Las Jornades (jornadas) de Cinema organizadas por la Generalitat Valenciana a primeros de febrero de 1985 o el festival Cinema Jove (joven), en pleno ‘cap i casal’, que, en su edición de 1991, precisamente la sexta, invitaba a la Asociación de Cine Amateur de Alicante (Acada), que mientras ya había perdido la palabra “amateur” del nombre, permitieron comprobar una realidad: el fuerte contingente cortometrajista autóctono.
El cine de cortometraje, en formatos ‘amateurs’ y semi o directamente profesionales, había arraigado y marchaba con fuerza tanto en la provincia valenciana como en la alicantina, en especial en torno a Acada. Cineastas que se habían quedado en el mundo del corto, por pura libertad creativa, se convertían aparte en maestros de aprendices (cada vez más mujeres) que deseaban acceder al largo o la televisión.
El pionero
La Conselleria de Cultura, Educació i Ciència denominaba a estos autores “alternativos” o “independientes” (lo primero no gustaba, porque, decían, sonaba a ‘alterne’), pero al menos supo reconocer, siquiera en un ámbito festivalero, este potencial que, al cabo, iba a nutrir de profesionales nuestro cine, el nacional y hasta nuestras sucesivas televisiones autonómicas (Canal 9 emitió desde el 9 de octubre de 1988).
En Alicante, el papel de cineasta veterano le había tocado a José Ramón Clemente (1912-2012), fuerza impulsora de Acada junto a Vicente Sala Recio, quien llegaría a ser coordinador de actividades culturales de la extinta Caja de Ahorros del Mediterráneo. En València, más dispersa en asociacionismo, no podemos olvidarnos del “summe sacerdot del cinema independent valencià” (sumo sacerdote del cine independiente valenciano), Rafa Gassent (1945).
La Conselleria denominaba a estos autores «alternativos» o «independientes»
Invento impulsor
Señalemos que Clemente, autor de la primera cinta alicantina conservada de argumento, ‘El hombre que pescó su sueño’ (1932), llegó a ser encarcelado por su filiación republicana, y que Gassent, quien fue jefe de vestuario en Canal 9 y que comenzó oficialmente su carrera cineística con el corto ‘La caída de Nerón’ (1963), tuvo entre sus amigos al lingüista Enric Valor (1911-2000) o el escritor y sociólogo Josep-Vicent Marqués (1943-2008).
Esto ha venido a emborronar la historiografía al respecto, reduciéndolo todo a una cuestión política, cuando un aspecto importante de los, digamos, brotes fílmicos ha sido la ligazón a la tecnología y el acceso a ella desde bolsillos particulares. Así: en los años veinte y treinta del pasado siglo, al aparecer el Pathé Baby, invento del francés Pierre-Victor Continsouza (1872-1944) comercializado entre 1922 y 1946.
Un aspecto importante ha sido el acceso particular a la tecnología
Revolución de los sesenta
Allí se enganchó al cine José Ramón Clemente, con este artilugio que servía tanto para proyectar como para registrar imágenes, en celuloide de nueve milímetros y medio. Los años cincuenta o sesenta vivirían, por estos pagos, otra revolución, entre profesional y semiprofesional: el celuloide en 16 milímetros. Lo desarrolló Eastman Kodak en 1923, pero la necesidad de material más ligero y barato, en especial durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), le dio el espaldarazo.
Los cines independientes extranjeros, más la llegada, desde 1965, de otra revolución de este tipo, el súper-8 (producido por Eastmant Kodak, que se resarcía así de que sus ocho milímetros, de 1932, perdieron mercado frente al Pathé Baby), más centrada en el mercado familiar, abrió la ventana desde la que, por ejemplo, entraba en el séptimo arte Gassent. Pero el súper-8 o “pequeño formato” y el 16 cogerían carrerilla a partir de los setenta-ochenta.
Otra revolución fue el súper-8, más centrado en el mercado familiar
La generación setentera
En València, la veterana ‘Cartelera Turia’, publicación cultural nacida en 1964, lanzaba algunos, como su crítico gastronómico José Gandía Casimiro, autor del prestigioso mediometraje alternativo y documental sobre el cultivo del arroz ‘Sega cega’ (1972). Asociaciones como Agost 72 Grup de Cinema Valencià o el Grupo Valenciano de Experiencias Cinematográficas, a las que en los ochenta (1980 de modo oficioso, 1982 oficialmente) se les une Acada, aglutinaron creatividades.
También algún voluntarioso mecenas, como el productor musical y compositor valenciano Lluís Miquel Campos (1944-2023), autor, por cierto, del temilla (‘jingle’) de Mercadona, quien lanzaba varias producciones comerciales realizadas por autores de la Comunitat traídos del mundo del cortometraje. Comenzaban los trasvases desde el mundo ‘amateur’ al profesional (en los cincuenta y sesenta pasó al revés, con realizadores del noticiario oficial NO-DO como Pascual Muñoz, 1936-1971, o el aún activo Luis Colombo).
Unos cuantos nombres
El hoy llorado y alabado comediógrafo y documentalista Toni Canet (1953-2018), nacido en Llutxent (Vall d’Albaida), aunque desarrolló su carrera como cortometrajista, realizador de Canal 9 y largometrajista sobre todo en València capital, puede considerarse un modelo de la, pongamos, generación de los ochenta. O Enrique Nieto Nadal, dibujante de cómics alicantino (aunque nacido en Tánger en 1943), quien se dedicó de lleno al corto (de animación, con efectos especiales, videoclips).
Pero lo que se vive es una sucesión de generaciones que anota nombres como, a bote pronto, Adán Aliaga, Javier Cabrera, Verónica Cerdán, Rafa Montesinos, Carlos Pastor (1949-2022), Giovanna Ribes, Domingo Rodes… ¿Qué hay de común en ellos? Realizan o realizaron cine en corto, son hijos creativos de leyendas como Clemente o Gassent. De eso que se vino en llamar “cine alternativo”.