Entrevista > Olga Hernández / Psicóloga (València, 18-abril-1970)
El problema hace años que se implantó en nuestra sociedad, por mucho que prefiramos ignorarlo o mirar hacia otro lado. La tecnología y las pantallas -véase en móviles, tabletas u ordenador- nos dominan, hasta tal extremo que ya es imposible ‘sacarlas’ de nuestras vidas.
La problemática todavía es mayor, mucho más, en menores, ‘personitas’ de catorce años o menos, cuyo cerebro aún no está formado, que desconocen el daño que están provocando a su futuro. ¿Hay marcha atrás a todo este ‘cáncer’?
Pedagogía Waldorf
Olga Hernández, psicóloga, nos mostrará hasta dónde estamos deteriorados, y lo hará sin pelos en la lengua, como debe ser, “porque me considero una mujer políticamente incorrecta”. Sin embargo, pese a lo terrible de la situación, también quiere lanzar un mensaje de esperanza. “Los niños necesitan ser educados desde el amor y el cariño, no desde una pantalla”, expresa, antes de apuntar que precisan de un modelo al que admirar.
Si no, sucede todo lo contrario: a quien idolatran es a youtubers que les aseguran que serán millonarios si les siguen, y se convierten en auténticos chantajistas.
Formada en la pedagogía Waldorf, “que enseña a respetar los ritmos naturales de los niños, porque no todos son iguales”, valora muy positivamente la entrada en vigor de la nueva ley de protección integral de la infancia y adolescencia frente a la violencia.
«Ahora se prioriza lo que el menor decida, cuando la mayoría desconoce realmente qué le conviene»
¿Cómo está actualmente la Ley del Menor?
Se defiende mucho más a los menores que antaño, aunque se pone en prioridad lo que ellos decidan, cuando la mayoría no saben qué es lo mejor o qué les conviene. Respecto a la anterior ley, es cierto que se han optimizado muchos aspectos.
Sin embargo, puede mejorar…
A los jóvenes se les está tratando de aislar, deshumanizar, porque se pasan todo el día con los móviles o videojuegos. ¡No quedan entre ellos! Recuerdo que en mi época quedábamos por teléfono (fijo) y si alguien no llegaba al lugar acordado le esperábamos un rato. Eso se está perdiendo; están muy encerrados en sus habitaciones.
¿No llevamos así mucho tiempo?
Claro, porque estamos perdiendo el control sobre la tecnología, que nos pensamos que es muy buena y lo es en ciertos matices. En otros, como la educación, ¡no! No podemos educar a un ser humano mediante pantallas.
¡Lo he visto en una guardería a la que fueron mis hijos!, ahora ya tienen dieciocho años. Fui a leerles un cuento y apareció una pantalla. Me horroricé. Si eres profesor o maestro de niños que están creciendo, tienes que poner toda tu energía a su disposición, para que aprendan.
Los niños nos radiografían y saben si sus padres están alegres o tristes. Tienen las emociones muy a flor de piel y conforme van creciendo se van poniendo capas, impregnándose de la sociedad, la educación. Así están los centros de salud, llenos de personas con depresión y problemas de salud.
«Estamos perdiendo el control frente a la tecnología; ¡no podemos educar mediante las pantallas!»
¿Se debe tratar a cada niño diferente?
Por supuesto. Y tampoco podemos pretender que se pasen el día sentados. Dicen: qué bueno es tu hijo, no se mueve. ¡Mal! Porque un menor necesita moverse.
El problema o germen de todo procede de la educación, tanto de las escuelas como de los padres, pues un maestro de verdad -con vocación- no consiente ciertas cosas. Esa carrera antes estaba considerada sencilla, mientras en otros países, especialmente los nórdicos, al profesor se le da mucho valor.
¿Los niños son felices así, aislados?
Porque no conocen lo otro. Ahora quizás son felices, protegidos en su cuarto, pero el día de mañana, cuando tengan que relacionarse o enfrentarse a la búsqueda de un trabajo, salir y tener amistades, les empezarán a dar ‘bofetadas’ por todas partes.
Si no lo has practicado antes, con tus iguales, tus amigos u otros grupos, aprendiendo a resolver los conflictos… Eso no te lo enseña una pantalla.
¿De qué forma los sacamos de su ‘cueva’?
Los han o hemos hecho cómodos. Otro ejemplo son las nuevas botellas, para que no se pierda el tapón, o la gente que llama por teléfono para que le traigan la comida a casa. ¡Al final no sales ni a cenar! Lo que pretenden es que seamos unos gordos y no pensemos.
Estamos totalmente manipulados, a través del móvil la mayoría de las veces, pero ya lo están comenzando desde abajo, porque es la mejor forma para controlar una sociedad, desde niños.
«A los niños se les está tratando de aislar, de deshumanizar, porque se pasan todo el día con los móviles»
No es nuevo, ya lo hizo Hitler en los años treinta…
Se trata de la pura manipulación humana, ¡y así estamos! Nos quieren estúpidos, que nos creamos todo lo que viene en las pantallas, que no comprobemos nada, y para saber cómo son las cosas, tienes que vivirlas.
¿Los padres podemos minimizar este desastre?
Es muy positivo que los padres conscientes del problema se reúnan entre ellos, lo hablen y se unan. Son individuos que piensan como tú, se pueden ayudar unos a otros, explicando iniciativas que les hacen funcionar. Me tuve que hacer fuerte junto a otros padres y madres y negarme a que mis hijos tuvieran móvil en primaria, mientras el resto de compañeros ya los poseían, ¡y qué aparatos, parecían iPhones!
