La miras y te resulta lógico que allá por 1967, cuando empezó a saludar a cielo y tierra el templo de Nuestra Señora de Loreto, dibujado con las renovadoras líneas del Concilio Vaticano II (1962-1965), arrugase más de una nariz y alzase muchas cejas. Como a un santo dos pistolas, barruntaban. Actualmente, la iglesia, diseñada por el innovador arquitecto asturiano, afincado en València, Fernando Martínez García-Ordóñez (1922-2015), se ha integrado a lo metafórico.
Como un gigantesco fósil marino, la galáctica parroquia no solo sirvió, curiosamente, para la recuperación de un barrio desgajado del núcleo urbano principal, que, a juzgar por las fotos de construcción del templo, ya se había marcado la retirada. También parece contarnos que el lugar donde se aposenta es mucho más antiguo, quizá desde los íberos, tal vez desde la era Hiboria de los tebeos de Conan, unos doce mil años de nada.
Desde los romanos
Sabemos que por la costa hay restos romanos y que, aunque hoy incluso esta barriada ha quedado una pizca interior (entre el mar y esta, construcciones más modernas con vista directa a la playa de la Grava; el puerto, aparte, queda más al norte), ni siquiera es, posiblemente, el barrio marinero original. La construcción de la ensenada actual no se aprobaba hasta 1879.
Sí, justo cuando se permite también el ensanche norte de la población, tras el derribo de las murallas (aún pueden verse restos insertos en las más señoriales viviendas de la calle Príncipe de Asturias, por los portones del casco histórico). Pero, bueno, y volvemos a la costa, las casas tienen ese gustillo salitroso, con aires encalados, que nos habla de buenos pescados y mejor marisco.
Hasta 1879 no se aprobaba la construcción de la ensenada actual
Uva pasa y mistela
Para cuando despegó el nuevo fondeadero, Xàbia ya llevaba desde el siglo XV convertida en una importante potencia portuaria, que iba a cobrar aún más auge entre los siglos XIX y XX, con renovada escollera y servicios de aduana y marina. Resultó muy activo prácticamente hasta la Guerra Civil (1936-1939), dedicado a comerciar tanto con las capturas océanas como con las cosechas del campo.
De ellos, la uva pasa y su destilado, la mistela, resultaron los productos estrella, hasta que las circunstancias, mal dadas, acabaron, igual que en otros muchos casos, con el mercado de la pasa. Este colapso calló bastante la boca del lugar, cuyos alrededores comenzaron a desterronarse, a licuarse casi, hasta que la arribada del turismo le dio al municipio nuevos vuelos. Y el puerto, ya no comercial, devino en pesquero y deportivo.
La Xàbia interior y la litoral van acercando sus dedos
Piratas bereberes
La imagen de fachadas blancas con redes a secar, posiblemente aquí, ahora, más mítica que real, volvía a aposentarse, poco a poco, pero acompañada con la siembra de apartamentos y pareados. Ahora, ¿por qué nos habíamos alejado tanto del núcleo histórico, en torno a una iglesia fortificada, con buenas defensas terrenales, la de San Bartolomé, del XVI, declarada monumento histórico-artístico del Tesoro Artístico Nacional el 3 de junio de 1931?
Piratas. Bereberes o amaziges, procedentes de la Berbería, el norte africano, el Magreb. Con sus embarcaciones ligeras, muy manejables, de poco calado, se dedicaban a batir las costas mediterráneas, incluso las magrebíes. A veces es que se la conocían: no resultaba extraña la presencia de cristianos renegados o huidos en las huestes saqueadoras. Se habían convertido en una pesadilla. El propio monarca Felipe II (1527-1598) decidió trufar las costas de torres vigía y castillos.
Desde el siglo XV llevaba el municipio como importante potencia portuaria
Localidades parecidas
En tales tesituras, al menos dos localidades en las costas alicantinas mostraron esa dicotomía, barrio marinero y población interior como dos poblaciones independientes. Una, Teulada-Moraira, continúa mostrándose, incluso en el nombre, como una asociación urbana, separado cada poblamiento por poco más de seis kilómetros, con cita ermitaña a mitad de recorrido. El otro, obviamente, es Xàbia. Puerto y barriada distan a unos dos kilómetros del centro histórico.
No es mucho, apenas cinco minutos en coche por el vial de la avenida del Port-Juan Carlos I-Cervantes-d’Alacant. Poco más de veinte si se tiene ganas de recorrerse la distancia a buen pie. Cabe asociar casas de marineros al puerto original. Luego, con el cambio, el asunto siguió. En el barrio actual, varias de las viviendas fueron antes almacenes de pasas, como ocurría, por cierto, en Moraira.
La unión
Ya no hubo más piratas, ni aquel comercio, ni la necesidad de separarse tanto. Además, estaba el Desarrollismo, aquellos planes de desarrollo, de finales de los cincuenta y los sesenta, destinados a crear una clase media que, por necesidad vacacional, generase una infraestructura turística destinada también, y a veces sobre todo, a visitantes foráneos. Las costas comenzaron a alicatarse. Y el hijo pródigo regresaba a casa.
Podría figurar perfectamente, la leyenda, en una de las fachadas de fósil marino de Nuestra Señora de Loreto. Porque la relación entre el casco histórico y su extensión más mediterránea sigue escribiéndose. Y el relato nos informa de que la Xàbia interior y la litoral van acercando sus dedos, urbanización a urbanización, orillando la avenida del Port. Del Puerto.