Entrevista > Josep Vicent / Pregonero del Castell de l’Olla (Altea, 13-diciembre-1970)
El próximo mes de agosto, la bahía de Altea y, desde ella, todo el Mediterráneo, volverá a iluminarse con el espectáculo del Castell de l’Olla, la gran cita veraniega de la sociedad, de la fiesta y de la cultura de la Villa Blanca.
En esta ocasión, los integrantes de la Cofradía del Castell de l’Olla han elegido a uno de los alteanos más universales, el músico Josep Vicent, como pregonero de la que será la 36ª edición del espectáculo.
El Castell de l’Olla es el mayor espectáculo piroacuático del Mediterráneo y, además, tuvo algunas ediciones en las que combinaba la pólvora con la música. Por todo ello, y por tu condición de alteano y músico, haber sido designado como pregonero de esta fiesta debe de ser todo un honor.
Claro, para mí va muchísimo más allá del hecho de que el Castell de l’Olla sea o no el espectáculo pirotécnico más importante. Para mí, lo importante es que tengo una conexión muy profunda con Altea.
He ejercido de alteano toda la vida y, por lo tanto, esta oportunidad de ser parte de un momento tan importante para el pueblo de Altea es un auténtico honor. Ya te digo, es algo que va más allá de la cuestión del hecho artístico del Castell, que es indiscutible y que es una maravilla.
Cuando uno ha tenido un éxito profesional tan rotundo como el tuyo, dirigiendo a las mejores orquestas en los mejores escenarios del mundo, podría llegar a pensarse que ser nombrado pregonero del Castell es un logro menor, pero por tus palabras me da la sensación de que no lo ves así.
En mi vida profesional, a la que te refieres de algún modo, para mí nunca ha tenido más importancia lo que tuviera que ver con la construcción de una carrera, con planes estratégicos a futuro. Para mí siempre ha sido la conexión emocional. Y creo que, de hecho, la carrera de un buen músico se ha de forjar por los momentos de conexión emocional que genere.
Por ello, obviamente, una invitación como la del Castell de l’Olla está llena de sentimientos, de recuerdos, de memorias, de ilusión y de responsabilidad. O sea, que tengo todas las emociones a flor de piel.
«Una invitación como la del Castell de l’Olla está llena de sentimientos, de recuerdos, de memorias, de ilusión y de responsabilidad»
Luego hablaremos sobre tu relación con el Castell y cómo lo recuerdas, pero me gustaría ir a algo mucho más reciente. ¿Cómo se produce esa conversación con Nico Bugeda en la que te dice que han pensado en ti como pregonero?
Nico me llama por teléfono con su amabilidad de hombre que también hace honor de su ‘alteanidad’. Al principio, no era consciente del motivo por el que me estaba llamando. Tuvimos una conversación y, poco a poco, lo fue llevando al terreno del Castell y fue una enorme sorpresa. La verdad es que no me lo esperaba y me alegré mucho.
También me asusté un poco, porque cuando uno hace cosas cerca de la gente a la que quiere, lo siente aún con más responsabilidad, pero fue un momento, la verdad, muy emotivo y le estoy muy agradecido a Nico, por supuesto, y a todos los amigos del Castell.
Eres director de ADDA Sinfónica y, por lo tanto, puede decirse que has conseguido eso tan complicado de ser profeta en tu tierra. ¿Este reconocimiento también te ha permitido darte cuenta, de alguna manera, que en tu pueblo también te aprecian?
Amo muy profundamente a mi pueblo, a la gente de mi pueblo y a mis amigos de toda la vida que están ahí. La verdad que la vida me ha llevado a viajar mucho, a dar muchas vueltas y a vivir, incluso en algunos países, más de 20 años, que se dice pronto.
Pero lo cierto es que soy la misma persona, el mismo niño que jugaba en Altea y en Altea La Vella. No ha cambiado nada. Yo siento eso de un modo muy sincero en mi piel y me emociono al pensar que para mí es como ese pequeño trocito de tierra, como el lugar al que siempre vuelvo, aunque no esté.
