Entrevista > Juan Antonio Espinosa / Pregonero de las Festes Majors Patronals de Benidorm
Cuando en la Comunitat Valenciana se habla de fiestas, la conversación puede dirigirse, casi indisolublemente, hacia dos elementos que, más allá de si esas celebraciones son religiosas o no, se van a encontrar siempre: la pólvora y la música. En esta región, no hay festividad que se pueda entender sin el ruido y el olor de una mascletà, ni procesión o desfile que pueda no ir acompañado por, al menos, una ‘bandeta’.
Cada pueblo, por pequeño que sea, tiene, al menos, una banda. Benidorm, desde hace ya un tiempo, tiene tres, y, seguramente, podría tener alguna más. La cantidad, en cualquier caso, debe de ir acompañada también de la calidad y, para encontrarla, es imperativo contar con buenos docentes. Profesores que, a su vez, hayan entendido la música como una vocación y una pasión. Profesionales, en definitiva, como Juan Antonio Espinosa.
Reconocimiento de su ciudad
A Espinosa le ha llegado ahora el momento de la jubilación, aunque es imposible pensar (él mismo lo reconoce en esta entrevista) que su vida vaya a estar muy alejada de la música. Aparca ahora la batuta, al menos como obligación profesional, y entre su lista de deberes por cumplir aparece la de prestar más atención a una familia que, asegura, estuvo muchos años en segundo plano, cuando llegaban los fines de semana y las fiestas de guardar y tocaba ponerse al frente de una banda u orquesta para amenizar la jornada.
Lo que también le ha llegado ahora, y por partida doble, es el reconocimiento de su ciudad (porque el cariño ya lo tenía desde hace mucho tiempo). El pasado mes de octubre, el día de la Comunitat Valenciana, recibía, emocionado, la distinción cultural ‘Ciutat de Benidorm’, y ahora, en pleno mes de noviembre, será el pregonero de las Festes Majors Patronals. Esas a las que tantas veces puso música.
Estás teniendo un fin de año espectacular, al menos, en lo que a reconocimientos por parte de tu pueblo y tus vecinos se refiere. Vas a ser el pregonero de las Festes Majors Patronals, y el pasado 9 d’Octubre recibiste la distinción cultural ‘Ciutat de Benidorm’. Con una carrera musical tan premiada, ¿cómo recibiste ese galardón? ¿Es uno más?
No, para nada. Es un premio muy especial. Primero, porque este año también es muy importante para mí, ya que después de mucho tiempo, de 42 años de docencia, me han otorgado la jubilación voluntaria. Con eso, cierro un periplo profesional importante.
Que ese momento haya coincidido con este galardón es muy relevante para mí. Además, ¿qué quieres que te diga? Me halaga mucho el que hayan sido los antiguos premiados los que me hayan propuesto para este año. Eso ha significado mucho para mí.
Un músico reconocido por su ciudad, por Benidorm, en el día 9 d’Octubre. La Comunitat Valenciana son muchas cosas, pero una de las más destacadas es la música.
Así es, desde luego que la Comunitat Valenciana es música y, sobre todo, es música de banda. Nosotros debemos toda nuestra proyección musical, y yo personalmente toda mi carrera musical, a las bandas de música, y muy especialmente a la Unión Musical de Benidorm, que fue donde me inicié de pequeño.
Toda mi carrera profesional, de forma paralela a ser docente en el conservatorio, pasa por dirigir bandas de música y orquestas vinculadas a las sociedades musicales.
«Debo toda mi carrera musical a las bandas de música y muy especialmente a la Unión Musical de Benidorm»
¿Con cuántos años empiezas a tocar el clarinete?
En realidad, mi formación musical comienza antes de empezar con el clarinete. Comencé con siete años estudiando piano. Lo que ocurre es que con quince años mi padre, que era una persona muy previsora, me dijo: “Juan Antonio, te tienes que ir a la mili y tienes que aprender un instrumento de viento”.
