Entrevista > Juan Javier Gisbert Cortés / Investigador (Alcoy, 30-octubre-1963)
La frase que mejor define quién es Juan Javier Gisbert Cortés es la de un amante de Alcoy, “que presume de serlo, allí donde voy”, así como unas inquietudes que le llevaron, de bien joven -en 1982-, a investigar, de la mano del periodista Carles Figuerola.
Comenzó entonces a colaborar en el periódico ‘El Ciudad’ y después en muchos otros medios locales, como la revista de fiestas. Son innumerables, de hecho, sus artículos sobre cantantes líricos y actores alcoyanos, pues la interpretación es otra de sus pasiones.
Mantuvo una larga amistad de dos décadas con Adrián Miró, célebre humanista que pasó gran parte de su trayectoria profesional en París y al que Alcoy le está rindiendo un merecido homenaje. En este sentido, en septiembre participará -junto a otros ilustres alcoyanos- en una mesa redonda sobre su figura.
Tu primera obra, ¿cuál fue?
La monografía ‘Adolfo Sirvent, la voz de terciopelo’ (1992), sobre este popular tenor de los años veinte y treinta del siglo pasado. Le siguieron, entre otros, ‘Miscelánea histórica del Balneario de Benimarfull’ (1994), ‘Memòria d’un Rei Mag’ (1998), ‘Un cuarteto de liricos alcoyanos’ (2004) y ‘Evocaciones alcoyanas’ (2013).
Hasta la publicación de ‘Alcoy y su bando real’.
Exacto, en 2023. Abordaba el centenario del acto del bando real en Alcoy: comienza la historia en 1923 y jamás se había tocado con profundidad este tema, estando muy disperso. Había errores por parte de investigadores anteriores y fue un libro que remarcaba un día tan importante como es nuestro bando real, la jornada previa a la Cabalgata de los Reyes Magos.
El bando real nació antes que las cartas y la ‘burreta’, pues hasta ese día las epístolas se dejaban en los buzones de correos. Todo ello fue creciendo y aparecieron las figuras centrales del propio bando real, las voces y los autores de los textos.
«Mi libro ‘Alcoy y el bando real’ relata un día tan importante como es nuestra Cabalgata»
¿Cuál será tu función en la mesa redonda ‘Adrián Miró, en record de l’humanisme’?
Tendrá lugar el próximo 11 de septiembre y relataré detalles de la relación que tuve con él, que fue amigo mío o yo lo fui suyo, mejor dicho. Tuve la suerte de conocer al Adrián más humano, no al profesor venerado y admirado por todos.
Contactamos por primera vez en 1991 cuando me revisaba los textos del libro de Adolfo Sirvent. Nos tratamos y esa amistad duró hasta su fallecimiento, veinte años más tarde.
¿Cómo era?
Una persona muy medida, ordenada. Al principio, para poderle visitar había que telefonearle antes para que él concertara la visita a una hora determinada. Era de una puntualidad británica: debías estar a la hora y te concedía cierto tiempo, porque después tenía que salir, escuchar música, escribir, leer…
«Tuve la suerte de conocer al Adrián más humano, no al profesor admirado por todos»
¿Qué aprendiste de él?
¡Muchísimo! Pedía libertad en todas sus conversaciones y respeto por cualquier ideología del mundo: era una persona que había viajado bastante y sabía mucho sobre la pluralidad de la gastronomía.
Era gran amante de los platos típicos de diferentes lugares, conociendo manjares como las comidas griegas, orientales o la mermelada de pétalos de rosa, que después descubrí en Francia. Sin duda, Miró fue determinante en mi vida.
¿Recuerdas alguna anécdota que vivieras?
Estábamos juntos en la montaña y me explicaba cuando daba clase de castellano a las azafatas francesas en la Sorbona. De joven había sido atractivo, con los ojos claros y una labia tremenda, y su mujer, María Luisa, le iba a esperar tras impartir las lecciones para que no se fuera con las jóvenes galas.
Se molestó un poco cuando lo conté, pero no afectó a nuestra amistad. Íbamos mucho juntos a comer porque tenía la virtud de ir a un restaurante de Alcoy cada día de la semana, incluidos los lunes, y los almuerzos eran divertidísimos.
«Miró era de una puntualidad británica: debías estar a la hora y te concedía cierto tiempo»
¿Las conferencias que se han celebrado reflejan lo que viviste con Miró?
Sinceramente no he podido asistir a todas, que son muy técnicas. Me falta en alguna conferencia el hecho que no le hayan conocido o lo hayan hecho muy poco, aunque están analizando muy bien su obra.
Es normal que le hayan tratado poco, por motivos de edad o distancia. Adrián, además, era distante, siempre ensimismado y su forma de caminar, agachado, tímido, provocaba que fuera complicado acercarse a él. Difícilmente mirada a los ojos porque andaba mirando al suelo.
¿Tanto era así?
Por supuesto. Escribía una carta al día para obligarse a salir diariamente e ir a correos. Además, escuchaba dos horas de música clásica, leía una en francés, el mismo tiempo que estudiaba alemán o practicaba italiano, portugués… Una persona muy culta.