«Cuando uno hace cosas cerca de la gente a la que quiere, lo siente aún con más responsabilidad»
Altea es para ti esa Ítaca del poema de Kaváfis…
Sí, seguramente, saldremos y volveremos ahí.
Cantaba Serrat aquello de ‘nací en el Mediterráneo’. Muchos de los que vivimos hoy en día en Altea y en la Marina Baixa no nacimos, pero crecimos en el Mediterráneo. Se me ocurren pocos eventos que aúnen tanta cultura mediterránea como el Castell de L’Olla: una noche de verano en pleno mar Mediterráneo, la pólvora y, además, ahora contigo como pregonero, con la música, que es algo tan nuestro también. ¿Lo ves así?
Lo veo así. Todo lo que has nombrado son esas cosas que llevamos en nuestro ADN. Y, por supuesto, esa canción, ese himno de Serrat, es indiscutible.
Hay una pequeña frase de una canción de Lluís Llach, que a mí me gusta al pensar en mi pueblo. Es cuando dice ‘el meu país es tan petit que de lo alt de un campanar jo puc vore el campanar veí’. Es como que esa bahía, entre Calpe y Altea y un poquito más allá, hacia Benidorm; ese trocito de tierra, es como el fin. No puedo evitar que se me ponga la piel de gallina.
Tengo un recuerdo de cuando me marché, de muy jovencito, con una beca que me había dado el Ministerio de Cultura. Me iba a estudiar fuera y siempre recuerdo un día, cuando ya había terminado mis estudios, que me iba en coche, con un coche cargado de trastos, camino de Ámsterdam. Cogí la autopista y me paré en los puentes, allá arriba, y miré hacia atrás. Recuerdo que tardé como quince minutos en poder arrancar el coche, porque por primera vez sentí la despedida de esa bahía.
No sé si estoy siendo bastante explícito, pero hay poemas de todo el mundo que podrían explicar esa sensación. Por otro lado, es una percepción que casi es absurda, pero es que tenemos esa conexión profunda con el lugar donde hemos nacido.
«Soy la misma persona, el mismo niño que jugaba en Altea y en Altea La Vella. No ha cambiado nada»
Ha sido bastante explícito y en esta conversación han salido ya muchos referentes de la cultura, de la literatura y de la música del Mediterráneo. ¿Es porque ya estás tomando notas, aunque sea mentales, para escribir ese pregón?
Aún no, porque no me he atrevido. Esa tarta se abrirá cuando llegue un poquito de luz inspiracional. Yo estaré atento y entonces intentaré empezar, porque es importante, creo, expresar el cariño que siento.
¿Te cuesta que te lleguen las musas para este tipo de cosas?
No, pero las musas son libres. Lo que pasa es que te tienen que pillar ahí, manos a la obra. Pero son libres y tienen libre albedrío.
Volvamos ahora a tu infancia, a los primeros Castells de l’Olla, a esas fiestas de Sant Llorenç, al propio barrio de La Olla. ¿Cuál es tu primer recuerdo de todo ello?
No puedo evitar, porque ha sido un recuerdo tan importante en mi vida, relacionarlo todo con La Olla. Mi familia es de Altea La Vella y, por lo tanto, el contacto con La Olla era muy directo. Está siempre en la boca de mis abuelos.
Hubo un tiempo en que, siendo muy joven, no sé si tendría 19 años, puse en pie un festival de música justo ahí, en los jardines de Gadea, cuando aún era una casa en ruinas. Aquel festival se convirtió en algo muy importante para mucha gente y para mí, sin ninguna duda.
Fueron muchas ediciones y había muchísimo público. Recuerdo aquellos veranos, que era cuando mi carrera empezaba a lanzarse fuera, cancelaba dos meses y pasaba ese tiempo en La Olla preparando el festival, pensando los escenarios, los espacios…
«Mi familia es de Altea La Vella y, por lo tanto, el contacto con La Olla era muy directo»
Aquel festival se celebraba muy cerca en fechas del Castell.
