La propuesta aparecía en los medios de comunicación en mayo de 2015, a punto de las elecciones autonómicas, la novena legislatura en la Comunitat Valenciana. La formación regionalista Som Valencians, nacida unos cinco meses antes, en diciembre del año anterior, especulaba con que el Turia volviera a ser navegable. No había sido el único proyecto. En 1787, por ejemplo, cuando el río desembocaba en el Grao, se proyectó un canal.
El ingeniero y militar valenciano, de origen coruñés, Joaquín Maximiliano de la Croix (1760-1836), fue responsable del entonces muy viable propósito, que no prosperó en los cenáculos políticos. Todas estas ideas partían de una realidad hoy incuestionable, al menos con todo lo que sabemos, cata a cata y legajo tras legajo. El Turia, antaño, no solo transportaba vida en sus aguas. Esta, humana, también se desplazaba sobre él.
Pretéritos tiempos
Según los datos recopilados por el eclesiástico, escritor e historiador valenciano Gaspar Juan Escolano (1560-1619), al Turia ya lo cruzaban embarcaciones griegas. Esto ocurría incluso con la llegada al lugar, para aposentarse y aposentarnos, de Jaume I (1208-1276). Y bajaban, peligrosamente montados sobre troncos, los encargados de tal tarea, quizá incluso antes de Rodrigo Díaz de Vivar (El Cid Campeador, 1048-1099).
El río, nacido entonces como ahora a unos 1.800 metros de altitud, en la turolense plataforma calcárea de Muela (meseta) de San Juan, recorre una etapa encajonado entre paredes de roca. Lo llamamos allí con un nombre que antaño lo definió en conjunto, Guadalaviar (río blanco: al-Nahr al-Abyaḍ). Pero aquí es cuando presenta ese aspecto reposado, salvo cuando se cabrea, que invita a eso: a embarcarse por entre sus aguas.
En 1787 Joaquín de la Croix presentaba un proyecto viable
Otros cauces
Las circunstancias eran antes otras. Por ejemplo, los vikingos llegaron hasta Orihuela, en la Vega Baja (otro cauce que tuvo, y en el fondo aún tiene, tramos navegables), con sus embarcaciones, los drakkar, en el año 860. Vale, pero entonces el Segura, no tan escaso, pero ya con sus actuales humores, altibajos de secano e inundación, comenzaba a diluirse con el mar antes.
El Sinus Ilicitanus o Golfo de Elche, en el que también desembocaba el Vinalopó, del que hoy quedan rastros como los parques naturales de El Hondo o el de las salinas de Santa Pola, había comenzado a formarse hacia el 4000 a.C. y no quedó digerido por nuestra Península Ibérica, salvo en lo señalado, hasta prácticamente el XIX. Como pasó con el Turia.
La Albufera sufrirá grandes colmataciones a partir del siglo XIX
Colmatando el golfo
Pues bien, el Golfo de València, el clásico, el histórico, es aún más veterano, unos 200.000 años, día más, mes menos. La Albufera, según algunos autores, comenzó a formarse al final del pleistoceno (desde hace unos tres millones de años hasta casi doce mil años), debido a la sedimentación provocada por los arrastres de los ríos Turia y Xúquer. Pero sufrirá sus grandes colmataciones a partir del XIX, gracias a manos humanas.
Son las que cargaron con los capazos de arena, como bien describió Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928), para generar más tierra de labranza compaginada con los espacios de pesca y los arrozales. En tales tesituras, añadamos que las necesarias canalizaciones conformaron un inmenso laberinto acuoso interconectado con el canal del río Turia, construido entre 1822 y 1839. Y aún quedaba un cambio más, bien dramático.
El nuevo cauce se parecía bastante al del siglo XIV
La gran inundación
La riada del 14 de octubre de 1957, la gran riada de València, con cuantiosos daños, pero, lo más importante, al menos 81 fallecidos como cifra oficial recogida en las crónicas, motivó el que se modificara su curso. Fue la puntilla tras incontables veces con el agua paseándose las calles del ‘cap i casal’, con catastróficos resultados en al menos 75 ocasiones.
Introducido aún más en las vegas, quizá no fue la única vez en que esto había ocurrido. Según Pilar Carmona y José Miguel Ruiz, de la Universitat de València, en una investigación presentada a los medios en el año 2000, el nuevo cauce se parecía bastante al que los registros señalan hacia la segunda mitad del siglo XIV, cuando el Turia desembocaba al norte de Pinedo, muy cerca del desagüe actual, el del llamado Plan Sur.
Troncos abajo
El asunto de los troncos río abajo, antes comentado, nos da una pista. Después de todo, la navegabilidad de un cauce no es realmente un asunto de placer (salvo que ese placer pueda ser rentabilizado de alguna forma), sino de comercio. Se entienden así los ambiciosos planes, por ejemplo, de Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico (1500-1558), que al final, años después, solo se concretaron en el canal de Castilla (1753-1849).
Aún continúan surgiendo las apuestas, sobre todo en periodos electorales, unas disparatadas, otras técnicas, y puede que hasta económicamente razonables, por devolverle al Turia una capacidad timoneable (al margen de su hoy sobrexplotado caudal) que, después de todo, aún sigue teniendo, al menos cuando junta sus aguas a las del Xúquer, y a las escorrentías, para alimentar al Parque Natural de la Albufera. ¿Quién dijo, pues, que ya no era navegable?