Fue entonces cuando fuimos a la Unión Musical, de la que mi padre era socio, y en la que estaba como presidente Pérez Barceló y el maestro don Rafael Doménech, que también ha sido distinguido con esta mención cultural en una ocasión anterior. Ahí es donde empezó mi periplo en la Unión Musical.
Tras tu paso por la mili, que entonces era algo obligatorio, vuelves, y ya poco después comienzas la formación para poder dedicarte a eso a lo que has dedicado tu vida: a dirigir orquestas.
Sí, realizo los estudios superiores de Dirección de Orquesta en el Conservatorio Superior de Madrid con el maestro Enrique García Asensio. Para poder alcanzar los estudios superiores de Dirección de Orquesta, ahora se hace de otra manera, pero en mi plan de estudios tenías que tener la titulación de instrumento y haber estudiado composición.
«Con quince años mi padre, que era una persona muy previsora, me dijo: “te tienes que ir a la mili y aprender un instrumento de viento”»
¿Cómo nace esa vocación?
La verdad es que mi vocación es muy temprana. Desde pequeñito siempre me han llamado mucho la atención los directores de las bandas. En mi casa, cogía lo que tenía mi madre para tricotar, esas agujas alargadas, y me ponía a dirigir. Era algo muy vocacional.
Cierto es que siempre lo he tenido en mi intención, y luego he tenido la suerte de tener un maestro, que fue mi mentor, Francesc Cabrelles y Romero, que me vio con muchas cualidades cuando era joven y me empujó a que siguiera estudiando.
¿Manda más el gesto de la batuta o la mirada?
La función del director de orquesta es muy variada. Primero, desde luego, tenemos que tener un gesto que comunique y, sobre todo, que sea plástico. Pero también tenemos que tener una mirada que conecte y empatice con los miembros de la orquesta.
Tienes que pensar que ochenta o noventa músicos se tienen que poner a tus órdenes y tienen que pensar como piensas tú. Es decir, unir en un solo pensamiento una idea musical. Eso no es nada fácil. Les tienes que convencer. La única manera de convencerlos es con conocimiento musical, no por autoridad, sino por destreza, conocimiento y sabiduría.
«En mi casa, cogía lo que tenía mi madre para tricotar, esas agujas alargadas, y me ponía a dirigir. Era algo muy vocacional»
Cuando una función sale bien es algo que siempre se refleja en la cara de los músicos y, por supuesto, también del director. Pero, cuando las cosas no van bien, ¿hay momentos de cabreo?
Claro que los hay. Lo que ocurre es que los músicos tenemos la suerte de que no tenemos en nuestras manos la vida de otras personas. Nosotros, si lo hacemos mal, pues mala suerte. Nuestra meta es la máxima profesionalidad posible, pero eso no quiere decir que en un momento determinado alguien se equivoque, alguien falle.
Lo que he intentado siempre es que ese fallo no sea por falta de trabajo. Eso es muy importante. Para mí esto es un trabajo muy digno y muy honorable como para que no se le tenga que dedicar todo el tiempo necesario para que salga lo mejor posible.
Director, profesor, investigador, músico… ¿Qué faceta te gusta más?
No te lo podría decir, ahora que me lo dices. Seguramente, sería la de divulgador musical. Me considero un divulgador de la música clásica. Creo que es un mundo maravilloso y a la gente que tiene la suerte de conocerlo les abre a unas emociones que no son nada convencionales.
Considero que la música clásica es un mundo donde podemos relajarnos, alegrarnos, recordar ciertos momentos de nostalgia y disfrutar de unos compositores que han sido genios.
«Ochenta o noventa músicos se tienen que poner a tus órdenes y tienen que pensar como piensas tú»
En un mundo en el que ahora y en cualquier momento de la historia todo parecen ser guerras y calamidades, muchas veces he pensado que esos genios, en este caso de la música, trascienden más allá de su propio arte.
Es que son genios de la humanidad. Estamos hablando de personas como Bach, Beethoven, Mozart, Haydn, Stravinski… Sí, son genios de la humanidad. A nosotros, como intérpretes, nos permiten disfrutar de hacer, durante unos instantes determinados, de representantes de ellos, porque en el momento que interpretas estás haciendo realidad su trabajo. Para mí eso es maravilloso.
