Entrevista > Joan Caridad Llobet / Alpinista (La Pobla de Farnals, 17-febrero-2000)
A Joan Caridad Llobet le hubiera gustado ser un niño ‘normal’, aquel que disfruta de los videojuegos y al día siguiente comenta sus hazañas con los compañeros de clase. Pero le tocó unos padres singulares que prefirieron educarle en la naturaleza, para que conectara con las montañas y el senderismo.
Ahora, muchos años después, no deja de agradecerles ese aprendizaje, básico en su formación como alpinista, “un concepto muy grande”. Recientemente ganó un premio por la especialidad de hielo y ‘dry tooling’ (literalmente, herramienta en seco), que realmente no es la vertiente que más domina.
Nos contará si es peligrosa, “porque el hielo siempre lo es”, qué siente en lo alto de una montaña y cuál es su opinión sobre la sobreexplotación del Monte Everest. “Realmente son los locales, los sherpas, los que se juegan la vida para que los occidentales puedan hacerse una foto”, lamenta.
¿Desde siempre te apasionó la montaña?
Creo que sí. Este amor me ha llegado por mis padres, que toda la vida han hecho mucha montaña, a excelente nivel -para la época-, estando varias veces en la Cordillera Blanca de Perú o subiendo cinco miles. Mi padre, por ejemplo, estuvo en dos expediciones al Himalaya, las primeras realizadas por un grupo de la Comunitat Valenciana.
De pequeño, recuerdo, lo que más me agradaba era escalar en roca y esquiar. No escalábamos mucho, una vez al mes, mientras que a la nieve acudíamos menos todavía. Lo que no me gustaba nada era caminar, hacer senderismo.
¿Por qué?
Lo encontraba muy aburrido, porque lo que deseaba era quedarme en casa, como mis amigos y jugar a la consola. Mis padres no me la compraron jamás y pasado el tiempo se lo agradezco muchísimo, pues esa educación que me dieron, más activa, me ha permitido amar después el senderismo y las excursiones con los amigos.
Fue, de hecho, una manera de emanciparme, de tener la capacidad de irme solo junto a compañeros a hacer una travesía de cinco días por la montaña. A partir de entonces me comenzó a apasionar especialmente la montaña.
«La educación activa que me dieron mis padres me ha permitido amar mucho más la naturaleza»
¿Pasaste entonces al alpinismo?
Sí, calculo que tenía unos quince años la primera vez que me puse mis primeros crampones, para subir el Aneto -el pico más alto de los Pirineos-, con mi madre y unos amigos suyos. Fue una experiencia increíble, porque dormimos en el Ibón de Coronas, un lago ubicado a 2.700 metros, totalmente nevado ¡en julio!
Al día siguiente nos levantamos temprano y vimos salir el sol mientras subíamos por el nevero. Fue increíble y un punto de inflexión en mi vida, al comprobar que lo que me agradaba era eso, el alpinismo.
¿Tu especialidad es hielo y ‘dry tooling’?
En realidad, no. He ganado un premio en esa categoría, pero fundamentalmente mi especialidad es el alpinismo en general, aunque no me considero excelente en ninguna de las vertientes. Sí soy completo en todas.
El hielo y ‘dry tooling’ es de las que menos se practica en València porque carecemos de condiciones invernales extremas. Consiste en escalar sobre roca, pero con las herramientas básicas, es decir, piolets y crampones; procede de la escalada mixta.
«Todavía recuerdo la primera vez que me puse unos crampones para subir al Aneto; tenía quince años»
¿Es peligroso?
Depende. El riesgo en la montaña siempre está ahí, pero a veces también en la vida. Debemos saber controlarlo, valorarlo y conocer cuándo puedes exponerte. La escalada en hielo es bastante peligrosa, porque el propio hielo se rompe y hace falta muchísima experiencia para saber si una cascada se encuentra en condiciones o no.
¿Has vivido algún momento dramático?
En el hielo no. Una vez, en Gavarnie, en los Pirineos franceses, estábamos escalando una cascada y cayó una que estaba muy cerca. Generó una nube de polvo enorme que llenó todo el valle y fue impresionante; si nos pilla en la cascada o abajo no lo hubiéramos podido contar.
«En el Everest los sherpas se juegan la vida para que los occidentales puedan hacer una foto»
¿Qué sientes cuando estás arriba?
Sobre todo, libertad y evasión. La montaña me ayuda mucho a evadirme del mundo en el que vivimos, tan competitivo, estresante y marcado. De repente la naturaleza rompe con todo ello y te olvidas de los problemas diarios, de si dispongo de más o menos dinero en el banco, si tengo trabajo o pareja. ¡Me ayuda a desconectar y disfrutar!
¿Cuál ha sido tu mejor expedición?
Posiblemente la última que he hecho, en 2023, con el Plan de Tecnificación, a la Cordillera Blanca del Perú, en plenos Andes, donde realizamos ascensiones preciosas, como la del Alpamayo.
Jaume Domingo, enorme escalador, y yo completamos la primera repetición de una vía abierta por los hermanos Pou, considerados de los más mediáticos de este sector.