Ellos no lo entendían y les tuve que recalcar que era por su bien, por su futuro. Su cerebro no estaba preparado, y me daba igual que me comprendieran o no. Durante el tiempo que no han tenido smartphones han experimentado, han tenido contacto con la realidad.
¿Se da el caso de padres que poco les importa?
Y tanto, son padres que están ‘dormidos’, no saben, por desconocimiento. Se han dejado conducir por donde nos han llevado y lo han normalizado. Tampoco se les puede culpar. Dicen es lo que hay, pero la ‘bofetada’ se la van a llevar, cuando sus hijos empiecen a fumar porros, les contesten e incluso les peguen o delincan. Estos niños van a tener crisis existenciales y sus padres no sabrán ayudarles.
«Piensan que son ‘felices’, pero veremos qué les sucede en un futuro cuando tengan que buscar trabajo»
¿Qué sucede en los niños de padres separados?
Crecer con una doble educación no siempre es malo. Pero si los padres se llevan mal o no llegan a los mismos acuerdos para con sus hijos, estos durante la adolescencia ya saben cómo ‘jugar’ y aprovecharse de uno y otro.
En el caso de que los padres no estén muy en su ser, como se dice en psicología, pierden los papeles. Deben poner límites, ser polis malos para los niños, que el día de mañana lo agradecerán.
¿Has vivido casos extremos?
Por fortuna pocos. Uno fue este mismo año: un chico que pegaba puñetazos cuando perdía en el ‘Fortnite,’ videojuego que es lo peor. Casi no le quedaban uñas, se las comía de la rabia que le daba no ganar.
Este chico formaba parte del programa ‘Jove Oportunitat’, de la Generalitat Valenciana, sobre jóvenes que se quedaban descolgados. Le conocí durante un taller motivacional y traté de reducirle las horas delante del ordenador, pues a los veintiún años ni se hacía la cama ni ayudaba en absolutamente nada en casa, por la sobreprotección de los padres.
¿Hay solución ante este tipo de situaciones?
Cuando el vínculo está tan perdido, debemos acercarnos al menor, a lo que está haciendo, pero también para sacarle de ese mundo, obligándole. Y si se niega, decirle que sí o sí se tiene que venir conmigo, al exterior.
Es bueno que digan no, porque se encontrarán con situaciones en que sea bueno, pero ese ‘no’ no debemos tomarlo como un rechazo, sino ponerse en el papel de adulto, ni más ni menos.
«Es muy positivo que los padres que son conscientes del problema se reúnan y hablen entre ellos»
¿No están creciendo sin frustraciones?
Exacto. Los que crecimos en los ochenta nos acostumbramos a que muchas veces nos dijeran ‘no’, y cuando preguntábamos nos decían ‘porque no’, acabándose la discusión. No nos daban ni explicación; y ahora les brindamos una tesis doctoral (ríe), si a los niños no hay que darles explicación, ¡al menos hasta los catorce años! Su cerebro no está preparado para razonar.
Hay que decirles ‘te toca hacer esto y ya está’, con cariño y amor, eso por supuesto, pero sin perder la autoridad, porque hemos pasado de un sistema autoritario a perder la autoridad del todo, a decir ‘pobrecitos, no voy a repetir lo que me hicieron mis padres’.
Hablemos de los niños inmigrantes.
Cada vez hay más, ¿y por qué permitimos que desembarquen continuamente? Si un hijo nuestro se escapa a Francia, enseguida te buscan, pero con los países africanos eso no sucede.
A esos chicos jóvenes, en sus lugares de origen, les han ‘vendido’ que en España están mejor, y no es verdad, porque acaban trapicheando con drogas y durmiendo en la calle.
¿El sistema ayuda?
No, estos chicos deberían estar en los centros hasta conseguir que estudien y tengan un hogar donde puedan estar, quizás retornando a sus países. Lo ideal sería que, una vez salieran de esos sitios de menores, lo hicieran con un trabajo.
«¿Qué hacen los niños inmigrantes cuando dejan de estar tutelados? Roban o trapichean con drogas»
¿A los dieciocho años dejan de estar tutelados?
Sí, les ponen en la calle, el mismo día que los cumplen. ¿Qué hacen entonces? Hay de todo, y muchos, por desgracia, acaban robando y trapicheando con drogas. A uno de estos chicos le conseguí un trabajo -de 1.400 euros al mes- y ni siquiera acudió a la entrevista. Ya no confío, pienso que no vienen con buenas intenciones. Me enseñaban videos y sus ídolos son personas que están en la cárcel.
Piensan que, tras pasar el Estrecho, con una lancha, las mafias les van a dar 150.000 euros, y que con eso ya van a poder vivir como ricos.
¿Qué les dices?
Si no temen a la cárcel, la respuesta es no, porque saben que les van a tratar bien, que las prisiones de aquí son muy diferentes a las que hay en Sudamérica o el sudeste asiático. Lo que hace falta es un control: ¿por qué este niño ha venido aquí? ¿Quién es su familia? ¡Que se mueva el gobierno! Pero no conviene. Sí le apaña que comamos fruta de otros países, mientras la nuestra se vende a diferentes lugares.
Es un desastre, pero si a un niño aprendes a mirarlo con respeto y autoridad, no se perderá nunca. Si no lo haces, sí. También hay una juventud supersana, a la que le importan las cosas y se están moviendo para que haya un cambio social.