¿Qué opinas de la formación musical que reciben los chavales en los colegios y en los institutos?
Durante once años he sido profesor asociado del departamento de didácticas específicas de la universidad y tengo que decir que la formación universitaria para maestros es muy corta. Se dedica tiempo en el colegio, pero no se dedica con suficiente intensidad. Creo que nos está comiendo la música moderna, la música electrónica, la música grabada, la música pop. Me refiero a la música popular actual, no al estilo pop.
A los niños se les ha olvidado cantar, jugar al corro, saltar a la comba… Todos esos juegos infantiles relacionaban el movimiento con la música y con la canción. Nuestros padres nos cantaban. Mi madre, por ejemplo, cantaba maravillosamente y me cantaba un montón de canciones que a mí se me quedaron grabadas.
«Los músicos tenemos la suerte de que no tenemos en nuestras manos la vida de otras personas»
¿Y ahora qué sucede?
Esto, desgraciadamente, ya no ocurre. La sociedad, en este caso las escuelas de primaria, tienen que hacerse cargo de ese bagaje cultural que tenemos. Los chavales tienen que cantar en clase, tienen que moverse y tienen que disfrutar. Para mí es menos importante estudiar el lenguaje musical, porque eso puede ser algo más específico para los que realmente les interese; después de cantar y moverse y bailar en clase, sería aprender un instrumento.
Pese a todo, ¿hay cantera?
Muchísima. En la Comunitat Valenciana siempre la ha habido. Sin ir más lejos, en Benidorm hay tres bandas de música ni más ni menos. Hay muchísima gente, muchísimos jóvenes que estudian música y de verdad que para los padres debe ser un orgullo, porque esos chavales, en vez de estar haciendo otra cosa o simplemente mirando el móvil o viendo series, están compartiendo tiempo haciendo música con otros chavales, con personas mayores que ellos, más pequeños, con gente que trabaja, con gente que estudia.
El de las bandas de música es un ecosistema maravilloso. Además, también hay mucha gente que estudia música y los padres se dan cuenta de que les ayuda para su formación personal.
«A los niños se les ha olvidado cantar, jugar al corro… Todos esos juegos infantiles relacionaban el movimiento con la música y con la canción»
Austria, Portugal o Italia son algunos de los sitios donde has ido a festivales de música. Si esto fuese una Eurocopa que se jugase por regiones y la Comunitat Valenciana llegase a la final, ¿contra quién la jugaría?
No sé, pero es verdad que, al menos a nivel de bandas, la Comunitat Valenciana está en la Champions. Sería un Real Madrid o Barcelona sin ninguna duda. A nivel de la música clásica estaríamos en la UEFA o bastante más abajo. Piensa que nosotros llevamos un retraso de cien años con respecto a países como Austria, Alemania, Hungría, toda la zona eslovaca e, incluso, Italia.
Nuestra cultura no ha sido la de la música clásica. Fue a partir de los ochenta cuando, gracias a un esfuerzo social extraordinario, empezaron a hacerse auditorios y conservatorios por toda España.
Cuando estudiaba en Alicante con nueve años, iba en el autobús para poder estudiar música. Con eso te digo todo. Ahora ya no es así. Por lo tanto, hay un esfuerzo brutal y creo que estamos en el buen camino. Vamos con retraso con respecto a esos países, pero eso no quiere decir que dentro de un tiempo tengamos una buena cantera.
¿A qué se va a dedicar Juan Antonio Espinosa ahora que está jubilado?
Aparte de ver fútbol, que me encanta, voy a seguir estudiando música y disfrutando de ella, participando en los grupos en los que me dejen ir como invitado.
Desde luego, no voy a dejar mi ámbito musical, porque mi perfil musical es el que yo soy para todo. Ante todo soy músico. Y, por supuesto, voy a dedicarle un poco más de tiempo a mi familia, que la he tenido bastante abandonada por culpa de tantos conciertos en fines de semana y festivos.