Para qué rodear una finca de València si puedo pasar por debajo de ella. Y si además ese pasaje puedo aderezarlo de comercios de distintos sectores a fin de que los vecinos, cuando lo atraviesen, tengan la posibilidad de detenerse a realizar alguna compra o consulta, pues mejor. Con ese espíritu nacieron los pasajes en las ciudades. Era finales del siglo XIX.
No fue ajena, obviamente, València a esta tendencia de la arquitectura. La ciudad se llenó de pasajes. La voluntad por mantener una vía de tránsito en el seno de los edificios salpicó casi cada barrio. Y según el perfil socioeconómico de cada distrito los negocios que ahí se implantaron. Pero las décadas fueron avanzando y hoy, los pasajes, resisten con diferente fortuna.
El decano
Decíamos que son muchos y en diferentes distritos del ‘cap i casal’. También que respondían a una tendencia urbanística que se puso en marcha en el siglo XIX. Pero no todos emergieron exactamente el mismo año, así pues hay un pasaje en València que puede presumir de ser el más antiguo de todos.
Se trata del Pasaje Ripalda. Ubicado en pleno centro político, en la vía que une la plaza del Ayuntamiento y la plaza de la Reina, fue el primer pasaje comercial cubierto. Construido en 1889 por el arquitecto valenciano Joaquín Mª Arnau Miramón, por encargo de la Condesa de Ripalda, esta galería se halla cubierta por hierro y cristal y su actividad comercial la aglutinan varias tiendas de trajes regionales valencianos.
El Pasaje Ripalda, además de poseer un hotel que estuvo en funcionamiento hasta los años cuarenta del siglo pasado, tuvo la particularidad de dotarse con el primer ascensor de la ciudad (no el eléctrico, ya que este último fue instalado años más tarde en 1904 en la casa número 17 de la calle de la Paz, cuya puerta era de hierro forjado).
El Pasaje Ripalda fue el primer pasaje comercial cubierto que se construyó en València
Cerrados y también abiertos
A finales del siglo XIX la alta burguesía valenciana deseaba trasladar a València las costumbres y el estilo arquitectónico de las ciudades italianas, con un objetivo claro de estilo neoclásico a base de arcos de sus entradas. Existen varios pasajes que combinan el cerramiento de su recorrido con tramos abiertos al admirado azul del cielo del ‘cap i casal’.
Es el caso del Pasaje Doctor Serra, por ejemplo. Apenas a una calle de la plaza de toros y de la hermosa Estación del Norte, este pasaje combina tanto negocios de diversa índole (joyería, textil o electrónica, entre otros) como sede de algunos medios de comunicación o despachos, que gozan en lo alto de una vista excelente del centro financiero de la ciudad. A ratos cubierto, a ratos abierto, el pasaje recoge la sede, además, del Museo Taurino de la Diputación.
En buena forma se mantiene el Pasaje Doctor Serra, en parte por su proximidad al centro
No tanto éxito
Cerca de la calle Colón de València, una de las millas de oro de la ciudad, se mantiene con relativo éxito el Pasaje de Don Juan de Austria. Próximo a las grandes firmas internacionales ancladas en la ciudad, este pasaje se beneficia de la proximidad de las multinacionales de las calles adyacentes.
No obstante, los hay con suerte desigual. Así, el de Monistrol, entre la plaza Ciudad de Brujas y la calle Rejas, el Artis, entre el paseo de Ruzafa y la calle Ribera, mantienen el tipo. Un núcleo fuerte de negocios mantiene su continuidad pese a que los hay que ya anuncian traspasos evidenciando que quizá València nunca ha sido ciudad de pasajes.
Un claro ejemplo de la agonía de una tendencia urbanística en claro desuso es el Pasaje Suay
Olvido o reconversión
Próximos a la plaza de España resisten algunos pasajes que han apostado por un tipo de negocios para su supervivencia. Cerca de la calle Albacete un pasaje une con la Gran Vía Ramón y Cajal, donde en tiempos existían joyerías y sectores de alto ‘standing’. Los barrios mudan, no obstante, para bien o para mal. Algunos supermercados han decidido emplazarse donde antes se vendían diamantes.
Así, conforme el transeúnte se va alejando del centro, la vida empeora para los pasajes. No es lo mismo emplazarse cerca del centro histórico o administrativo de València que cruzar el antiguo cauce del río. El Pasaje Luz, cerca de Viveros, comenzó a utilizarse como destino de ‘skaters’ para hacer sus trucos aprovechando el alisado de sus baldosas.
La agonía y el abandono
Ya fuera del perímetro del Ensanche el vecino se adentra en barrios considerados periféricos. Es el caso del Pasaje Suay. Próximo a Orriols y Benicalap, este pasaje se encuentra en plena agonía. Ubicado en una de las avenidas consideradas menos atractivas de la ciudad, los talleres de reparación multiplican una avenida donde parece ya no tiene sentido un pasaje.
Con el propio nombre desconchado y sin que nadie se atreva a restaurarlo, el Pasaje Suay casi reta a algún valiente a adentrarse en él. Oscuro y con aspecto amenazante, sin duda representa el ocaso de una moda que quizá no llegó a triunfar en València.