humor?
Muy casual, muy normal, porque lo que hago muchas veces es observar lo que sucede a mi alrededor. Si te fijas en lo que nos pasa o en los políticos, te dan el monólogo hecho.
También de las cosas cotidianas, las que nos pasan a todos. Son los temas que me gusta llevar a los directos, porque me acerca al público. Veo que la gente dice “¡eso me ha pasado a mí!”, o se dan codazos, asintiendo.
«Entre mis referentes iniciales está Andreu Buenafuente y el programa que hacía en TV3»
¿Te gusta implicar al público?
Totalmente. Además, el verdadero stand-up es el que tienes al público muy cerca, aunque ha habido una evolución, por medio de humoristas como Juan Dávila, que se lanzan al vacío sin red. Realmente admiro muchísimo su capacidad de improvisación.
Otros nos sentimos más seguros aferrados a un guion y un texto más cerrado, pero cada vez que estás en un local pasan cosas.
Dinos alguno.
Recuerdo que estaba en Ibiza, fuera de mi zona de seguridad, que es la Comunitat Valenciana, y dos chicas de la primera fila -que estaban extremadamente borrachas- no paraban de gritar.
Hice la primera parte de la actuación como pude y en el descanso le dije al propietario que las sacara, cosa que hizo al momento, pese a ser clientas habituales.
¿Qué importancia tiene actuar en tu propio idioma?
Determinante, ha sido un antes y un después en mi carrera. Antes dominaba siempre el castellano en mis shows, hasta la incorporación de À Punt con ‘Comediants’ y ‘Riures en valencià’, que nos permitió darnos cuenta de que teníamos un idioma propio, igual de importante, y queríamos hacer los monólogos en valenciano.