No cabe duda de que la comarca de la Marina Baixa tiene una relación un tanto peculiar con algunas de sus fiestas o fechas señaladas. Es algo que no sólo sucede en La Nucía, sino también en municipios vecinos.
En Benidorm, sin ir más lejos, sus fiestas patronales se movieron en su día a noviembre (cuando el hecho histórico que las propiciaron sucedió en mayo) porque ese era el mes en el que los almadraberos volvían a casa. O en l’Alfàs, donde las fiestas son en honor al Santísimo Cristo del Buen Acierto y no del patrón, San José.
En La Nucía las cosas tampoco son tan diferentes. Los días grandes del municipio son los de las Festes d’Agost, mientras que las patronales, en honor a Sant Rafel, pasan algo más desapercibidas, en noviembre. De la misma manera que la conmemoración de la independencia del municipio de la Baronía de Polop, el 9 de julio, queda algo ensombrecida ante la inminente llegada de las grandes fiestas de agosto.
Sin carta pobla
El caso es que cada 9 de julio La Nucía celebra su propio cumpleaños. Un aniversario que encuentra su origen en el ya muy lejano año de 1705, cuando, como sucedió antes y después con la mayor parte de los actuales ayuntamientos de la comarca, lo que era una pedanía de la Baronía de Polop consiguió tener identidad propia.
Una circunstancia que, aunque compartida en el fondo del asunto con otros muchos pueblos de la Marina Baixa, tiene una particularidad: La Nucía no recibió nunca una carta pobla como tal. Aquel día 9 de julio de 1705, como recogen los documentos históricos, nuestra localidad inició su andadura como ‘villa’ de pleno derecho, pero no recibió ese documento, casi siempre con sello real.
La segregación fue firmada por Josepa de Puixmarín i Fajardo, quien en aquel momento tenía, por regalía real, el privilegio para hacerlo
Una separación pacífica
Esa ausencia de carta pobla no es, en cualquier caso, ninguna anomalía en este tipo de ‘independencias’ locales, ya que el propio documento que se firma el día 9 de julio de 1705 otorga identidad propia a lo que hoy en día es La Nucía.
Una circunstancia que, según los documentos de la época, se produjo sin que mediara ningún hecho traumático entre las partes, sino que, sencillamente, derivó de la realidad de la existencia de dos núcleos urbanos entre los que, además, existía una división física que, con el paso del tiempo, propició esa separación también administrativa.
Regalía real
Esa segregación fue firmada por Josepa de Puixmarín i Fajardo, quien en aquel momento tenía el privilegio para hacerlo, ya que este tipo de decisiones podían provenir directamente del rey, que en aquel 1705 era Felipe V ‘el Animoso’ (primer monarca de los Borbón), o los señores (en este caso señora) que tenían la jurisdicción de los territorios a través de una regalía real para este fin.
Cabe destacar en este punto que a finales del siglo XVI, la Real Audiencia de València intentó impedir ese privilegio que permitía a los señores “crear nuevos municipios dentro de los territorios de sus baronías”, pero en el caso de La Nucía se confirma que la nobleza valenciana continuó haciendo uso de esos derechos sin problemas.
Aunque no recibió la carta pobla, la fecha supone el inicio de la historia independiente del municipio
Un régimen local consolidado
En concreto, lo otorgado por la firma de la ya mencionada Josepa de Puixmarín i Fajardo concede a La Nucía el privilegio de villa, es decir, que según los Fueros de València su ‘Justicia’ -figura que podría, con todos los matices posibles, equivaler a la del actual alcalde-, tenía unos poderes muy cortos comparados con otras figuras similares a las de la época.
Esto, en cualquier caso, no supuso problema alguno ya que el Régimen Municipal Valenciano de la época ya estaba muy consolidado, y sólo hacía falta aplicar la normativa de las demás villas valencianas a La Nucía.
Democracia iniciática
Un privilegio que, en definitiva, deja bien claro que el nuevo municipio “se gobernará igual que las de Polop y Benidorm, concediendo a sus vecinos el privilegio de proponer ternas para que la Condesa o su Gobernador General puedan escoger los oficiales municipales”.
Dicho de otra manera, se trata de una suerte de ‘protodemocracia’ en la que eran aquellos primeros nucieros los que elegían a un grupo de personas de su agrado para que, una vez propuestos sus nombres a Josepa de Puixmarín i Fajardo (o sus descendientes), ella nombrara a esa figura del ‘Justicia’ y resto de cargos.
Lo que no quedó muy definido en aquel documento fundacional fueron, paradójicamente, los límites geográficos del nuevo municipio
Límites poco definidos
Lo que no quedó muy definido en aquel documento fundacional son, paradójicamente, los límites geográficos del nuevo municipio. En ese sentido, se dejó por escrito que las lindes abarcaban “hasta la rambla que se haya en su cercanía con la villa de Polop”.
Una indefinición que, en palabras del historiador Francesc Torres, “dará lugar a graves problemas” posteriormente.
Doblando la población
Según los documentos de la época, en los años previos a la conquista de su independencia, en La Nucía existían una serie de viviendas y ya era “una población grande”. Tras la expulsión de los moriscos, la Baronía de Polop quedó prácticamente despoblada, pero en la segunda mitad del siglo XVI se produce un importante incremento poblacional.
Así, a finales de esa centuria, La Nucía tenía “entre 25 y 30 casas y entre 96 y 126 habitantes”, un número que aunque ahora pueda parecer irrisorio era notable para la época. Entonces, se produce una explosión demográfica en los años posteriores a la independencia, haciendo llegar a La Nucía en 1732 con más de 60 casas y “260 habitantes”, lo que supone duplicar la población en apenas tres décadas.