Entrevista > Iolanda Muñoz / Actriz (Polinyà de Xúquer, 16-julio-1976)
Sobrevivir en los escenarios de la Comunitat Valenciana se ha vuelto sumamente complicado, como hemos podido comprobar en anteriores entrevistas. Un ejemplo perfecto de esta situación es Iolanda Muñoz (Polinyà de Xúquer, 16-julio-1976), capaz de realizar cualquier interpretación -tanto en teatro como en televisión- y triunfar en el sector del doblaje.
Acaba de brillar en el Teatro Rialto de nuestra ciudad con ‘Infinita’, obra muy personal e íntima que esperemos puedan disfrutar en otras localidades, de gira. “Entre teatro, televisión y doblaje me quedo con las dos primeras”, expresa, nominada no obstante a los Premios AAPV a Mejor Actriz de Doblaje.
‘La figuera infinita’
Deseamos también conocer sus sensaciones frente al público, generalmente buenas, a excepción de la noche del estreno, “donde lo paso mal al no saber la respuesta de los espectadores, si les va a gustar o no”, y cómo es actuar cuando el aforo es reducido, menos de la mitad, “una realidad que se da más a menudo de lo que pensamos”.
La actriz cuenta con su propia productora, ‘La figuera infinita’. También en su momento creó ‘Teatre albuit’ -junto a Verónica Andrés y Marta Chiner- y ‘Ennaespai’, cuando sus dos hijas eran pequeñas. “Busqué una salida profesional, como formadora, cerca de casa, para estar con ellas”. Confiesa que le ayudó mucho enseñar, porque en ese periodo tuvo que renunciar a muchos proyectos.
¿Ya te gustaba actuar de pequeña?
Por supuesto. Mi vocación nació en el corral de mi abuela María, en Albal, junto a mis primas y mi primo Mathies Muñoz, actual presentador de los informativos de À Punt. Hacíamos teatro, circo e infinidad de cosas que nos podíamos inventar siendo niños.
Siempre tuve claro qué quería hacer, pero en mi juventud desconocía que se podía estudiar y dedicarme a ello, hasta que se cruzó en mi vida el profesor de teatro Vicent Bataller, quien me indicó dónde debía seguir mi formación.
«Soy polifacética porque no me queda otra, aunque es verdad que me apasiona todo lo que hago»
Pronto te mostraste polifacética.
Lo soy porque no me queda otra (ríe), aunque es verdad que me apasiona todo lo que hago. No es fácil hoy en día dedicarte a una cosa en concreto, siendo actriz, debido a que se trata de una labor muy inestable.
Tuve la suerte, mientras estudiaba Arte Dramático, de participar en la serie de Canal 9 ‘A flor de pell’, de 180 capítulos. Aprendí muchísimo, me hice con un pequeño hueco en la industria y me proporcionó cierta estabilidad económica.
¿Cuándo te trasladas a Barcelona?
Al finalizar la escuela. Estuve en la Ciudad Condal un año, pese a que mi intención era quedarme más tiempo. Pude hacer interesantes cursos, con Tamzin Townsend, David Planas, Mercè Lleixà… Deseaba empaparme de algo diferente a lo que había estudiado en València y me sirvió muchísimo.
¿Entonces por qué regresaste?
Ese mismo verano, en 1999, me llamaron para un casting del Teatro Micalet. Me cogieron, era mi primera producción teatral, fui enganchando una actuación con otra y me acabé quedando en València, echando de menos Barcelona, donde siempre hay más trabajo.
Conocí a Rafa Contreras, compañero en la obra ‘La ruleta rusa’, y me dijo que faltaba gente en el doblaje. Hice un curso y me incorporé también a ese sector, donde antes éramos muy pocos.
«Aprendí mucho en Barcelona, deseaba quedarme, pero regresé y enganché una actuación con otra»
¿Ahora hay mucha más competitividad?
Sí, se han creado nuevas escuelas en València y la profesión se ha ampliado. Tiene una parte positiva, que más competitividad hace crecer la profesionalidad, pero se ha repartido mucho más el trabajo…
Recuerdo que antes se podía vivir exclusivamente del doblaje, algo impensable a día de hoy, al menos en València. En Madrid y Barcelona, sí.
Entre teatro, televisión y doblaje, ¿con cuál te quedas?
Es sumamente difícil la elección. Me quedo con el teatro, pero la televisión o el mundo audiovisual me fascina, mucho más que el doblaje.
El doblaje también me gusta; estoy nominada ahora a unos premios, he dado clases y me parece un trabajo muy satisfactorio. Sin embargo, desde mi prisma de actriz me gusta más el trabajo de creación de personaje que te ofrece la escena o la cámara.
¿Prefieres las películas en versión original?
Sin duda, sabiendo que esto no agrada a muchos de mis compañeros dobladores. Cuando doy clases, de hecho, les indico a mis alumnos que nuestro trabajo es ser invisibles. Debemos ser humildes, porque un trabajo actoral se compone de infinidad de aspectos, cada vez más: las historias se cuentan con imágenes, miradas y, por tanto, la voz no es el instrumento principal, sino una parte más del engranaje.
A veces veo películas dobladas donde es difícil encontrar esa humildad, prevaleciendo el discurso oral por encima de lo visual, cuando ni el director de la película ni el intérprete lo han concebido así. Sí se crea, por ejemplo, en los dibujos animados, al desarrollar más el personaje. El resto intento empatizar con el actor de origen, tratando de absorber su energía.
«En el doblaje debemos ser invisibles; no es un trabajo de creación, sino más de imitar»
Volviendo a la interpretación, ¿tus referentes quiénes eran?