Recuerdo muy bien al Barranquí y todas las conversaciones al respecto. Eso está grabado en mi memoria. Todo ello está en mi imaginario presente.
Lo acabas de nombrar y sabía que iba a salir su nombre en algún momento. Todos sabemos lo que Barranquí significó para Altea y para los que os movéis en el círculo cultural del pueblo. Supongo que, conociéndole como le conociste, ser el pregonero de esta fiesta que es ya su gran legado, te hace sentir todavía más responsabilidad.
Sí, el Barranquí era un hombre… bueno, los Barranquí, porque el hermano, que aún vive y que es un tío con mucha energía, es otro hombre muy tocado de una sensibilidad especial también.
Como has dicho, era como un señor renacentista que tenía, sobre todo, inquietudes infinitas sobre lo que fuera, y sobre todo lo que fuera lo nuestro. Teníamos grandes conversaciones en ‘valencià, parlant de la terra y parlant de l’amor en la terra’.
Le encantaba hablar de pintura, de fiestas, de gastronomía, de una puesta de sol…. Era un tipo muy especial. Los dos hermanos eran, además, muy amigos de mi padre, así que, por supuesto que eso añade un factor emocional aún más grande.
«Para mí, Altea es mi madre, que se marchó hace ya un tiempo, demasiado pronto. Altea está ligada a todo lo que fue y a esa despedida»
Cuando estás en cualquier rincón del planeta en una gira y cierras los ojos y piensas en Altea, ¿cuál es la primera imagen que te viene?
No puedo hablar ni del Castell, ni de la memoria de mis abuelos, ni de la memoria del campo, ni de la luz, ni de todas esas cosas que son y que están. Recuerdo muchos momentos en la bahía, cuando se pone ese rojo por la tarde. Todo eso está, pero no puedo hablar de nada de eso, porque para mí, Altea es muy mi madre, que se marchó hace ya un tiempo, demasiado pronto. Altea está ligada a todo lo que fue y a esa despedida.
Tengo la sensación de que va a ser un pregón muy emocional.
(Ríe) Espero que no, porque si no, no podré leerlo ni decirlo.
«Recuerdo muy bien al Barranquí y todas las conversaciones al respecto. Eso está grabado en mi memoria»
Como hablábamos antes, hubo una etapa en la que el Castell fue un espectáculo piromusical. ¿Te gustaría que se retomara esa idea?
Tengo la teoría de que estas cosas, para hacerlas cuando tienen tanta dificultad técnica desde el punto de vista de la distribución del sonido, del equilibrio entre el Castell y el directo en la música, hay que ponerle al servicio todo lo necesario.
Es decir, hacer eso, que sería maravilloso, requiere de una previsión de infraestructura para que de verdad sea un plus y no un menos. Las cosas tan complicadas hay que afrontarlas con muchísimas garantías de que la parte técnica no se convierta en un problema para la parte creativa. Y esa es la dificultad de un proyecto así, pero por supuesto que sería maravilloso.
Si hubiese que ponerle una música al Castell de l’Olla, ¿cuál sería?
(Piensa) Me pillas con dudas, porque si te digo una pieza clásica, incluso relacionada con el mundo del fuego, ya sabes que soy un hombre muy de la gran música, del gran sinfonismo ruso. Por ejemplo, la música de Stravinsky, ‘Pájaro de fuego’, que es una partitura que sería maravilloso, increíble hacerla con fuegos artificiales.
Luego está, por supuesto, la partitura de ‘Los fuegos de artificio’. Pero es que cualquiera de las canciones de cualquier cantautor del Mediterráneo… hay un montón de canciones que hacen referencia a ese tipo de luz. Así que, dependiendo mucho del ‘senyor pirotecnic’, se podría ir en muchas direcciones.