Respecto al teatro me marcó muchísimo la actriz catalana Anna Lizarán, tristemente fallecida en 2011. Vi su actuación en ‘Esperando a Godot’, en el Teatre Lliure, y no lo olvidaré en la vida; ¡qué trabajo hacía!, junto a Eduard Fernández, otro grandísimo actor.
¿Qué sensaciones tienes sobre un escenario?
Han ido variando con el paso del tiempo, aunque sí ha habido una cosa que se ha mantenido. Ciertas compañeras repiten “¡qué mal se pasa!”, o “¿por qué hago esto?”, y en ocasiones es verdad, pero cuando realmente llegas a tener una comunicación y complicidad con el público es superplacentero.
Me brinda una sensación de libertad absoluta. Lo que me hace volver a actuar en cada ocasión es esa comunión entre el público y mi persona, saber que me están mirando, les está agradando y les estoy aportando algo.
¿Circunstancia que se da especialmente en la comedia?
¡Claro!, por eso es tan agradecida y nos gusta tanto a los intérpretes, porque hay una respuesta directa, inmediata. En el drama también la hay, por supuesto, pero llega más tarde, en los aplausos finales.
«Jamás olvidaré la actuación de Anna Lizarán en la obra ‘Esperando a Gogot’; me marcó muchísimo»
¿Puedes llegar a pasarlo mal?
El día del debut, muchísimo, porque todavía no sabemos cómo va a resultar, la respuesta del espectador, si le va a interesar o no. Es un sufrimiento de preocupación, por si la obra va a funcionar.
En otros momentos, cuando no encuentras la razón de por qué haces ciertas cosas, vuelves a sufrir. Te sientes en parte ‘vendido’, siguiendo un guion que no es del todo tuyo.
Cuando el aforo es reducido, ¿qué sucede?
Se da muchas veces. Debes entonces hacer un sobresfuerzo, porque sabes que no vas a tener tanta respuesta, pero que sean pocos no quiere decir que no les agrade. Todos los espectadores que han venido y pagado su entrada merecen que se les haga la función de la mejor manera posible. Es algo más íntimo.
¿De qué obra estás más orgullosa?
A la primera, ‘La ruleta rusa’, le guardo muchísimo cariño. Fue una adaptación sobre diversos cuentos de Antón Chéjov realizada por Enric Benavent, también actor, y aprendí muchísimo, al hacer una gira muy larga.
Contaba además con un equipo fantástico, compuesto por Josep Manel Cassany, Ximo Solano, Empar Canet, Marina Vinyals, Rafa Contreras o Germán Montaner, un grande del teatro valenciano que ya falleció.
«Lo que me hace subirme a un escenario es saber que el espectador me mira, le agrado y le aporto algo»
¿Alguna más?
También fue un clip a nivel profesional ‘El temps i els Conway’, una función que se desarrollaba en dos periodos de tiempo diferentes, pasando veinte años entre el primer y el segundo acto, regresando al pasado en el tercero. Representó un gran trabajo coral, entre todos, de energía para poder dar esas dos edades que fue muy interesante.
Igualmente, especial para mí es ‘En conserva’, obra creada por Verónica Andrés, Marta Chiner y yo misma a partir de nuestra propia historia de familia, nuestros antepasados. La escribió Carles Chiner.
¿En qué estás trabajando ahora?
Hemos finalizado recientemente la función de ‘Infinita’, de la autora valenciana Begoña Tena. La ha elaborado a través de mis sensaciones sobre la conciliación entre maternidad y trabajo. Se trata de la primera producción como compañía; he invertido mucha energía, ilusión y dinero…
Nos ha dirigido Manuel Maestro, ayudado por Verónica Andrés. Está también Lucrecia Cervelló y el equipo; para mí son todos amigos.
¿El hecho de ser madre te condicionó?
Muchísimo, por eso fundé ‘Ennaespai’, que me permitió dar clases, al mismo tiempo que trabajaba en doblaje. Hubo una parte de retiro voluntario, por el deseo de estar con ellas (Martina y Ona), renunciando incluso a giras muy tentadoras.
Recuerdo que estaba haciendo ‘Hotel Venezia’ y querían contar conmigo para la siguiente producción, pero era una gira a nivel nacional. Les tuve que decir que no.
«Guardo cariño a mi primera función, ‘La ruleta rusa’, y a otras como ‘El temps i els Conway’ o ‘En conserva’»
¿Y qué pasó?
Que dejaron de llamarme para muchos otros proyectos. Un director me confesó, en un ambiente más distendido, que pensaba que no quería trabajar más con él, ¡algo tan lejos de la realidad!
Simplemente le había dicho que no porque estaba al cuidado de mis hijas. Mis prioridades eran ellas y, lamentablemente, muchos no lo llegaron a comprender.
¿Cuál es la situación actual?
Ha cambiado mucho, se ha normalizado. Durante la pandemia cerré la escuela, para acabar con la profesión ‘alimenticia’ (ríe). Decidí desarrollarme como artista, diversificar el trabajo de doblaje y monté la compañía teatral.
Estoy moviendo la energía y se están generando cosas, como un pequeño papel en la película ‘Parecido a un asesinato’, que se está rodando en València y está protagonizada por Eduardo Noriega y Blanca Suárez. El director es Antonio Hernández, uno de los responsables de ‘Las chicas del cable’.
¿Exactamente qué papel representas?
La exmujer de Noriega, apareciendo en una única escena. Pero estoy contenta porque vuelvo al audiovisual, que insisto, me chifla. Te obliga a resolver cosas en el momento, sin tener tanto tiempo para preparar tu papel como en el teatro.
Mucho más inmediata es la televisión, no se ensaya -a menos que seas el protagonista-, pero en mi caso, que hago de reparto, lo hago directamente, con el texto aprendido, lógicamente. Después el director me dice si lo quiere de otro modo o le parece correcto.